De las ocho bienaventuranzas que predicó Cristo. (Mateo 5)

Meditación para el viernes veintiuno

PUNTO PRIMERO. Mira a tu celestial Maestro sentado en el monte, cercado de sus discípulos en medio de una multitud de gente, predicándoles y enseñándoles el camino del cielo; y entra en el auditorio, y acércate cuanto pudieres al Señor con reverencia y atención a ser uno de los oyentes, a oír y aprovecharte de su celestial doctrina, y pídele que te enseñe y te dé luz para aprenderla, y gracia para ejecutarla y merecer ser contado en el número de sus discípulos.

PUNTO II. Considera lo que dice el Evangelista, que viendo Jesús la muchedumbre de gente que le seguía, subió al monte y abrió su boca, y les enseñó. Pondera el celo santo que ardía en su pecho de la salud de las almas, y cómo nunca perdía ocasión de predicar y aprovechar a todos, y aprende por una parte el que has de tener de la salvación de tus prójimos, diligenciándola por todos caminos, sin perder ocasión de aprovecharlos; y por otra dale gracias por la merced que nos hace, y pídele que te enseñe y encamine por el camino del cielo, y que te comunique una centella de aquel fuego sagrado, para celar el bien de todos y en especial el de tu alma.

PUNTO III. Considera cómo Cristo escogió la cima de un monte para enseñar su doctrina, así para declarar con esto su perfección, como para enseñar que doctrina tan levantada y celestial no se podía predicar ni aprender sino en el monte, levantado de la tierra y vecino al cielo: saca de aquí la estima que debes tener de la palabra de Dios; que como dice David[1], vence en valor al oro, al topacio y a las piedras más preciosas y de mayor estimación; y saca también la disposición que has de tener para que arraigue en ti esta semilla del cielo, avecindándote a él con corazón y espíritu, y dejando todas las aficiones terrenas. ¡Oh Señor! dadme gracia para que yo lo deje todo y os siga a lo alto del monte por la mortificación, y me aproveche de vuestra santa doctrina, como tengo obligación.

PUNTO IV. Considera lo que dic el Evangelista, que para predicar  se sentó Cristo, y se acercaron a él sus discípulos. Acércate a Dios con ellos, si quieres ser su discípulo y lograr su doctrina; y pondera que se sentó Cristo para predicar, porque tomó de asiento el bien de las almas, no de paso ni de prisa, sino de asiento despacio; en que nos dio lección de tomar despacio el aprovechamiento de nuestras almas y nuestros prójimos; atiende y mira que de prisa le has tomado hasta ahora, y cuán trocadas has traído las manos, tomando muy de asiento los negocios del siglo y las ganancias de la tierra, y muy de corrida y como por cumplimiento los del cielo: llora tu engaño, y pide a Dios perdón y gracia para enmendarte, y tratar del aprovechamiento de tu alma muy de asiento, y de las de tus prójimos, y las cosas de la tierra de paso y como de camino cuando conduzcan para alcanzar las del cielo.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] Salmo 118

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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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