Los ángeles, nuestros amigos del cielo

Profundizando en la fe – Capítulo 4 – (II) – Los ángeles

En el último artículo hablábamos de la creación del universo. Hoy estudiaremos la creación de los ángeles.[1]

Para muchas personas, incluso cristianos de nombre, los ángeles son un puro mito influjo de culturas babilónicas y persas. Para otras personas los ángeles son seres fantásticos y novelescos, a modo de mitos, sin referencia alguna a su calidad de mensajeros de Dios. Curiosamente, junto al rechazo actual a creer en los ángeles como criaturas de Dios,  se asiste a un florecimiento de la demonología, brujería, espiritismo, etc…

La angelología es una parte esencial de la creación de Dios y de la fe cristiana, pues nos ayuda a entender mejor el mundo sobrenatural, el origen y existencia del mal y la naturaleza de Dios y del hombre.

La existencia de los ángeles en la Biblia, Tradición y Magisterio

1.- En la Biblia

Los ángeles aparecen siempre, incluso en los libros más antiguos de la Biblia como seres reales subordinados a Dios que le alaban y obedecen. Los vemos ya en el Génesis (Gen 3:24) donde se nos dice que los querubines cierran la puerta del Paraíso, impiden el sacrificio de Isaac (Gen 22:11), son jefes de los ejércitos del Señor (Jos 5: 13-15). En los Salmos vemos a los ángeles alabando a Dios en el cielo (Sal 148:2), ejecutando su voluntad (Sal 78:49), protegiendo a sus siervos (Sal 81:11). En los libros ya más cercanos al Nuevo Testamento, vemos cómo algunos de los ángeles ya reciben nombre propio: Rafael (Tob 3: 16-17), Gabriel (Dan 8:16), Miguel (Dan 10:13).

En el Nuevo Testamento la figura angélica está presente en muchos pasajes de la vida del Señor: Anunciación (Lc 1:26ss), Sagrada Familia (Mt 2:13ss), Tentaciones de Jesús (Mt 4: 1-11), Getsemaní (Lc 22:43), Ascensión (Hech 1:19), Parusía (Mt 13:19). Y también están presentes en la Iglesia naciente: Hech 5:19; Rom 8:38; 1 Tim 3:16, los tres primeros capítulos de la Carta a los Hebreos, etc…

Entre los rasgos de su naturaleza se nos dice en la Sagrada Escritura: que son criaturas de Dios (Col 1:16), que no tienen cuerpo (Lc 20:34ss), sino que son seres espirituales (Heb 1:14), que tienen gran poder y energía (2 Tes 1:7), son inferiores a Jesús (Heb 1: 3-4), pero superiores a los hombres (Heb 2: 6-9). También se dice que algunos pecaron (2 Pe 2:4; Jn 3:8).

2.- En la Tradición

Los Santos Padres atestiguan la fe en la existencia de los ángeles al tiempo que corrigen los errores que encuentran en el mundo judío y pagano sobre este tema.

Son notables las enseñanzas de San Ireneo y San Clemente de Alejandría en su lucha contra la gnosis. Orígenes dice: “No dudo en afirmar que en nuestra asamblea se hallan también presentes los ángeles..” (Hom.  in Lc. 23). San Juan Crisóstomo escribe: “Los ángeles rodean al celebrante. Todo el santuario y el espacio en torno al altar se rodea de criaturas celestiales”. San Agustín nos dice: “Es necesario que creamos que los ángeles son criaturas de Dios y que por Él fueron hechos”. La primera gran monografía sobre los ángeles la encontramos en el Pseudo-Dionisio en su obra “De Caelesti Hierarchia”

Los ángeles están presentes desde el principio en la liturgia cristiana.

3.- En el Magisterio de la Iglesia

Ya en los concilio de Nicea y Constantinopla I se dice que Dios creó las cosas “visibles e invisibles”. Bajo ese término “invisible” se entendían los ángeles (DS 125; 150).

En el Concilio IV de Letrán se dice: “Firmemente creemos y simplemente confesamos, que uno solo es el verdadero Dios…Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo”. (DS 800)

Pio XII en la encíclica “Humanae Generis” rechaza las nuevas tendencias teológicas de aquellos que niegan que los ángeles sean criaturas personales (DS 3891).

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma claramente la existencia de los ángeles: “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición”.[2]

Así pues, la Iglesia siempre se ha opuesto a los que niegan la existencia de los ángeles. Postura que vemos en los saduceos (Hech 23:8), y ha seguido a lo largo de los siglos: con los anabaptistas (s. XVI), que veían en los ángeles una personificación del poder divino o puros hombres que tenían una especial misión divina; con los espiritismos, que afirman que los ángeles son las almas de los muertos; los materialismos, que rechazan por principio cualquier criatura que sea espiritual; los racionalismos, que rechazan toda explicación sobrenatural de la fe en los ángeles y dicen son fuerzas ocultas de la naturaleza o restos de culturas antiguas politeístas que pasaron al cristianismo.

La creación de los ángeles

La Biblia nos enseña que los ángeles fueron creados por Dios, pero no nos dice cuándo fueron creados. Dice Santo Tomás que conviene al orden de la creación que los ángeles fueran creados por Dios al mismo tiempo que el resto de la creación y no que existan desde la eternidad.

Santo Tomás de Aquino en la cuestión 61 de la Summa Theologica afirma que sólo Dios pudo crear a los ángeles, pues los ángeles son contingentes; es decir han recibido su ser de Aquél que tiene el ser por sí mismo, Dios.[3] Al mismo tiempo nos dice que no son eternos, sino que fueron creados al mismo tiempo que el mundo corpóreo.[4]

En cuanto al número de los ángeles, Santo Tomás, basándose en Dan 7:10 dice que excede al de las sustancias materiales.[5] En otros pasajes de la Sagrada Escritura también se habla de la gran cantidad de ángeles: Mt 26:53; Heb 12:22; Apoc 5:11.

También se nos dice en la Biblia que hay multitud de clases de ángeles: tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados (Col 1:16; Ef 1:21), querubines (Gen 3:24), serafines (Is 6:2), arcángeles y ángeles (Jds 1:9). La jerarquía angélica se establece sobre la base de la mayor o menor aproximación a Dios en el ejercicio de los propios ministerios de cada uno de los grupos angélicos.

Dado que en los ángeles no hay materia, sino que son puro espíritu, el principio de individuación de cada uno de los ángeles no puede ser la materia (como ocurre en el hombre); es por ello que los teólogos han presentado diferentes teorías para explicarlo. Entre las más notables está la de Santo Tomás de Aquino que dice que cada uno de los ángeles es una especie diferente[6]. El P. A. Gálvez lleva esta teoría de Santo Tomás un poco más allá y nos dice que el principio de individuación propio de los ángeles consiste en el hecho de que cada uno es una persona diferente, y por lo tanto con capacidad de amar, ser libre y responsable. Al igual que el alma humana separada del cuerpo sigue siendo persona, del mismo modo un ángel (que no tiene cuerpo) también lo es. Para A. Gálvez, Dios constituiría a cada ángel como persona diferente en el momento de su creación, del mismo modo que crea almas individuales diferentes para ser humano.

La naturaleza y las operaciones angélicas

En cuanto a su naturaleza, los ángeles son espirituales (Lc 6:18; Apoc 1:4), inmortales y simples.

1.- La inmaterialidad de los ángeles parece ser contradicha por las apariciones angélicas tal como se cuenta en la Biblia. En efecto, los ángeles aparecen en la Biblia no sólo con figura humana, sino también actuando como los hombres: hablando, comiendo, etc. (Tob 3:25; 5:5ss). Santo Tomás afirma que los ángeles sí pueden tomar forma corpórea, pues son vistos por varios sujetos a la vez; lo cual sólo es posible cuando lo que se ve está fuera del vidente. Ejemplo: los ángeles vistos por Abraham, Lot, su familia y los habitantes de Sodoma; o el caso que narra el libro de Tobías.[7] Que un ser puramente espiritual tome formas corporales no es extraño en la Biblia, también por ejemplo en las representaciones corporales del Espíritu Santo: como paloma (Mt 3:16) y como lenguas de fuego (Hech 2:3).

En cuanto a la pregunta de ¿dónde están los ángeles? Por ser seres puramente espirituales, los ángeles no ocupan ningún espacio; pero se dice que están en un lugar cuando ejercen en él una acción. Santo Tomás nos dice que los ángeles se encuentran en un lugar, porque si están en un lugar, no pueden estar simultáneamente en otro pues su obrar es finito. Al no tener la cualidad de la cantidad “extensiva”, sino “virtual”, se localizan en el lugar donde actúan.[8] Así se diferencian de Dios, pues Dios no está en un lugar determinado porque Dios está en todo lugar del mundo creado por su ubicuidad y por su omnipresencia.

2.- Los ángeles son inmortales por naturaleza, pues al ser espíritus puros no se pueden dividir en partes y como consecuencia, una vez que han sido creados ya no pueden morir (a no ser que Dios les quitara la existencia). Cuando hablamos de la inmortalidad distinguimos en general tres tipos:

a.- Esencial: que es la propia de Dios, pues al ser Acto Puro, no puede dejar de existir y nadie le puede quitar la existencia.

b.- Natural: que es la propia de los seres espirituales (ángeles y el alma humana). Una vez creados ya no pueden morir, a no ser que Dios les quite la existencia (Mt 18:10).

c.- Preternatural o gratuita: que es la propia de los cuerpos bienaventurados después de la resurrección. Dios les concede por gracia ser inmortales (Lc 20:36).

3.- Los ángeles, debido a que son espíritus puros, son simples; pero no son simples al estilo de Dios, ya que en ellos hay una cierta composición, no de materia y forma (como es el caso del hombre) sino de esencia, potencia, operación, sustancia y accidentes.

4.- Las operaciones angélicas

Los ángeles están dotados de entendimiento y voluntad que son superiores a las de los hombres, pero infinitamente inferior a los de Dios. El hombre necesita de los sentidos para llegar a conocer las cosas; su conocimiento es gradual y deductivo. El hombre, a través de diversas operaciones va profundizando en el conocimiento de las cosas. No así los ángeles.

Los ángeles conocen naturalmente a Dios y se conocen a sí mismos en su propia sustancia. Dice Santo Tomás que los ángeles tienen impresa en su propia naturaleza la imagen de Dios; aunque no conocen la esencia divina de un modo natural. Los ángeles conocen también las cosas materiales a través de las “especies” infundidas por Dios en ellos al crearlos[9]; pero los ángeles no conocen los secretos de Dios (1 Cor 2:11), ni tampoco el corazón de los hombres (2 Cron 6:30)[10], aunque sí que pueden intuir algo del pensamiento del corazón de los hombres por los efectos que se producen en el exterior de ellos.

En el conocimiento de los ángeles no intervienen los sentidos (pues no tienen), ni tampoco usan la composición o la división para abstraer las ideas. Ellos reciben los conceptos junto con el poder de su inteligencia y de su voluntad cuando son creados. El hombre extrae de lo sensible, lo inteligible que aquél contiene, en cambio los ángeles lo perciben inmediatamente, pues así fueron creados por Dios.[11] Los ángeles tampoco conocen a modo de juicio o por raciocinio, sino de modo intuitivo. Los ángeles también conocen las cosas materiales y singulares, aunque no con la perfección como las conoce Dios.

Siendo los ángeles una inteligencia creada se discute si pueden caer en el error o no. Se dice que en el plano del conocimiento natural un ángel no puede equivocarse, pues su conocimiento ha sido impreso por Dios en el momento de crearlos; pero en cambio sí pueden errar en el conocimiento de las cosas sobrenaturales, porque ese conocimiento depende de la aceptación humilde de la revelación divina. De hecho esa es la causa por la cual algunos ángeles se rebelaron contra Dios (los demonios).[12]

Y en cuanto a la voluntad angélica; los ángeles tienen voluntad, pues si no no habrían podido pecar (2 Pe 2:4). Puesto que los ángeles tienen entendimiento, son capaces de conocer el bien. El conocimiento del bien les lleva a buscarlo libremente y a amarlo o rechazarlo (como ocurre también en el hombre).

Y en cuanto al poder de los ángeles, es el más excelso de todas las criaturas debido a la naturaleza más perfecta que poseen (2 Pe 2:11); pero los ángeles no pueden crear ni hacer milagros por sí mismos, pues ese poder sólo le pertenece a Dios.

La elevación de los ángeles al estado de gracia

Dios dotó a los ángeles de un fin sobrenatural, la visión inmediata de Dios, y les dotó de la gracia santificante para que pudieran conseguir tal fin (Mt 18:10).

Esta idea aparece recogida por el Magisterio de la Iglesia en la bula “Ex omnibus afflictionibus” de San Pío V.

El Catecismo Romano también sostiene la elevación de los ángeles al estado de gracia santificante: “Juntamente con el cielo corporal, creó Dios innumerables ángeles, que son naturalezas espirituales, para que le sirviesen y asistiesen; a los cuales, desde el primer instante de su ser, adornó con su gracia santificante, y los dotó de elevada ciencia (2 Sam 14:20) y de gran poder (Sal 103:20)[13]

La prueba moral de los ángeles

En el instante que los ángeles fueron creados por Dios, tuvieron que superar una prueba inicial de aceptación o rechazo de su Creador[14]. Algunos ángeles no superaron esa prueba y fueron constituidos en demonios y condenados para siempre al infierno (2 Pe 2:4; Jds 1:6); en cambio los ángeles que superaron la prueba fueron recompensados con la visión beatífica de Dios (Mt 18:10; 22:30; Lc 9:26).

El Catecismo Romano enseña que algunos ángeles por su culpa se convirtieron en demonios; por tanto, aunque todos los ángeles estuvieron destinados a la visión beatífica, no pudieron tenerla desde el primer momento de su creación porque la visión beatífica hace imposible el pecar.[15]

La actividad de los ángeles

La misión primaria de los ángeles es la glorificación y el servicio a Dios (Sal 103:20); al mismo tiempo, adoran a Cristo como Dios y lo sirven como hombre (Fil 2:10; Mt 4:11). Todos los ángeles pueden hablar con Dios para recibir órdenes, o para entenderle mejor.

Los ángeles se ayudan unos a otros a conocer y amar más a Dios.[16] Se dice que debe existir entre ellos un modo de comunicación intelectual, tal como vemos en Is 6:3; Dan 8:16; 1 Cor 13:1: “Si hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalos que retiñe”.

En cuanto a su actividad en relación con los hombres, hemos de tener en cuenta como principio básico, que ningún ángel o demonio puede directamente afectar directamente la voluntad de los hombres. Ellos pueden persuadir de modo intelectual, como lo haría cualquier otro hombre, tanto el entendimiento como la voluntad del hombre. De este tema hablaremos más profundamente cuando hablemos en el próximo capítulo de la posesión diabólica.

Dios envía a la tierra a algunos ángeles para realizar misiones concretas entre los hombres (Ex 23:20; Sal 34:8; Dan 6:23; Lc 1:26; Mt 13:41; Hech 12:11). Esta acción es una manifestación más de la providencia divina.

Respecto a la actuación de los ángeles sobre las cosas materiales, no hay afirmaciones explícitas de la Revelación ni del Magisterio de la Iglesia. No obstante, en la Escritura se ven algunos casos concretos: Cuando un ángel movía el agua de la piscina probática (Jn 5), o en las tentaciones de Jesús (Mt 4). Santo Tomás dice que tal acción es posible y está acorde con la ordenación de Dios, que quiere que las criaturas superiores (ángeles) ayuden a las inferiores (hombres).[17] Los ángeles no pueden hacer milagros; pero sí pueden ser instrumentos de la divinidad para operar milagros.

El ángel de la guarda

Según nos dice el catecismo tradicional, el ángel de la guarda es aquél que Dios nos da a cada uno para que nos guarde en la tierra y nos guíe hacia el cielo.

La Sagrada Escritura ya nos habla de ellos en diferentes pasajes: Gen 48:16; To 5:21; Sal 90:11; “Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos” (Mt 18:10); “Y ¿a qué ángel dijo alguna vez: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies? ¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?” (Heb 1: 13-14)

La liturgia celebra desde el siglo XVI la fiesta de los Ángeles Custodios. El Catecismo Romano vincula la creencia en los ángeles custodios a la providencia divina:

“… la providencia divina ha designado a cada hombre desde su nacimiento, un ángel custodio para que lo cuide, lo socorra y proteja de todo peligro grave, y sea nuestro compañero de viaje…”[18]

También los Santos Padres y los Escritores Eclesiásticos de la Iglesia antigua testimonian la creencia en estos ángeles. Son de digna mención: Orígenes, San Basilio, Teodoreto de Ciro, San Jerónimo, San Agustín, San Juan Damasceno.

Entre las funciones de los ángeles custodios destacan, según Santo Tomás las siguientes: nos libran de innumerables males y peligros, tanto del alma como del cuerpo; contienen a los demonios para que no nos hagan todo el mal que ellos desearían hacernos; imploran a Dios por nosotros; ponen en nuestras almas pensamientos santos y consejos saludables; iluminan nuestro entendimiento para comprender más fácilmente ciertas verdades; nos asisten particularmente en la hora de la muerte; acompañan a sus protegidos en el purgatorio o al cielo cuando éstos mueren; iluminan las almas de los bienaventurados en el cielo.

Se dice que esta ayuda del ángel custodio la pone Dios sobre cada hombre, incluso sobre aquellos que todavía no se han bautizado. El ángel acompaña al hombre en pecado para moverle al arrepentimiento.

La angelología neomodernista

En los últimos sesenta años, como consecuencia del influjo modernista en la teología, la angelología ha sufrido también profundas desviaciones. Es curioso que por un lado se ponga a los ángeles a la altura de “mitos” de culturas antiguas, y por otro, haya un crecimiento de la demonología, el culto al demonio, los espiritismos, y fenómenos similares.

Podríamos dividir a aquellos que siguen este tipo de angelología en cuatro grupos:

1.- Aquellos que reducen a los ángeles a puros mitos importados de otras culturas.

2.- Aquellos que silencian la existencia de los ángeles y demonios. Ej.: el famoso catecismo holandés.

3.- Aquellos que quieren darle un giro antropológico al más puro estilo neomodernista. Este es el caso del famoso teólogo herético Karl Rahner, quien llega a decir que la creencia en los ángeles tiene su origen en restos de antiguas creencias del pueblo cananeo. En su último artículo sobre los ángeles, Rahner afirma que para resolver el problema de la angelología, no lo hará a partir de la Escritura, de la Tradición o del Magisterio, sino que se quedará en un nivel formal de la hermenéutica y de la metodología (¿? Si ustedes entienden esto me lo explican). Acaba diciendo que no opta ni por la doctrina tradicional, ni por los que la niegan o la ponen en duda, confiando la solución de la cuestión al futuro de la fe y de la teología.[19]

4.- Y por último, aquellos que centran exclusivamente la angelología en su relación con la historia de la salvación del hombre, olvidándose de la esencia de los ángeles, en cuanto que son la parte más perfecta del universo creado por Dios.

En resumen, la angelología actual neomodernista, o bien rechaza a los ángeles, pues los reducen a puro mito (lo cual es herético) o hacen un estudio difuso de los mismos sin precisar realmente su naturaleza, su obra… Por otro lado, estas angelologías critican a la angelología escolástica pues dicen que es puramente filosófica y carece de raíces bíblicas y de la tradición.

La angelología moderna es injusta con el método escolástico. Es suficiente acudir a Santo Tomás de Aquino y estudiar su angelología para comprobar sus abundantes citas de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres.

———–

Debido a la longitud del artículo, y dado que todavía nos queda hablar del demonio, de la posesión diabólica, de los exorcismos y del crecimiento actual del satanismo, proseguiremos en el siguiente artículo.

Padre Lucas prados

[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]

[1] Para la elaboración de este artículo he seguido muy de cerca el Tratado de Creación y Elevación de J. Jorge García-Reyes, Chile, 2015.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 328.

[3] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, iª, q.61, a.1.

[4] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 61, a.3.

[5] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 50, a.3.

[6] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 50, a.4.

[7] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 51, a.2.

[8] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 52, a.1.

[9] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 56, a.3.

[10] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 57, a.4.

[11] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 55, a.2.

[12] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª q. 58, a.5.

[13] Catecismo Romano, I, 2, 17.

[14] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª, q. 62, a.4.

[15] Catecismo Romano, III, 22. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 311.

[16] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª, q. 106, a.1, ad. 1.

[17] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Iª, q.110, a. 1.

[18] Catecismo Romano, VII, Preámbulo de la Oración Dominical 4-5. Cfr. Nn. 1084-1087.

[19] Karl Rahner, Ángel, en “Sacramentum Mundi”, I, col. 158

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

Del mismo autor

El Ecumenismo actual: ¿Babel de los tiempos finales?

Hay muchos conceptos y tendencias del pensamiento humano que tendemos a...

Últimos Artículos

“Por nuestra causa”

I. El día que estamos celebrando recibe en el...

La Iglesia y su historia

Todo es historia. Esta aseveración es un acierto que...