Estimados amigos,
Muchas gracias a todos por el extraordinario espectáculo que hoy nos ofrecen.
La Marcha por la Vida crece. Crece el número: queremos evitar el ballet de las cifras, pero somos muchos más que en los años anteriores.
Crece como impacto nacional e internacional, como queda evidente en los videomensajes que hemos recibido: la más grande emisora católica norteamericana está retransmitiendo nuestra marcha en todo el mundo.
Pero sobre todo lo que crece es nuestra conciencia de saber que estamos librando una gran batalla moral y cívica, es nuestra determinación de no retroceder, de no aceptar compromisos, porque no son posibles compromisos respecto a la vida humana inocente. No se puede aceptar que ni siquiera un solo niño sea substraído con violencia del seno de la madre. Y se respalda este delito cuando se acepta una ley que prevé el aborto.
Nosotros queremos que esta ley sea derogada. Es evidente que el objetivo exigirá tiempo pero mientras tanto comencemos por desmontar la ley pieza por pieza.
Y la primera pieza a desmontar es la del financiamiento: no es admisible que todos los años, para matar a nuestros niños en los hospitales, se gasten entre 200 y 300 millones de euros. Y ello cuando tenemos una asistencia sanitaria que hace agua por todas partes: cualquiera de nosotros tuvo la experiencia, una visita urgente, una ecografía, un control… si se quiere hacerlo con rapidez uno debe pagarlo porque los plazos de los hospitales son frecuentemente bíblicos. Podríamos hacer un largo elenco de las cosas que no funcionan en los Servicios de Salud. Sin embargo, si una mujer decide abortar es inmediatamente hospitalizada, con todos los gastos pagados. Pero ¿es posible que si se quiere abortar se tenga una alfombra roja y todo resulte fácil, y si se quiere llevar adelante el embarazo el recorrido esté lleno de obstáculos y sea además particularmente oneroso?
Ciertamente nosotros estamos aquí porque somos a favor de la vida, porque amamos la vida, porque la vida es un don precioso que todos nosotros aquí presentes hemos recibido porque nos fue dado por Dios y porque hemos tenido padres que amaron la vida.
Pero también estamos aquí hoy para manifestarnos contra leyes injustas, contra leyes que matan a inocentes, matan a personas que no pueden reaccionar, que no pueden defenderse.
Tenemos frente a nosotros un movimiento ideológico organizado que predica y practica la cultura de la muerte, que después de haber introducido el aborto, quiere pasar al infanticidio y a la eutanasia. Hace cuarenta años se justificaba el aborto afirmando que el embrión que se desarrollaba en el vientre de la madre no era un ser humano sino un coágulo borroso de células, sin alma, sin identidad humana.
Los progresos de la ciencia demostraron que, desde el primerísimo acto de la concepción, todo ser humano tiene una identidad propia, tiene en sí características que son única e irrepetibles. es un hombre.
Los abortistas que quisieron la introducción de la ley 194 en Italia mentían cuando negaban la identidad humana al feto; y que se tratase de una mentida deliberada lo demuestra el hecho de que si ayer reclamaban la supresión del embrión, hoy exigen la matanza del ser humano hasta los nueve meses, cuando ya está perfectamente formado, e incluso después. Ayer decían que el aborto era lícito porque no suprimía a un ser humano, hoy dicen que se puede suprimir a un hombre por los intereses de la comunidad, repitiendo el raciocinio de Caifás. “Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación”. Es el raciocinio con el cual se justifica la eutanasia activa: los viejos son inútiles, constituyen un peso para la colectividad: “es mejor que muera cualquiera de ellos a que perezca toda la nación”.
Nosotros rechazamos este sofisma de Caifás, con todas nuestras fuerzas y tenemos delante de nuestros ojos al Cordero inocente, Nuestro Señor Jesucristo, injustamente condenado e inmolado. También en este caso no hubo nadie que lo defendiera y también Pedro se dio vuelta hacia el otro lado.
La fuerza de la Marcha por la Vida, en Italia y en el mundo, no está en el número de los participantes, no está en la importancia de los testimonios, no está en el eco mediático de esta iniciativa sino que está en la coherencia y en la perseverancia con la cual en Italia, desde hace nueve años, somos portadores de un mensaje en defensa de la vida humana inocente y de rechazo al aborto, sin excepción y sin compromisos.
En la Argentina, está creciendo, como han escuchado, un gran movimiento contra el aborto; en Brasil, el nuevo gobierno bloqueó todas las peticiones de legalización del aborto, en los Estados Unidos acaba de ser aprobada en Alabama una ley fuertemente restrictiva, que veta casi totalmente el aborto. Y otros Estados están caminando en la misma dirección. No hay duda alguna que esto es debido a la constancia, a la perseverancia con la cual centenares de miles de norteamericanos fueron a las plazas para protestar contra la ley Roe/Wade. Entonces nosotros debemos hacer lo mismo. Año tras año debemos tener clara la idea de que la ley 194 debe ser abolida en su totalidad, al igual que en Norteamérica quieren abolir la Roe/Wade.
Esto demuestra que el proceso histórico no es irreversible, porque la historia es hecha por la libertad de los hombres y las intervenciones de Dios.
Nosotros estamos aquí en una plaza como ciudadanos italianos que aman a su propio país y saben que un Estado que permite leyes que asesinan a sus propios hijos destruye el futuro de la nación. Italia siempre fue vista como la cuna de la vida, de las familias numerosas. Muchos extranjeros lo observan: no vemos más niños en Italia, vemos personas cada vez más ancianas. De hecho, la alegría de vivir que caracteriza a nuestro país se está extinguiendo.
Pero además de ciudadanos, la mayor parte de nosotros somos también católicos y estamos orgullosos de ello. Nosotros debemos desear una sociedad que respete la ley natural y divina y debemos amar una sociedad que reconozca la realeza social de Cristo porque es el fin último de nuestro combate.
El aborto pasa por encima de la ley divina y natural. ¿Como imaginar que pueda faltar la ayuda de Dios a quienes se empeñan generosamente en defender la vida, material y espiritual, que es el primer bien que Dios nos ha dado, aquel del cual dependen todos los otros bienes?
Nosotros tenemos una inmensa confianza en el éxito victorioso de nuestra batalla. La victoria la leemos en los ojos de tantos jóvenes y menos jóvenes que hoy desfilaron con nosotros, en los ojos de los niños, que representan el futuro, y en los de los ancianos que no quieren repetir los errores del pasado.
En los ojos de los laicos, de los religiosos, de los grupos, de las asociaciones que hoy se manifiestan. Constituyamos una gran familia y rechacemos todo intento de dividirnos y separarnos, con la convicción de que la unión en la verdad constituye una fuerza irresistible: la fuerza del bien que avanza y que nada ni nadie podrá detener. ¡Nos volveremos a ver entonces en la plaza el próximo 23 de mayo del 2020!
L’articolo Marcha por la Vida, 18 de mayo de 2019: el discurso final de Virginia Coda Nunziante proviene da Correspondencia romana | agencia de información.