Del temor de Dios

Meditación para el martes de la decimoséptima semana

PUNTO PRIMERO. Considera lo que dice san Juan Crisóstomo, que Cristo los trajo esta autoridad del salmo 109 en que David le llama su Señor, y que había de poner a sus enemigos, que eran ellos, debajo de sus pies, para refrenarlos con la fuerza del temor de Dios, aunque sea servil como en estos, que detiene a los más osados, para no despeñarse en los vicios; por lo cual conviene que procures adquirirle y pedirle a nuestro Señor, que posea tu alma y tu espíritu, para que te refrene y no te deje caer en los vicios, ni salir un punto de la senda estrecha de su ley.

PUNTO II. Considera para esto la ojeriza que tiene Dios al pecado, el rigor con que le castiga, las penas que tiene preparadas para los que le ofenden, la estrechura de la cuenta con que ha de juzgar a los hombres, la rectitud de su juicio, la terribilidad de su sentencia, la severidad de su justicia y la infinidad de almas en quien la ha ejecutado; pide a Dios que engendre en tu alma su temor santo de ofenderle y una ojeriza grande del pecado, siquiera por no caer en tantas y tan terribles penas como le amenazan, para que el temor de ellas te refrene como a siervo, ya que no te mueve a no ofenderle el amor y voluntad de servirle como a hijo.

PUNTO III. Sube un paso más arriba y considera que el fino y perfecto amor de Dios es filial, que nace del verdadero amor y caridad suya: este es uno de los dones del Espíritu Santo, que teme ofender a Dios por ser quien es, y porque le ama sobre todas las cosas, y quisiera antes perderlas que ofenderle, y pasar todos los tormentos del infierno, antes que cometer la menor ofensa contra la Divina Majestad. Este linaje de temor tienen los santos y los verdaderos siervos de Dios que le aman y desean agradarle de todo su corazón, con todas sus fuerzas y de toda su mente, como dice Cristo en el Evangelio. ¡Oh alma mía! Y qué dichosa fueras si alcanzaras este don inestimable del temor de Dios, santo y perfecto, y cuán lejos estuvieras de ofenderle, y cuánto te espoleara para amarle: aviva el fuego del divino amor, que este es una llama que nace de él, fervoriza el corazón; contempla para esto la infinita bondad de Dios, su inmensidad, su santidad, su omnipotencia y su perfección, su liberalidad y grandeza, y los beneficios y mercedes que te ha hecho y te hace continuamente; y mira por una parte cuán digno es de ser amado, y qué poco le amas tú, y por otra cuán digno es de ser temido, y tiembla en su acatamiento de ofender a tal Señor; pártase tu corazón de dolor, viendo que has ofendido a quien tanto debías amar, y resuélvete a morir, y a padecer todos los tormentos imaginables, antes que ofender en la más mínima cosa a quien tanto debes servir.

PUNTO IV. Considera tu flaqueza y que cada día caes en muchos pecados, y que a la sazón que lees esta escritura no sabes, como dice el Eclesiástico (1), si eres digno de odio o amor, ni si estás en gracia o en desgracia suya; y que como dice el santo Job (2), apenas se hallará quien sea limpio y justo en su comparación. En los ángeles halló maldad, y los cielos no son limpios delante de Él; ¿qué serán los hombres pecadores, flacos y deleznables, que cada hora se llenas de miserias y pecados? ¿Y qué será de ti, que tanto has ofendido a la Majestad de Dios? Considera los muchos buenos que han caído, y que los que se levantaban hasta el cielo como los cedros del Líbano, cayeron en el abismo del infierno, y están ardiendo en las llamas de su fuego voraz; encógete y humíllate más que el polvo de la tierra en la presencia de tu Dios, y pídele que te tenga de su mano, y que te fije en la observancia de su ley con el clavo fuerte de sus santo temor, como lo pedía David (3), para que no le ofendas; porque si te deja de su mano, caerás en el profundo, sin poder salir jamás, si su mano poderosa no te saca con la fuerza de su gracia (4): fúndate en su santo amor, y todo se te hará fácil de llevar: porque quien teme a Dios, nada teme en su servicio, nada le espanta, nada le acobarda y a todo se arriesga confiadamente (5), porque Dios es su esperanza, y su fortaleza y defensor.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

(1) Eccl. 9.

(2) Job 4 et 15

(3)Psalm. 118.

(4) Eccl. 7. Psalm. 18

(5) Eccl. 24

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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