Los Novísimos (el Infierno)

El Infierno es la privación de la vista de Dios y el lugar donde se padece el fuego eterno y todo mal sin mezcla de bien alguno.

Infierno etimológicamente significa lugar subterráneo, bajo, profundo.

El Infierno es llamado en las Escrituras con diversos nombres: pozo del abismo, lugar de la ira de Dios, estanque ardiente, tierra de tinieblas y de miseria, muerte eterna, etc.

Su existencia.

Muchos y poderosos son los argumentos a favor de la existencia del Infierno:

Sagrada Escritura. — Dice Isaías: “¿Quién de vosotros habitará con los ardores eternos?” (XXXIII, 14). “El gusano (o sea el remordimiento) de ellos no morirá y el fuego de ellos no se apagará » (LXVI, 24).

Job llamaba al Infierno “Tierra de miseria y de tinieblas en donde habita sombra de muerte, y ningún orden, sino un horror sempiterno” (Job, X, 22).

San Pablo al hablar de los que no obedecen al Evangelio, dice que pagarán la pena eterna de perdición (2 Tesal; I, 9).

Sagrada Tradición. — Los Santos Padres sostienen unánimemente la existencia de un Infierno eterno.

El Concilio Ecuménico de Constantinopla (año 553) anatematiza a los que sostienen que los tormentos de los impíos tendrán fin.

La Iglesia canta en el Símbolo de San Atanasio: “Los que han obrado bien irán a la vida eterna; los que han obrado mal, irán al fuego eterno”.

Pruebas de razón. — La Justicia de Dios: Dios infinitamente santo, odia infinitamente el pecado; justísimo como es, debe premiar a los buenos y castigar a los malos. Pero Dios de ordinario no castiga a los pecadores en esta vida, y si los castiga no es con una pena proporcionada a sus pecados. Por consiguiente debe castigar o premiar en la otra vida. Luego existe un Infierno.

Enseñanzas de Jesucristo sobre el infierno.

Las pruebas más decisivas acerca de la existencia del Infierno las dió el mismo Jesucristo:

1) Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno que está aparejado para el diablo y para sus ángeles. Tal es la sentencia que proferirá contra los réprobos.

2) Hablando de la diligencia con que debemos evitar las ocasiones de pecado, dice: Si tu mano te escandaliza (fuese para ti ocasión de pecado) córtala y échala de ti: más te vale entrar en el Paraíso sin ella que, teniéndola, ser arrojado al infierno, al fuego que nunca se puede apagar, en donde el gusano de aquéllos no muere, y el fuego nunca se apaga (Marc., IX, 42 y siguiente donde repite lo mismo aplicándolo al pie y al ojo).

3) Habla claramente del Infierno, en la parábola del rico Epulón, donde dice: Murió el rico y fué sepultado en el Infierno (Luc; XVI, 22).

4) No temáis a los que matan el cuerpo (a los perseguidores y tiranos) y no pueden matar el alma: temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el Infierno (temed a Dios) (San Mateo, X, 28).

Tormentos del Infierno.

Penas del Infierno. — Siendo el pecado, según Santo Tomás, aversio a Deo(apartarse de Dios) y conversio ad creaturas (afición desordenada a las criaturas) doble será el castigo del Infierno: la pena de daño y la del sentido. Consiste la primera en la privación de la vista de Dios. Es la mayor de todas las penas; si es causa de suma aflicción para un hijo, para un ciudadano el verse alejado de sus padres, desterrado de su patria, ¿qué no sufrirá el alma privada de Dios que es su centro y el fin por el cual había sido creada? El alma ha visto en el juicio la belleza de Dios, siente ansias irresistibles de abismarse en Él y se ve rechazada por la sentencia de eterna condenación. Si los réprobos en el Infierno pudiesen ver a Dios, se sentirían muy aliviados y aun perderían su fuerza las llamas en que se hallan sumergidos. La pena del sentido la constituye principalmente el tormento del fuego cuya intensidad es tal que, en frase de San Agustín, el nuestro comparado con aquél es como fuego pintado: “tamquam ignis depictus”; es un fuego inteligente que atormenta más o menos según la gravedad y cantidad de los pecados; fuego tenebroso, que no deja gozar del beneficio de la luz; fuego que encierra en sí otros suplicios imposibles de imaginar.

A todo esto hay que añadir el remordimiento de la conciencia que es comparado por Jesucristo a un gusano que roe y nunca muere: “Vermis eorum non moritur”

Estos tormentos afligirán a los réprobos sin disminuir su potencia, sin que los condenados experimenten el menor alivio, como lo da a entender Jesucristo en la parábola del rico Epulón, al cual ni siquiera se le concedió el irrisorio refrigerio de una gota de agua.

Eternidad del Infierno.

Lo más terrible y desesperante del Infierno es su eterna duración.

Los réprobos, distintamente de lo que acontece en la tierra, no tendrán ni la esperanza, ni siquiera la ilusión del término de sus penas.

Dante en el libro primero de su “Divina Comedia” describe gráficamente la eternidad del Infierno grabando a la entrada del mismo esta aterradora sentencia: “Lasciate ogni speranza, voi ch’entre”: Dejad toda esperanza los que entráis aquí.

Se puede probar la eternidad de las penas con el siguiente argumento:

Persistencia del pecado. — El pecador, al morir en pecado mortal, persiste para siempre en ese estado, ya no puede arrepentirse. Luego será siempre enemigo de Dios y como tal, digno de eterno castigo.

LA RELIGIÓN EXPLICADA (Año 1953)

San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángelhttp://sanmiguelarcangel-cor-ar.blogspot.com.es/
Artículos del Blog San Miguel Arcángel publicados con permiso del autor

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