EPISODIOS DE LA VIDA DEL PAPA
El mensaje de la servilleta
Una mujer de la limpieza del aeropuerto de Buenos Aires supo, por casualidad, que el hombre que pasaba por delante iba a estar con el Papa Francisco. Y pensó escribir un breve mensaje, para hablarle de su hijo drogadicto y desocupado, por el que trabajaba todo el día. No teniendo a mano otra cosa, le escribió en una servilleta de papel. La singular misiva atravesó el océano, y llegó a manos del Papa, que llamó a la mujer y también habló con el hijo. Escuchó a ambos, les dijo que estaba a su lado y que rezaba por ellos. El Papa, al contar a los sacerdotes romanos el ejemplo de esta mujer dijo: «¿No es eso santidad?».
La humildad de los políticos
En la homilía de Santa Marta del pasado 16 de septiembre, Francisco explicó que quien gobierna «debe amar a su pueblo», porque «un gobernante que no ama, no puede gobernar: como mucho, podrá poner disciplina, poner un poco de orden, pero no gobernar». «No se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad. Y todo hombre, toda mujer que debe tomar posesión de un servicio de gobierno, debe hacerse estas dos preguntas: “¿Yo amo a mi pueblo, para servirlo mejor? ¿Soy humilde y escucho a los demás, con sus diversas opiniones, para elegir la mejor?”. Si no se hace estas preguntas, su gobierno no será bueno. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre o una mujer humilde».
La Virgen «desatanudos»
Entre las devociones del Papa hay una poco conocida, que él mismo difundió en Argentina. Durante un viaje a Alemania descubrió esta imagen votiva bávara del Setecientos, la «Virgen desatanudos», obra del pintor alemán Schmidtner, que se conserva en una capilla de Augsburgo. Es un cuadro que retrata a María intentando deshacer los nudos de una cinta que le pasan dos ángeles, los pequeños y grandes nudos de los que pide su ayuda. Al volver a Argentina, el futuro Papa comenzó a difundir la devoción, encontrando enseguida un notable consenso entre los fieles. Cuando escribía cartas, el cardenal Bergoglio nunca dejó de añadir con una estampa con esa imagen.
«Prefiero que me maten a mí…»
En el 2009, uno de los sacerdotes mandados por el cardenal Bergoglio a las «villas miserias» de Buenos Aires, el padre Pepe (José María di Paola), padeció pesadas amenazas porque estaba tratando de recuperar a muchos chicos víctimas de la droga. El futuro Papa dijo públicamente que sus sacerdotes no habían atacado a nadie, y que había sido él, en cambio, quien hablaba contra el narcotráfico. Y al padre Pepe, cuando le contó la amenaza recibida, le había respondió: «Prefiero que me maten a mí antes que a uno de vosotros».
Sin trabajo, falta dignidad
El 22 de septiembre, Francisco visitó Cagliari, y su primer encuentro fue con los trabajadores y los desocupados. Había preparado un texto, pero lo dejó de lado y habló espontáneamente. «¡Donde no hay trabajo, falta la dignidad! Y esto no es un problema solo de Cerdeña, ni es un problema solo de Italia o de algunos países de Europa, es la consecuencia de una decisión mundial, de un sistema económico que lleva a esta tragedia; un sistema económico que tiene en el centro un ídolo, que se llama dinero… Dios no quiso que en el centro del mundo haya un ídolo, sino que esté el hombre, el hombre y la mujer, que saquen adelante, con su propio trabajo, el mundo. Pero ahora, en este sistema sin ética, en el centro está un ídolo, y el mundo se ha vuelto idólatra de ese “dios-dinero”. ¡Manda el dinero!
Estoy vivo gracias a una monja
Para explicar la importancia de la experiencia de estar «en la frontera», el Papa propuso el ejemplo de las monjas en los pasillos de los hospitales contando la grave enfermedad que tuvo a los 21 años: «Yo estoy vivo gracias a una de ellas. Cuando tuve el problema del pulmón en el hospital, el médico me dio penicilina y estreptomicina en ciertas dosis. La monja que estaba de turno le triplicó la dosis porque tenía olfato, sabía lo que hacer, porque estaba con los enfermos todo el día. El médico, que era muy bravo, vivía en su laboratorio, la monja vivía en la frontera y dialogaba con la frontera todos los días».
Los pobres que comparten el corazón
Un padre de familia que vive en una de las favelas de Buenos Aires invitó a su casa al cardenal Bergoglio. «Se quedó a comer con nosotros. No habíamos preparado nada especial, solo un poco caldo con pasta, nada más. Nunca olvidaré sus palabras. De repente me miró a los ojos y me dijo: “Me gusta sentarme en la mesa de los pobres, porque sirven la comida y comparten el corazón. A veces, en cambio, quien tiene más solo comparte la comida…”».
«Nos veremos en el Purgatorio»
La tarde del sábado 7 de septiembre, Francisco tuvo un encuentro fuera de programa con unos cincuenta peregrinos cerca de la cancela del Santo Oficio: habían acompañado a su párroco, que vino a dar al Papa su viejo Renault 4, pero solamente algunos de ellos habían logrado entrar. Cuando lo supo, el Papa quiso ir a saludarlos. «Se ve que vosotros no tenéis el pasaporte en regla», dijo bromeando a los que se habían quedado fuera. Después de haberles dado la bendición, añadió: «Hasta pronto… Y si ya no nos vemos aquí, nos veremos en el Purgatorio».