Meditación para el martes veintiuno
PUNTO PRIMERO. Considera que el primero a quién pidió cuentas el rey fue a un criado a quién alcanzó en diez mil talentos; en los cuales, según san Agustín, son significativos los diez preceptos de la ley de Dios, y los muchos pecados que los hombres cometen contra ellos. Considera cuántas veces has quebrantado sus preceptos, y si los cargos que Dios te ha de hacer pasarán de diez mil, pues como dijimos arriba, cada día le ofendemos muchas veces: y pasa más adelante un paso, y pondera que no tuvo este con qué satisfacer, ni escusa de su pecado, ni persona que le abonase o volviese por él; mira tú cuál te hallarás en aquel rectísimo tribunal cuando te haga diez mil cargos, y podrá ser que veinte, y treinta, y cuarenta mil y más, ¿qué responderás y quién te defenderá, o quién volverá por ti? Y no mires esto como imposible o que está muy lejos a larguísimo tiempo, porque sin duda será presto y podrá ser que antes de mañana, como ha sucedido a muchos, y a lo más largo será en breve tiempo, pues el plazo de la vida es tan corto y tan incierto: piensa cómo responderás a todas estas cosas, y mira lo que te conviene para alcanzar la vida eterna.
PUNTO II. Considera que como dices Orígenes, estos talentos de que pidió cuenta el rey a este criado son los que Dios da a los hombres, naturales y sobrenaturales para granjear con ellos y ganar el cielo, aumentando su caudal y haciendo bien a sus prójimos. Discurre brevemente por los que Dios te ha dado de entendimiento, fuerzas, letras, habilidades, ocasiones, auxilios, gracias y dones espirituales, y mira en que lo has empleado, y qué cuenta darás de ellos, tantea tu caudal y reconoce si ha crecido o ha menguado, si has granjeado o has perdido con las habilidades y talentos que Dios te dio; mira que cuentas has de dar de ellos, y acuérdate de aquel siervo perezoso que tuvo enterrado el talento que Dios le dio, sin granjear con él, y en pena se le mandó quitar y lanzarle en el infierno; pues si por uno solo que tuvo ocioso le dieron a este tal pena, ¡ cuál será la que te espera a ti por tantos como Dios te ha dado, y no has granjeado con ellos! Riguroso juicio te espera, y estrecha cuenta has de dar de tantas mercedes como has recibido de la mano del Señor: mira con tiempo que responderás a ellos.
PUNTO III. Considera que en lugar de servir a Dios con los talentos que te ha dado, los has empleado en ofenderle con ellos, y que has estado tan lejos de acrecentar tu caudal, que le has menoscabado y te hayas pobre y miserable y cargado de deudas: mira en qué has empleado la hermosura y las fuerzas naturales, el entendimiento y las habilidades que Dios te dio, la hacienda, calidad, el poder y valimiento con los hombres, y los puestos y dignidades en que has estado, y los auxilios, inspiraciones y gracias que te ha dado, y las ocasiones de servirle, y hallarás que con todas le has ofendido en lugar de servirle, y que cada día has ido a menos y a peor, en lugar de ir a más y mejorarte. Mira también cuán cruel has sido para con tus hermanos, habiéndote Dios sufrido y perdonado tanto, tú no has tenido piedad para perdonar cosas muy pequeñas a tus prójimos, habiéndote con ellos tan cruelmente, como se hubo este siervo mal considerado con su prójimo; ¿pues qué puedes esperar el día de la cuenta, sino la sentencia que cayó sobre este miserable, y que te manda Dios entregar a los atormentadores para que hagan en ti el castigo conforme a tus pecados? Abre pues ahora los ojos y date prisa a negociar con los talentos que Dios te ha dado, y recuperar en la vida venidera lo que has perdido en la pasada: arrójate con este siervo a los pies de tu Señor, y pídele que se apiade de ti, y te dé tiempo; y espera negociar y granjear lo que has perdido hasta aquí.
PUNTO IV. Considera el modo que has de tener en negociar en adelante y recuperar lo perdido, que es el que enseña Cristo en su evangelio; conviene a saber, perdonando a tus prójimos las deudas que te deben, porque Dios te perdone las que le debes a él, sufriendo con paciencia sus injurias y retornándoles beneficios por ofensas, con lo cual merecerás ser contado en el número de los hijos de Dios. Alza los ojos al cielo y contempla los que han usado de este medio, y los verás en la gloria coronados como reyes, en compañía de Cristo, cuyas pisadas siguieron. Saca pues de todo lo meditado esta conclusión, y pide a Dios que te dé gracia para ser manso, benigno y piadoso con tus hermanos, porque Dios lo sea contigo y te perdone las deudas de tus pecados.
Padre Alonso de Andrade, S.J