Nota del director The Remnant: Con gran alegría doy la bienvenida a un nuevo columnista entre nuestros colaboradores habituales. Si bien el Sr. Carter escribe desde el otro lado del charco, en Londres, nos hemos conocido en la página de The Remnant (RemnantNewspaper.com) de la que ha llegado a ser un valioso y frecuente colaborador. El artículo que sigue es una buena presentación, porque es la revisión que hace un nuevo escritor de una postura tradicional que The Remnant ha sostenido desde el comienzo con respecto a la Nueva Misa. El inminente Sínodo de la Familia amenaza con crear un gran cisma formal en la Iglesia, y es muy importante para los católicos recordar cómo logró esta pesadilla el elemento humano de la Iglesia. Nada de lo que está sucediendo bajo el desastroso reinado del papa Francisco hubiera sorprendido a mi padre, a Michael Davies, al arzobispo Lefebvre ni al resto de los pioneros del movimiento católico tradicional que insistieron desde el comienzo con que la Nueva Misa era la piedra fundamental de la revolución. Con una retrospectiva de gran angular, es tan fácil ver que tenían razón desde el principio: lex orandi, lex credendi; lo que de verdad importa es la Misa. Muchas gracias, Sr. Carter, por recordarnos tan genialmente lo que era la contrarrevolución católica cuando usted y yo éramos niños, y lo que debe volver a ser para que empiece una verdadera contrarrevolución católica. Bienvenido a bordo. Michael Matt
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Después de mi regreso a la Iglesia en 2005 (entonces vivía y trabajaba en Moscú), asistía habitualmente a la Misa Novus Ordo. Me resultaba edificante por la amistad con el cura párroco y lo que veía en la vida de los asistentes habituales, y a pesar de mis dudas sobre ciertos elementos de la misa a la que asistía, fui capaz de sofocar los recuerdos de lucha de mis padres, que se contaron entre los primeros tradicionalistas ingleses y el dolor y la angustia que sufrieron todos los días de su vida por la revolución que derribó cuanto ellos amaban.
Yo pensaba: “Pues esto debe de ser sacramentalmente válido, porque los fieles tienen buen corazón, el sacerdote es una excelente persona, no hay que preocuparse.” Pero a medida que pasaba el tiempo, se me ocurrió otra cosa: “Un momento, la validez sacramental es lo mínimo que debe tener una Misa católica. ¿Por qué compararla con unas exigencias tan minimalistas?” Entonces compré todos los libros que mi padre había devorado y nos había citado de niños, y comencé a pensar por mí mismo. La trilogía sobre la misa de Michael Davies fue fundamental. También lo fue una primera lectura de la Carta abierta a los católicos perplejos del arzobispo Lefebvre. Había muchos otros libros, pero esos fueron clave.
Después de salir de Rusia en 2009 viví en Portugal, a apenas 50 kilómetros de Fátima. Empecé a asistir a la capilla de la FSSPX y seguí leyendo. Al final llegué a la conclusión de que el Novus Ordo es inherentemente peligroso para la fe católica. En manos de un librepensador, un sacerdote débil o un sacerdote heterodoxo liberal es un arma mortal contra la religión católica.
La misa, como centro de nuestra Santa Fe, debe:
- Reforzar la fe católica en todos sus aspectos: la manera en que adoramos contiene en sí todo aquello en lo que creemos;
- Elevar el alma individual a la majestad y gloria de Dios;
- Presentar al alma la finalidad y la sobriedad de las decisiones morales que tenemos que tomar los católicos para heredar la Vida Eterna;
- Alentarnos a esforzarnos por alcanzar la santidad personal.
Más aún, debería mantenernos en una segura continuidad con los dos mil años de desarrollo orgánico (y realmente minúsculo) de la liturgia principal de la Iglesia occidental, para que podamos ser católicos que oyen las mismas palabras y ven los mismos gestos que un católico en la Italia del siglo IV, un católico portugués del siglo IX, un católico sueco del XIV o un católico inglés clandestino del siglo XVII. O que cualquier católico hasta 1968. La comunión de culto es comunión la fe, no solo con los demás católicos del mundo, sino con todos los católicos de todos los siglos desde el tiempo del mismo Jesucristo.
El Novus Ordo no cumple ninguna de estas funciones de culto. Cuando un ex obispo de la FSSPX dice que esa Misa representa una nueva religión, habla como obispo y no como el poseedor de conocimientos históricos poco conocidos. Su punto de vista deberá tenerlo en cuenta con detenimiento todo católico serio. Es una acusación tremenda para el Novus Ordo, y creo que es correcta.
No puede negarse que ha habido una enorme ruptura, una revolución en la Iglesia en los últimos cuarenta años. Quienes lo niegan, o son tontos, o tienen intereses en ello (o peor aún) se alegran de que ocurriera, cualquiera que sea el daño hecho; o se formaron en ello y no conocen otra cosa.
Nací en 1963, por lo que cuando tuve uso de razón los cambios ya estaban hechos. Tuve mucha suerte en ser hijo de unos padres cuya vida y personalidad se formaron y empaparon en la fe católica de los suyos, que eran de la generación de la Primera Guerra Mundial. Se rezaba antes y después de las comidas, nuestro hogar estaba lleno de estampas, imágenes, música, libros y conversaciones religiosos, ir a Misa era algo importante y el mundo entero del catolicismo era constantemente parte de nuestro hogar.
La revolución ocasionó un conflicto en las familias, guerra civil en la Iglesia y apostasía a una escala que no se veía desde el siglo XVI y antes, en tiempos de Arrio, y ha perdido incontables almas. Estoy seguro de esto último: los cambios han costado muchísimas almas. Si millones de descontentos abandonaron la Iglesia, pasaron años sin recibir los sacramentos o no volvieron a recibirlos antes de morir, ¿cómo podían evitar caer en pecado mortal? ¿Y si murieron en ese estado….? La revolución ha sido realmente una gran cosecha de almas para el demonio. Esta es sin duda la peor acusación que deberán enfrentar en su juicio particular los que nos trajeron la revolución.
En el corazón de la revolución está el Novus Ordo, lo cual es bastante comprensible dado que la misa es centro y vértice de la fe católica. ¿Y cuál es la naturaleza esencial de la revolución, que se ve palpablemente en el Novus Ordo? Creo con todo mi corazón que su núcleo fue la victoria dentro de la Iglesia –todavía actual y avanzando rápidamente hacia su conclusión natural en el próximo Sínodo contra la Familia, que es un ataque a la misma Ley Divina– de los enormes errores del naturalismo antropológico y el materialismo, y el padre de ambos: el ateísmo práctico.
A mi modo de ver, la revolución es la manera en la que se han ocupado de la religión y de la Iglesia los miembros de la jerarquía que ya no creían en sus dogmas.
Esta pérdida de fe de la jerarquía en la existencia de Dios y en el mundo invisible (que para todo católico auténtico debe ser el mundo que más presión ejerza en su mentalidad, pensamientos, conducta y vida entera) fue por supuesto el elemento esencial que observaron los primeros tradicionalistas y lo que les causó tanta inquietud y luego un enorme dolor. Aquellos primeros tradicionalistas eran simplemente católicos auténticos que se negaban a convertirse en protestantes. Ellos eran en ese momento lo mismo que los católicos tradicionalistas son ahora.
La revolución también fue fruto de un significativo número de personas que estudiaban la manera de robarle a la misa su naturaleza católica para agradar a los protestantes de Alemania e Inglaterra, entre otros, a quienes quizás se sentían más cercanos que sus correligionarios católicos. Estos eran los neomodernistas que habían procurado pasar inadvertidos desde los tiempos de San Pío X pero aún seguían muy activos. Su visión del mundo estaba marcada por un aparente triunfo de la “historicidad”, por el (cercano, creyeron) triunfo del marxismo y de sus “verdades”, y por los avances de la ciencia y la tecnología. Los peritos del Concilio eran en gran medida personas así, muchos de ellos empapados de la “Nueva Teología” de Congar, von Balthasar, Schillebeeckx y otros. Hay que decir que el padre Ratzinger de aquella época era uno de ellos, vestido habitualmente como un hombre de negocios.
Para todos esos hombres, era necesaria una Misa nueva para el hombre moderno conformado por todos esos procesos históricos, una Misa que diera al hombre más “dignidad” (en cuanto a su “participación” , «ministros de la Eucaristía», seglares en medio del presbiterio, destrucción del sacerdocio). Una Misa para la “comunidad” (marxista colectiva) donde el alma individual no estaba llamada a decir en su corazón “creo” sino, junto con el colectivo, decir “creemos”. La mentalidad generada por este énfasis es uno de “comunidad”: entonces la misa es ahora principalmente un “banquete”. De hecho, es el colectivo en oración (que no tardó en convertirse en colectivo que se adoraba a sí mismo). Para mí no es en modo alguno una comida: yo prefiero pastel de carne.
El Novus Ordo, al eliminar específicamente la doctrina católica del sacrificio propiciatorio, ¿tranquilizaría a todos aquellos luteranos y anglicanos con los que fuimos tan malos durante tanto tiempo?
Y para esta nueva Misa, con su centro de gravedad no en Cristo sobre el alma individual (relación vertical) sino sobre el colectivo (relación horizontal), era necesario una nueva orientación física: el sacerdote y la gente debían mirarse, el tabernáculo ante el que me arrodillaba y rezaba de niño fue retirado de la vista para esconderlo en algún rincón de la capilla. Todas las barreras (como las barandas del altar) que “negaban” a la comunidad la dignidad que le correspondía fueron retiradas para que el presbiterio se convirtiera en la iglesia entera (y en ese proceso transformar todo el espacio en un lugar profano en vez de santo); las iglesias nuevas se construyeron como teatros griegos donde la comunidad podía reunirse alrededor de sí misma en lugar de con la dimensión vertical según la cual se construyeron todas las iglesias de nuestros antepasados. Se construyeron trazando una línea de los fieles al sacerdote y diáconos hacia Dios en el tabernáculo. No así las nuevass, que tenían que servir a la comunidad antes que a Dios.
Culturalmente, el Novus Ordo ha sido una catástrofe de proporciones épicas. Que la Iglesia Católica, depósito de los mayores frutos del esfuerzo humano en la Historia, haya dado efectivamente la espalda a su grandeza cultural es como si los monjes de los siglos V al IX dijeran: “Qué lata tener que copiar tantos conocimientos de los griegos y los romanos, arte, poesía, prosa y y otras grandes obras. ¿Por qué no tiramos todos estos pergaminos y códices al mar y vamos a tomarnos unas copas?”
El Novus Ordo ha venido acompañado de unos agregados nefastos, entre ellos una iconoclasia a un extremo no visto desde la herejía contra las imágenes de la Iglesia Oriental o la llamada «Reforma»; está culturalmente empobrecido, y a consecuencia de ello todos nos vemos gravemente empobrecidos. Indudablemente es una catástrofe en todos los sentidos: religioso, teológico, arquitectónico, musical… No es más que la mutilación de la Historia por unos hombres que tenían más en común con el Año Cero de Pol Pot que con todos los padres, santos y papas del pasado.
El Novus Ordo:
- Es una misa creada específicamente (la primera vez en la historia que se hace esto) para satisfacer una imaginaria necesidad sociológica de un supuesto hombre moderno. Como creación de un comité que es, no puede tener ningún vínculo orgánico con el rito venerable de al menos 1500 años al que reemplazó.
- Fue, sin duda, creado para protestantizar en efecto la Iglesia Católica (las motivaciones varían desde la ingenuidad hasta una hostilidad demoníaca a la Iglesia).
- Ha ocasionado que el sacrificio de Cristo por nosotros los pecadores sea empujado del centro a la periferia, literal y figuradamente.
- Está orgulloso, orgullosísimo, pregonando en su naturaleza una dignidad del hombre que los pecadores no merecemos.
- Es una insignificancia cultural; un desastre.
- Destierra la comunión privada del alma con Dios, y con ruido y con distracciones hace que esa comunión sea casi imposible.
- Pregona su infantilismo a los cuatro vientos.
- Es una colectivización deliberada del culto en una forma marxista.
- Es afeminada, y consecuentemente creo que atrae a un clero homosexual a una Iglesia afeminada.
Me costaba tanto asistir a esas misas que al final decidí no hacerlo más. Creo que si lo hago perdería la fe o tendría una fe tan vaciada por el naturalismo antropocéntrico que me irritaría gravemente la conciencia, no sólo mis sentidos. No voy a someter mi alma al espectáculo de sandeces que es el Novus Ordo.
Ya se trate de laicos deambulando por el presbiterio como Pedro por su casa como de las tonterías que predica el que “preside” para que nos sintamos a gusto, o de la invención de inexistentes “ministerios litúrgicos de laicado”, todo está pensado para transgredir y molestar. En una reciente Misa en inglés celebrada en Etiopía (de la que salí al cabo de veinte minutos), ¡el folleto de la misa llamaba a alguien “comentador”! No podía descifrar cuál era su misión, y tampoco me quedé para averiguarlo. Lo que sí sé es que, como fui monaguillo hacia finales de los sesenta, consideraba el presbiterio tierra santa que no debía contaminar un profano. Para mí era todo un honor que se me permitiera estar allí. Imaginen mi dolor cuando años más tarde en Portugal encontré una iglesia en un pueblo costero donde el anciano párroco se negaba a dejar que los acólitos vistieran vestimentas litúrgicas e incluso a que hubiera agua bendita en la iglesia.
El Novus Ordo fue creado a propósito para destruir la fe de nuestros padres. Si queremos que la Iglesia triunfe en este mundo, debemos traer de vuelta la Misa de siempre . No se la puede maltratar; de hecho, es imposible asistir a la Misa de siempre y no ser católico.
Cabe preguntarse: ¿podría uno reconciliarse con la nueva Misa si los sacerdotes inútiles fueran reemplazados por hombres mejores? Por un tiempo pensé que estaba reconciliado con ella. Pero incluso cuando lo hice no estaba reconciliado en mi corazón. El problema de base con el Novus Ordo es que fundamentalmente no es católico. Si todavía tenemos una Misa válida es sólo porque la triste figura del papa Pablo VI no pudo digerir lo que realmente quería hacer Bugnini. Y hasta se vio obligado a tomar una decisión por vergüenza ante la intervención de los cardenales Ottaviani y Bacci. Un sacerdote malo puede convertir una Misa nueva en un completo sacrilegio (por ejemplo, misa con payasos), mientras que uno bueno tiene siempre un brazo atado a su espalda, por lo que considero que no se puede reformar esa Misa. Por su propia naturaleza, no refleja la doctrina católica sobre la liturgia.
¿Y en qué radica fundamentalmente la diferencia? En una Cristología completamente diferente. La misa de siempre me coloca donde la fe dice que debo estar, de rodillas ante Dios, sabiendo que sólo puedo salvarme por medio del arrepentimiento, la penitencia y la misericordia de Dios. La nueva Misa me pone en el centro, en el lugar del mismo Dios, o como mucho, al lado de Él. Da por sentado que ya he alcanzado la deificación. Pero todo el impulso de la Iglesia en las últimas décadas ha sido en el sentido de presunción de nuestra salvación, ¿no?
Veamos entonces algunas citas, a las que podrían agregarse muchas otras, entre ellas las palabras incriminatorias de Benedicto XVI, monseñor Gamber o el padre Pío.
El arzobispo Annibale Bugnini, autor principal de la nueva Misa, dijo en L’Osservatore Romano del 19 de marzo de 1965: “Es preciso apartar toda piedra que pueda constituir el más leve riesgo de tropiezo o disgusto para nuestros hermanos separados.” (O sea: ¡dejemos de ser católicos y cambiemos de religión!)
Y una vez más en 1974: “(…) La reforma de la liturgia fue una gran conquista de la Iglesia Católica”.(Estas palabras de Bugnini deberían meditarse en silencio.) Ahora seguiría “La adaptación o ‘encarnación’ de la liturgia romana a los usos y la mentalidad de cada iglesia particular.”
El padre Kenneth Baker, SJ, en un editorial de febrero de 1979 de Homilectic and Pastoral Review:“Las transformaciones experimentadas por la Iglesia en todos los niveles nos han dejado anonadados, pero es la revolución litúrgica lo que nos afecta a todos íntima e inmediatamente.”
Peter L. Berger, sociólogo luterano: “Un sociólogo malicioso a más no poder, empeñado en causar el mayor daño posible los católicos haciéndose para ello asesor de la Iglesia difícilmente lo podría haber hecho mejor.”
Dietrich von Hildebrand: “En verdad, si a uno de los demonios de Las cartas del Diablo a su sobrino de C.S. Lewis se le hubiera confiado la ruina de la liturgia no podría haberlo hecho mejor.”
El cardenal Heenan de Westminster, en su autobiografía Crown of Thorns (corona de espinas): “Los cambios posteriores fueron más radicales que los pensados por el papa Juan y los obispos que aprobaron el decreto sobre la liturgia. Su sermón al final de la primera sesión demuestra que el papa Juan no sospechaba lo que estaban planificando los peritos en liturgia.”
Este purpurado inglés advirtió a los padres del Concilio que los peritos podían elaborar textos capaces de tener una interpretación ortodoxa y modernista a la vez. Les dijo que temía a los peritos, así como la posibilidad de que éstos se hicieran con la autoridad para interpretar el Concilio al mundo. El 26 de junio de 1966, la revista Tablet informó de la creación de cinco comisiones de interpretación y puesta en práctica de los decretos del Concilio. Los miembros de dichas comisiones fueron elegidos, según el informe, «por la mayor parte de los peritos».
El padre Joseph Gelineau SJ, perito del Concilio, entusiasta defensor de la revolución postconciliar, escribió en “Demain la liturgie”: “A decir verdad es una liturgia diferente de la Misa. Esto hay que decirlo sin ambigüedades: el Rito Romano como tal ya no existe. Se ha destruido.”
Lamento llegar a la conclusión de que, al llamar al Novus Ordo y la Misa de siempre “dos versiones del mismo rito”, Benedicto XVI fue como mínimo un iluso. Su “reforma de la reforma” estaba condenada al fracaso desde el comienzo: usted no puede llamar Jaguar a un Trabant* y esperar que la gente lo compre cuando no se parece a un Jaguar ni anda como tal. Comparada con la Misa de siempre, la Novus Ordo es como mucho un garabato de un niño al lado de un Caravaggio. Son cosas muy distintas y mutuamente antagónicas. La primera es católica hasta la médula. La otra es como el cuco, ese pájaro que pone los huevos en nidos ajenos para que los empolle otra madre, y cuando salen las crías del cascarón empujan y arrojan al suelo los huevos que estaban originalmente en el nido: es una trampa introducida en la Iglesia Católica para hacerle mucho daño. Los católicos debemos evitarla a toda costa.
Benedict Carter
*Trabant: El único automóvil que se fabricaba en Alemania Oriental durante la época comunista, no mucho mejor que el troncomóvil de los Picapiedra, que funcionaba mal y se «trababa» mucho.
[Traducido por Marilina Manteiga]