Editorial: «La Conversación que deberíamos tener: Un auténtico debate Teológico sobre la Iglesia y el Mundo»

[Nota de Rorate: Esto pretende ser el inicio de un debate entre los colaboradores de Rorate sobre la ‘Reforma de la Reforma’ y su futuro…]

Lo que es tan sumamente necesario para la Iglesia de hoy es un auténtico debate teológico  sobre temas importantes, tanto dentro de la Iglesia como en el mundo. Y este debate es muy necesario dentro del movimiento Tradicional de la Iglesia. Lo que está en juego es el concepto y la misma comprensión de la Tradición dentro de  la Iglesia, y que abarca tanto a la Escritura como a la Enseñanza de la Iglesia para el tiempo presente. Para el católico, la Escritura no puede estar divorciada de la Tradición, ya que debe incluir a la propia Enseñanza de la Iglesia con su carácter vinculante. Espero que hayan notado  el hecho, de que yo, no haya invocado a el término «Magisterio» con respecto de las enseñanzas y oficios de la Iglesia. El Magisterio, tal y como se entiende hoy en día, no existió antes del concilio Vaticano I, al menos en un sentido definido explícitamente. Yo diría que el concepto de Magisterio, que consistiría en el Papa en unión con los obispos, y los niveles de la enseñanza Ordinaria y Extraordinaria, son más bien un concepto moderno. Esto no quiere decir que este concepto sea erróneo o que no sea útil. Pero esta manera de entender el papel de las enseñanzas y del oficio de la Iglesia, definidas de esta manera estrecha y legalista, empobrece el significado de la Ecclesia Docens al pasar por alto el papel de la Liturgia y de la piedad de la gente en la enseñanza de la Iglesia, encarnadas en la Tradición. Una de las principales razones por la que nos encontramos en la lamentable situación de la Iglesia hoy en día, es por la omisión de las funciones de la Liturgia y de la piedad de la gente dentro del concepto de lo que es Magisterio.

No soy consciente de un incremento en la cantidad de fieles que pidió una nueva liturgia, en la década de 1960. Lo que sucedió después de que el Vaticano II tenía poco que ver con el Pueblo de Dios. Y lo que ocurrió vino de la parte superior hacia la inferior. Fue la imposición a la gente de un rito, por parte de brahmanes litúrgicos en un momento y en un lugar determinados; con una cierta escolaridad defectuosa (como todas las escolaridades); con un cierto deseo que alentaba a estar con los tiempos: y esta imposición fue posible por la creencia de que el Magisterio (y más concretamente el Papa), tenía el poder y la autoridad para hacerlo.

Y esto es lo que debe ser debatido entre los que aman a la Iglesia y a su Tradición: ¿cuál es la base de este poder y cuál la autoridad para cambiar sustancialmente la Tradición de la Iglesia en la forma de la Liturgia? En el caso de la Papa, ¿está en la definición de la Infalibilidad Papal del concilio Vaticano I? ¿Está en el Catecismo, que nos habla del Magisterio Extraordinario y Ordinario respecto del Papa y los obispos? Cuando Pío X firmó la revisión radical del Breviario Romano y promulgó esta misma revisión como el Breviario Romano (al menos Pablo VI llamó a su revisión con un nombre nuevo), ¿de dónde le vino esta autoridad? Cuando Pío XII, a pesar de sus propias advertencias sobre los arcaísmos en la escolaridad litúrgica, que inicia los ritos de Semana Santa posteriores a 1955, ¿cuál fue la base de la autoridad para cambiar la Tradición encarnada en la Liturgia? Cuando Pablo VI, de un plumazo, trajo una Nueva Liturgia y supuso que la Santa Misa Tradicional era entonces una cosa del pasado que podía ser desechada y que nunca sería de nuevo parte de la Iglesia, ¿es aquí cuando este poder y autoridad empezaron a existir? ¿Fue cuando el Papa asumió la autoridad para cambiar las palabras de la Consagración, en base a hacerlas más bíblicas o a la eliminación de «Mysterium Fidei«, porque nadie entendía qué hacían esas palabras ahí, durante la Consagración del vino en la Sangre Preciosa? ¿O fue cuando San Juan XXIII decidió añadir a San José en el Canon de la Misa? ¿Quién podría oponerse a esto? Pero, ¿cuál era la base de su autoridad para hacer tal cosa? ¿Era absoluta su jurisdicción sobre la Iglesia como príncipe de pastores? Y más preguntas sobre la relación del Derecho Canónico con la normativa litúrgica; cuál es el origen y el significado de la Ley litúrgica; y cuál es su relación con la Tradición: todo esto necesita ser hablado y debatido de manera fiel e inteligente.

Los hombres y mujeres que aman la Tradición están ahora disgustados con el edicto del Papa Francisco que cambia las rúbricas del Misal Romano de Pablo VI para permitir que sean lavados los pies de mujeres y niñas, así como los pies de hombres y niños. Mi estimado colega Augustinus, al escribir para Rorate Caeli, comprende el cambio más reciente en el desarrollo litúrgico en curso, que ha marcado a los años post-Vaticano como algo «inevitable.» Y él está en lo cierto. Así como es inevitable el Papa Francisco. Pero bajo este sentido de inevitabilidad se encuentra un legalismo profundo que sustenta la comprensión de la misma Liturgia. No hay duda de la necesidad de normas litúrgicas. Pero el hecho es que las normas litúrgicas fueron impotentes frente a la innovación de la Misa de cara al pueblo. Fue impotente frente a la práctica anti-Tradicional de recibir la Comunión en la mano, una práctica que nació en la desobediencia. Fue impotente frente a un sinnúmero de abusos en la Misa, abusos que son todavía parte de la «normalidad» en la celebración de la Misa de hoy. Y es aquí donde no estoy de acuerdo con mi colega, cuando este dice: «mientras que la ‘Reforma de la Reforma’ no quede plasmada en una legislación clara que la jerarquía superior haga cumplir vigorosamente, no va a levantar nunca cabeza y no será más que la afición de una pequeña minoría».

Yo diría que, sin duda alguna, aquellos de nosotros que amamos la Tradición y que lamentamos el estado actual de la vida litúrgica de la Iglesia hemos aprendido que una legislación de cualquier tipo no es la respuesta. Un obispo que conozco y que respeto, me dijo recientemente: «Somos sacerdotes. No somos policías». Un análisis de la vida litúrgica de la Iglesia no puede ser fijado mediante la ley. Como se puede fijar, en su sentido más profundo, es mediante la pura gracia de Dios. Como podemos cooperar con esta gracia es un tema de conversación. Pero lo más importante es iniciar un debate sobre la autoridad papal, sobre su base, su naturaleza y sus límites. Y como todo debate dentro de la Iglesia de Cristo, debe ser realizado escuchándonos los unos a los otros en caridad.

Padre Richard G. Cipola

[Traducción de Miguel Tenreiro. Artículo original]

RORATE CÆLI
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