En su origen oriental, la fiesta de la Epifanía conmemoraba tres misterios de la vida de Cristo a través de los cuales se manifestó como Hijo de Dios y como nuestro Salvador y Redentor: la adoración de los Magos, el Bautismo en el Jordán y las bodas de Caná. En la liturgia romana se alude a estos tres hechos en las antífonas del Benedictus y del Magnificat del 6 de enero1 pero cada uno de estos motivos se conmemora un día de distinto: el 6 de enero, la adoración de los Magos; el día de la octava (13 de enero), el bautismo y en el segundo domingo después de Epifanía, las bodas de Caná que leemos en el Evangelio (Jn 2, 1-11).
I. La revelación de Cristo como Hijo de Dios la vemos en el mismo hecho del milagro: convertir el agua en vino. Dice san Juan que «este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él» (Jn 2, 11). A lo largo de todo el Evangelio de san Juan, los milagros de Jesús son «signos» de la grandeza y de quién es Cristo que hacen surgir o crecer la fe2. También con este milagro suscitó la fe de sus primeros discípulos que ya creían antes, pues san Juan Bautista lo había señalado como Mesías y ellos le reconocieron y como a tal le siguieron (cfr. Jn 1, 35-51). Pero ahora creyeron más plenamente en Él3: ven la fuerza de su naturaleza divina en lo frágil de su naturaleza humana y contemplan la omnipotencia de Dios en lo débil de su apariencia externa.
II. Jesús también se revela como redentor, como el Mesías que viene a sellar con su pueblo la nueva y eterna Alianza que habían anunciado los profetas, en muchas ocasiones sirviéndose de la imagen de una boda: «Me desposaré contigo para siempre, | me desposaré contigo | en justicia y en derecho, | en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad | y conocerás al Señor» (Os 2, 21-22).
«Oseas presenta este cuadro deslumbrador mesiánico como consecuencia de unas bodas eternas que va a sellar Yahvé con su esposa Israel: Seré tu esposo para siempre y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordias y en piedades (Os 2, 19-21). Es la nueva alianza indestructible, que nos describirán otros profetas, caracterizada por el reinado de la justicia. Y todo ello será consecuencia de las misericordias y piedades de Yahvé. Oseas es el profeta afectivo por antonomasia, quizá sólo superado en esto por Jeremías, y concibe siempre las relaciones de Yahvé con su pueblo como un matrimonio íntimo, surgido del puro amor. En la nueva era mesiánica, el conocimiento de Yahvé será la base de esas relaciones mutuas de amor»4.
El vino hace referencia a la sangre, que Jesús derramará en la Cruz y la «hora», a la que se refiere en las palabras dirigidas a su Madre, podía interpretarse por los oyentes simplemente como la hora de proveer el vino, cosa que hacían por turno los invitados a las fiestas nupciales, que solían durar varios días5. Pero, como aparece en otros lugares del mismo Evangelio de san Juan la expresión tiene un significado más profundo que guarda relación con el tiempo de su pasión, muerte y glorificación6. Todos los detalles de este milagro nos remiten a Cristo redentor porque simbolizan los bienes sobrenaturales que Él nos ha alcanzado y la vida nueva de la gracia en nuestra alma.
III. Una alusión, por último, a la intervención de la Virgen María. Al comienzo y al final de la vida pública de Cristo (en Caná y el Calvario), san Juan nos recuerda la presencia de la Virgen junto a Jesús y así pone de manifiesto su cometido como asociada a la obra de la Redención en la que actúa como verdadera Madre y muestra su especial cuidado hacia nosotros.
En Caná intercede por aquellos esposos cuando todavía no ha llegado la «hora» de su Hijo; entonces y ahora sigue interviniendo como mediadora, haciendo presente a su Hijo las necesidades de los hombres. Es decir interviene activamente en la obra de nuestra santificación que es la aplicación de la redención a nosotros, aquí y ahora.
Al igual que a los servidores del banquete de Caná, la Virgen nos invita a poner en práctica todas las enseñanzas de Jesús que nos muestran el camino para llegar a una total identificación con Él. De ahí la importancia de cuidar la devoción a la Virgen María en nuestra vida cristiana y de concretarla eficazmente en determinadas prácticas que se cumplen con fidelidad y amor. Ella está siempre pendiente de nuestras necesidades espirituales y materiales y a Ella debemos acudir con frecuencia y generosidad, poniendo en práctica su exhortación como dirigida a nosotros: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5).
1 «Hoy la Iglesia se ha unido con su celestial Esposo. Cristo en el Jordán la ha lavado de sus pecados. Los Magos acuden con regalos a las bodas reales. Y el agua convertida en vino alegra a los invitados. Aleluya» (antífona del Benedictus). «Celebramos una fiesta adornada con tres signos: hoy la estrella conduce a los Magos al pesebre; hoy el agua se convierte en vino en las bodas; hoy Cristo quiso ser bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos. Aleluya» (antífona del Magníficat; traducciones de Alfonso Mª Gubianas OSB).
2 Cfr. Manuel de TUYA, Biblia comentada, vol. 5, Evangelios, Madrid: BAC, 1964, 944.
3 Ibíd., 1002.
4 Maximiliano GARCÍA CORDERO, Biblia comentada, vol. 3, Libros proféticos, Madrid: BAC, 1961, 1087.
5 Cfr Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, in: Jn 2, 4.
6 Cfr. Jn 7, 30; 12, 23; 13, 1; 17, 1.