Muerte digna, ¿Tenemos derecho?

Eutanasia: Acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”

Cada vez es más frecuente oír hablar de la muerte, en términos tales como, «muerte digna», ¿Acaso existe una muerte indigna? Si lo pensamos, efectivamente, existe y es la eutanasia. No es inusual escuchar en nuestras conversaciones, que uno tiene derecho a evitar el sufrimiento y el dolor. Pero, cuando se habla de esta agonía, normalmente no pensamos en el enfermo, sino en las personas que están a su alrededor, es decir, uno piensa en sí mismo y en quitarse cuánto antes, el problema de encima: cansancio, hospitales, adiós a nuestros momentos de esparcimiento y diversión… ¡Cuánta lata da un moribundo!… ¡Qué lo desconecten, que está sufriendo! Si, si

Es habitual encontrarnos en un Sanatorio, ante un enfermo y escuchar a las visitas y a los mismos familiares:«Dios, le hacía mil favores, si se lo llevara»,… ¿Es esta nuestra Fe? Si es así, deberíamos de ampliar inmediatamente, nuestros momentos de lectura espiritual y recuperar las biografías de los grandes Santos, andamos muy flojos. Este tipo de frases lapidarias no vienen precisamente de un ateo, al contrario, somos los Católicos los que las decimos sin importarnos tan siquiera, si la persona que está postrada en una cama puede escuchar o no, sin embargo, no tenemos la misma verborrea para animar a la visita del Sacerdote, ni la familia tiene la misma disposición para llevarse el enfermo a su casa y que pase sus últimos momentos en un ambiente que le resulte conocido… ¡Que peculiares somos los Católicos! Cabe preguntarse si el agonizante estará conforme con que lo aniquilen en primera instancia.

Clínicas que se ofrecen para matar a la gente, nuevas leyes del gobierno por promulgar, ambiguos documentos de alguna Conferencia Episcopal (qué aunque no son palabra de Dios, alguien puede pensar que sí), amigos y familiares que incitan a la desconexión de los enfermos terminales… ¿Es esto cumplir el quinto mandamiento de la Ley de Dios, “NO MATARÁS?”

¿Qué derecho tenemos nosotros sobre la vida de otra persona y sobre nuestra vida? “Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado”. (Catecismo de la Iglesia Católica).Vivimos en una sociedad cegada por la comodidad y el bienestar, el dolor es algo que cada vez, nos resulta más ajeno. No se hizo Teresita de Liseaux, tomando el sol y leyendo un libro en la playa. Su santidad, se forjó a través de la enfermedad y el sufrimiento. “Soy feliz de combatir en familia por la Gloria del Rey de los Cielos” (Teresita de Liseaux)

¿Cómo podemos llamar muerte digna a que a una persona le administren un fármaco y la maten? ¿Qué dignidad es esa? Si lo pensamos detenidamente, no hay ninguna diferencia entre que a uno le peguen un tiro o le inyecten un suero mortal, la única disparidad entre un término y el otro, es que uno, está reconocido por las leyes civiles, como “asesinato” y el otro no, sin embargo, en la Ley de Dios, no se establece ninguna diferencia entre ambos. Amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias” (Evangelium Vitae-Juan Pablo II)

No hace mucho, me entregaban una estampa, con el título de «testamento vital», firmado por la Conferencia Episcopal Española. Después de leerlo detenidamente, observo varias cosas, que como Católica, me llaman la atención.»Considero que la vida es un don y una bendición de Dios, pero no es el valor supremo y absoluto»Exactamente, ¿Qué es lo que NO es, un valor supremo y absoluto?, ¿la vida?, ¿Dios?, ¿Las dos cosas? Cuánto menos, me sorprende que se anime a la feligresía, a firmar un texto, cuyo significado, resulta tan poco claro. En cualquier caso, hacerlo o no, es intrascendental, carece de valor jurídico. El  hecho es, como dejamos que nos adoctrinen. El documento continúa, «Si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados». Lo único que demuestra si una situación es recuperable o irrecuperable, inevitablemente, es el tiempo. Contra todo pronóstico medico, hay personas que han despertado de estados de coma, que los facultativos consideraban irreversibles. Por otra parte, ¿A que se llama un tratamiento desproporcionado cuando hoy en día, en los hospitales, a la semana de no dar signos visibles de mejoría, desconectan la respiración asistida del enfermo, quiera o no quiera la familia? ¿Es desproporcionado que te administren los cuidados paliativos mínimos? ¿Donde está la voluntad de Dios? ¿Que se nos está inculcando a los Católicos? No nos engañemos ni dejemos que nos engañen, no hay ningún tratamiento desproporcionado, nuestra sanidad no está por asumir costes innecesarios. “La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta «la acción creadora de Dios» y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (Evangelium Vitae-Juan Pablo II)

Para tener claro el valor de la vida y del sufrimiento en la enfermedad, no tenemos más que remitirnos al Magisterio de la Iglesia, a los documentos vigentes. “Sin duda que el misterio de Cristo crucificado chocará violentamente con nuestra pobre razón humana. No nos cabe en la cabeza, y hasta nos resulta repugnante, pensar que nuestra salvación pueda radicar en una cruz y en un crucificado. Pero es precisamente aquí donde una vez más resplandece la admirable providencia de Dios” (Catecismo de Trento, y más próximo en el tiempo: “Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable” (Catecismo de la Iglesia Católica)

Durante nueve meses, pude ver el dolor de una familia que tenía a uno de sus miembros en lo que los médicos llaman, un “estado vegetativo”, esperanzados y firmes en la voluntad de Dios, se mantuvieron al pie de su cama hasta el final, rezando, hablando… ¿Y qué sentido tiene eso? La purificación del alma y la conformidad con la voluntad del Creador. Sin duda, a través de ese sufrimiento, muchos de nosotros, que acudíamos regularmente a verla, encontrábamos la gran respuesta a la vida, todo pasa por la caridad, por el sacrificio y por la aceptación: “hágase tu voluntad” y no la nuestra. Hasta una planta, que es obra de Dios, ofrece gran belleza sin hacer absolutamente nada, ¡Cuánta más abundancia de bienes, aportará un ser humano, aunque sea en ese estado! “Pero el sacrificio de Cristo no es un hecho aislado que pasó, sino que tiene que perpetuarse a través de los siglos en los cristianos. Sufrió la Cabeza del Cuerpo místico; es preciso que sufran también los miembros. Padecer con Cristo y morir con Él al hombre viejo es la ley de la vida cristiana” (Catecismo de Trento)

Somos unos cafres insensibles y nunca se ha pisoteado tanto la dignidad de las personas, de los enfermos, de los ancianos, como hoy en día…Solo se busca quitar de en medio lo que nos molesta. ¡Asesinatos en cadena! “Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata en efecto de una violación de la ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad” (Declaración Iura et Bona-Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe)

El «Derecho a una muerte digna», para un Católico es: recibir los Sacramentos, tener nuestra alma en paz con Dios y resistir hasta que nuestras fuerzas se agoten. Sufrir el dolor propio, como purgación por nuestros pecados y soportar el dolor ajeno, ofreciendo con nuestra oración, la ayuda espiritual que todo moribundo necesita.

Trataré a mi cuerpo como si fuera de otro. Buscaré solamente la voluntad de Dios. Amaré sus deseos y haré de ellos mi única ley. Si Él quiere mi vida larga y penosa…sea. Si Él la quiere tomar esta noche…, sea. Lo mismo hoy que mañana, que dentro de mil años, mi vida es suya, mi cuerpo es suyo, mi salud, buena o mala es suya. Que Él sea el responsable de lo que me suceda. Cúmplase, Jesús mío, tu voluntad. ” (Hermano Rafael Arnaiz)

Sonia Vázquez

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