Laicado ensalzado y humillado: contundente realidad

“Todo aquel que se ensalce será humillado” (Lucas 14, 11); “Cuanto más alto se suba más dura será la caída” (refranero popular)

Introduzco este breve artículo con estas dos citas (una bíblica y otra profana) para llamar la atención de uno de los hechos más evidentes dados en nuestra Iglesia desde el concilio vaticano II: la exaltación del laicado que ha causado, paradójicamente, su práctica aniquilación espiritual. Si viajamos al pasado histórico y nos ubicamos en el gran san Francisco de Sales (de modo especial en su magnífica obra literaria “Vida Devota”) aprendemos el equilibrio perfecto que ha de darse en el seno de la Iglesia entre sacerdocio, vida consagrada y laicado: una comunión ordenada y no una mezcla híbrida ni tampoco una estructura de compartimentos separados y/o evaluados desde la mundana ponderación del privilegio. Una lectura comprensiva de esa joya escrita nos lleva a asumir la misión del laicado dentro de la Iglesia Católica. Desde la muerte del gran santo hasta el concilio pasan más de tres siglos que, con todas sus virtudes y defectos, mantienen el orden y equilibrio predicado por el obispo de Ginebra.

Sin embargo tras el último concilio hay como una “explosión” del laicado que promete, en la intención de sus promotores, una gran primavera eclesial que supere todos los “vicios” anteriores. Se enseña que hay que superar el clericalismo (sin explicar bien lo que esa palabra significa), que la Iglesia es la “Iglesia de los laicos”, que todas las vocaciones son ontológicamente similares, que hay que animar a la llamada “participación” del laicado en la liturgia, que haya laicos que lleven direcciones espirituales desde una supuesta “gracia de estado”, que se funden movimientos laicales muy “seculares” cuya praxis interna a veces se parece más a una secta que a una comunidad cristiana,  que se promueva el diaconado permanente que supuestamente enlaza con los primeros siglos del cristianismo…y un largo etcétera. Aparecen legiones de laicos deseosos de vestir el alba sacerdotal, de asumir el mayor número de misiones propias del clero o de los religiosos, de gobernar la Iglesia en todas sus instituciones, de recibir la comunión en la mano porque “no somos niños chicos que tengan que alimentarnos”….

Han pasado casi seis décadas y se impone un examen humilde conciencia. ¿Qué se ha conseguido? ¿Los laicos viven mejor su Fe? ¿Qué efectos hay en el clero y la vida consagrada?; seamos sensatos y sencillos en reconocer datos:

La practicancia sacramental en el laicado ha bajado a extremos impresionantes. La mentalidad divorcista y anticonceptiva reina ya en la inmensa mayoría de los seglares. La misma sociedad, en general, de naciones con tradición católica como España, Francia, Italia, Holanda… ha degenerado en regímenes políticos laicistas y anti-cristianos. A la vez ha disminuido sensiblemente el ingreso en los seminarios, noviciados, congregaciones y cada vez hay menos sacerdotes.

Hay que reconocerlo con valentía: la exaltación del laicado ha causado efectos desastrosos para la Iglesia en general y por supuesto para los laicos en especial.

Padre Ildefonso de Asís
Padre Ildefonso de Asís
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