El Papa Francisco: »Jesús hace un poco el tonto…»

El Papa Francisco: »Jesús hace un poco el tonto…». Esta y otras inauditas y gravísimas »expresiones» pronunciadas el pasado jueves

Es clamoroso -para un papa- confundir al diablo (de doble cara) con Jesús. Ha sucedido el jueves cuando Bergoglio ha evocado erróneamente un capitel de la catedral de Vézelay: un “cambio de personas” emblemático de este pontificado, aunque debido probablemente a algún escritor fantasma superficial.

Es sin embargo de su cosecha confundirlos (a Jesús y al diablo) incluso para mostrar que Judas se haya salvado (sin haberse arrepentido) dando a entender así que ni siquiera él ha terminado en el infierno…

No se sabe si este papa cree en el infierno, pero -oyéndole- parece que sólo vayan a él los que son contrarios a la inmigración en masa, los que usan aires acondicionados o vasos de plástico y los cristianos que siguen el Evangelio al pie de la letra.

En todo caso en el mismo discurso del jueves por la tarde en el Encuentro eclesial de Roma, Bergoglio no se ha limitado a tales barbaridades sobre el capitel de Vezélay.

El -de su cosecha- incluso ha anillado una serie increíble de otras “perlas” al límite de la blasfemia: Jesús, que en el episodio de la adúltera “hace un poco el tonto” (expresión inaudita que la web vaticana ha cambiado por “se hace un poco el tonto”, pero ahí está la grabación…) y después Jesús, que -en el mismo episodio en el que la mujer ha sido salvada de la lapidación- “ha faltado a la moral” (“ha mancato verso la morale”, textualmente). Además Jesús, que no era un “limpio” (“pulito”, ha utilizado precisamente esta expresión) dando a entender no se sabe qué (mejor no preguntárselo siquiera).

Finalmente Bergoglio ha afirmado incluso que “una gran mayoría de nuestros matrimonios sacramentales son nulos” (obligando al padre Lombardi a explicar después que, en la web vaticana, ha sido corregido el texto por: “una parte de nuestros matrimonios”).

Y siempre el mismo obispo de Roma -para completar la actuación- ha añadido a esta temeraria y devastadora afirmación que, por el contrario, tantas “cohabitaciones” son “matrimonios verdaderos” (legitimando así, de hecho, las cohabitaciones, tras haber deslegitimado matrimonios sacramentales sólidos y verdaderos).

Naturalmente lo que para la opinión pública laica es solamente curioso e incluso divertido como un espectáculo de desguace, desde el punto de vista católico es devastador, es una especie de flagelo que ha caído sobre la Iglesia con el riesgo de demolerla.

MAS ALLA DEL LIMITE

Tanto es así que Robert Spaemann, uno de los más grandes filósofos y teólogos católicos, amigo personal de Benedicto XVI, ha vuelto a tronar el viernes en “Die Tagespost” con un artículo con el título elocuente: “También en la Iglesia hay un límite de soportabilidad”.

Refiero una frase suya:

“algunas afirmaciones del Santo Padre se encuentran en clara contradicción con las palabras de Jesús, con las palabras de los apóstoles y con la doctrina tradicional de la Iglesia… Si entre tanto el prefecto de la congregación para la doctrina de la fe (Card. Müller) se ha visto obligado a acusar abiertamente de herejía al más estrecho consejero y escritor en la sombra del papa, quiere decir que la situación ha ido verdaderamente demasiado lejos. También en la Iglesia católica romana hay un límite de soportabilidad”.

Spaemann ha criticado también la habitual ambigüedad de Bergoglio especialmente en ciertos temas, tratados en Amoris laetitia, donde -para no no ser cogido en herejía manifiesta- dice y no dice, alude, pero no se expone, lanza la piedra y esconde la mano.

He aquí pues las palabras de Spaemann:

“Al papa Francisco no le gusta la claridad unívoca. Cuando, hace poco tiempo, ha declarado que el cristianismo no conoce ningún ‘aut aut’, evidentemente no le molesta en efecto que Cristo diga: ‘Vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo demás viene del maligno’ (Mt 5,37). Las cartas del apóstol Pablo están llenas de ‘aut aut’. Y finalmente: ‘¡Quien no está conmigo, está contra mí!’ (Mt 12,30).

Spaemann había intervenido ya el pasado 28 de abril contra la Amoris laetitia de Bergoglio, explicando que hay “frases decisivas, que cambian de manera sustancial la enseñanza de la Iglesia”, “que se trate de una ruptura es algo que resulta evidente a cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en cuestión… Si el papa no está dispuesto a introducir correcciones, tocará al pontificado sucesivo volver a poner las cosas en su sitio oficialmente”.

Otro importante filósofo católico, Josef Seifert, colaborador de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, ha intervenido recientemente con críticas durísimas, que ha motivado de esta manera:

“el papa no es infalible si no habla ex cathedra. Varios papas (como Formoso y Honorio I) fueron condenados por herejía. Y es nuestro santo deber -por amor y por misericordia a tantas almas- criticar a nuestros obispos e incluso a nuestro querido papa, si se desvían de la verdad y si sus errores dañan a la Iglesia y a las almas”.

Además de las barbaridades del magisterio bergogliano se añaden sus decisiones en el gobierno de la Iglesia de sabor sudamericano.

DICTADURA

Por ejemplo, Bergoglio ha tomado una serie de medidas que sustraen prerrogativas a los obispos y los someten a una especie de espada de Damocles discrecional, con el riesgo de destitución en el caso de que no se adecuen al verbo bergogliano.

En efecto, después de los dos Sínodos, en los que la oposición de obispos y cardinales a la “revolución” bergogliana ha sido vasta y decidida, ahora en el mundo eclesiástico todos callan aterrorizados.

Tanto es así que Mons. Athanasius Schneider, obispo de Kazajistán (donde recuerdan bien lo que es una tiranía), ha declarado:

“cuando, en una Iglesia, llegamos al punto en el que los fieles, sacerdotes y obispos tienen miedo de decir algo, como en una dictadura, esta no es la Iglesia”.

Sin embargo, entre los católicos laicos hay cada vez mayor número de voces de desconcierto que se alzan. Sobretodo en los Estados Unidos.

Ayer, por ejemplo, Phil Lawler, en “Catholic Culture”, comentando el discurso papal del jueves, ha publicado un duro comentario titulado: “El daño (otra vez más) de las declaraciones del papa sobre el matrimonio”, donde pone a la luz también otras “perlas” de aquella intervención.

PERSECUCIÓN

Impresiona, por lo que se refiere a las cuestiones pastorales, la insensibilidad de este papado hacia la tragedia de los cristianos perseguidos y por contra su condescendencia hacia regímenes discutibles e incluso hacia dictaduras inhumanas, que continúan persiguiendo y encarcelando a los cristianos. El caso más evidente -junto al de los regímenes islámicos- es el de China.

Ya había dado escándalo la entrevista de Bergoglio el pasado 2 de febrero en “Asia Times”, en la cual había callado completamente sobre los enormes problemas de derechos humanos y de libertad religiosa que tiene China (donde están todavía en  los lager obispos como Mons. Su Zhimin). Pero en aquella entrevista, dirigido a los tiranos comunistas de Pekín, Bergoglio había pronunciado “palabras desmesuradamente absolutorias sobre el pasado, presente y futuro de China” olvidando “los millones y millones de víctimas que el papa no nombra nunca, ni siquiera veladamente” (Magister).

“Lo que desconcierta a muchos católicos chinos” escribe Sandro Magister “es el silencio que las autoridades vaticanas mantienen sobre los obispos privados de libertad”.

En los últimos días además ha producido un clamor el caso del obispo de Shangai Ma Daquin, que -después de cuatro años de arresto domiciliario- ha firmado una autoacusación, de aquellas típicas de los tiempos estalinianos o de la revolución cultural maoísta, en la cual sostiene haberse equivocado y hace apología de la Asociación patriótica que es la Iglesia del régimen de la China comunista. La práctica de la autoacusación ha vuelto a estar de moda en China.

Pero hay más. El padre Bernardo Cervellera, uno de los más informados conocedores de la Iglesia de China, en su web “Asia news” (aunque es bergogliano) por amor a la verdad ha tenido que afirmar: “Un obispo chino teme que alguien en el Vaticano haya pilotado la ‘confesión’ de Ma Daqin para agradar al gobierno chino”.

Lo cierto es que millones de cristianos chinos, que heroicamente viven su fe bajo la persecución, han quedado defraudados, confundidos y dolidos por este cambio de actitud. Pero también por aquello en lo que se ha convertido Roma en los últimos tres años.

Una Roma donde se oyen resonar palabras inauditas hacia el Hijo de Dios como las pronunciadas el pasado Jueves en la Basílica de San Juan de Letrán por Jorge Mario Bergoglio.

Antonio Socci

[Traducido por Marianus el Eremita. Artículo original.]

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