Para crecer en santidad (IV): Los cimientos del edificio espiritual

Por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca; pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena.” (Mt 7: 24.26)

A la hora de preparar los cimientos de nuestro edificio espiritual hemos de tener en cuenta lo siguiente. Comenzar a edificar sin tener buenos cimientos es lo mismo que construir sobre terreno inseguro. Al primer problema todo el edificio se vendrá abajo. Los cimientos y luego los pilares serán los que darán especial solidez a nuestro edificio. Es por ello que tendremos que poner especial cuidado en la realización de los mismos.

Se dice que una persona tiene cimientos cuando tiene una base sólida sobre la que construir. En términos vulgares se dice que esa persona tiene “madera”. ¡Cuántas veces he oído decir a los profesores del colegio! “Este chico hará grandes cosas, tiene madera”. Y por el contrario también he oído decir lo opuesto.

Recordemos que el edificio que tenemos que construir es espiritual, dicho en otras palabras, es eminentemente sobrenatural. Pero lo sobrenatural se edifica “sobre” lo “natural”. Si no hay nada “natural” es difícil construir lo “sobrenatural”. Sí es verdad que lo sobrenatural lo pone Dios, pero Él necesita nuestra colaboración y una base principalmente natural que lo sustente. Esa base son precisamente los cimientos.

Ese sustrato de roca sobre el que edificar, y que no es otra cosa que un conjunto de virtudes principalmente naturales, es algo que nosotros deberemos proveer a Dios. Si no lo tenemos entonces tendremos que hacerlo. La clave será comenzar a hacer cimientos hasta que encontremos un sustrato sólido desde donde poder edificar.

Problema para crear ese sustrato: Los valores que impregnan la sociedad actual

A la hora de crear en los más jóvenes ese sustrato sólido desde donde ellos puedan edificar, el primer y más importante enemigo que se encuentran es la sociedad actual en la que viven. Los valores que impregnan la sociedad actual son totalmente contrarios a nuestra fe; e incluso desde el punto de vista meramente humano, se podrían considerar como antivalores.

Veamos una serie de ejemplos que hablan por sí mismos.

1.- La enseñanza está especialmente diseñada para que los niños y jóvenes no piensen. Se sigue la ley del mínimo esfuerzo y la de premiar al que menos se lo merece; y en cambio no favorecer al que destaca. Es común ver a jóvenes universitarios con miles de faltas de ortografía, un desconocimiento total de la historia, literatura… y en general de las ramas básicas del conocimiento; es decir de aquello que comúnmente llamamos “cultura”.

2.- Las bellas artes, desde la música, la pintura, el teatro, el cine… huyen de la belleza y ensalzan lo feo.

3.- La vida se orienta sobre la base de valores superficiales donde lo espiritual no tiene cabida. El hedonismo, el materialismo y en general miles de depravaciones son la nueva panacea que busca el joven como ingrediente esencial de la felicidad.

4.- En el aspecto religioso, debido a la crisis actual de la fe, hay un intento de transformar el vicio en virtud; y prueba de ello lo vemos en el reconocimiento por parte de la sociedad y la familia, de las uniones libres, uniones del mismo sexo… Hasta hace no tantos años los padres luchaban para que sus hijos se casaran por la Iglesia. En la actualidad, parejas que no están casadas son aceptadas en el hogar paterno como si todo fuera correcto. Es más, incluso en muchas ocasiones son los padres los que les dicen a los jóvenes: “Vosotros vivid juntos unos años y si la cosa funciona, pues luego os casáis. Siempre hay tiempo después. Pero si ahora te casas y no funciona, ¡imagínate el problema con el que tendrás que cargar toda la vida!” Parece como que Dios y la moral no cuentan para nada.

5.- Los padres andan más preocupados de que a sus hijos le crezcan los dientes derechos a que tengan un alma limpia, vayan a Misa… No enseñan en casa el valor del esfuerzo, la honestidad, el sacrificio. Todo se reduce a “haz lo que quieras mientras que no me molestes”. Los niños son aleccionados desde bien pequeños a no carecer de nada y a conseguir sin esfuerzo alguno todo lo que deseen (que suele ser algún bien material).

6.- En la sociedad actual se acepta cada vez como más normal orientaciones sexuales desviadas; y por el contrario se acusa de homófobos a quienes defienden una sexualidad tal como nos enseña nuestra fe cristiana.

La sexualidad perversa y desbocada que inunda la televisión, el cine, las costumbres sociales, incluso, la vida cotidiana de los matrimonios y las parejas. Los niños son corrompidos desde bien pequeños a “experimentar” todo tipo de conductas sexuales en los colegios.

7.- Y no hablemos del gravísimo problema de la juventud con el alcohol y las drogas.

8.- Entregarse a Dios, ya en el sacerdocio o en la vida religiosa, era una opción bastante común hasta hace unos cincuenta o sesenta años; pero en la actualidad, prácticamente ningún joven tiene en su mente la opción de servir a Dios.

Por otro lado, los medios de comunicación bien se han ocupado de denigrar y ridiculizar la imagen del religioso o del sacerdote. Cualquier caso de abuso sexual es ampliamente aireado en los media, no tanto preocupados por conseguir una justicia para la persona ofendida, cuanto por destruir la sagrada imagen del sacerdote o del fraile de turno.

Y yo me pregunto ¿quién está detrás de todo esto? Claramente se ve que es una campaña a nivel mundial que está perfectamente orquestada. La respuesta es muy sencilla: el demonio y todos aquellos que le sirven. Ya se lo dijo Satanás a Cristo: “Todo esto te daré si postrándote me adoras”. Hay muchos que para conseguir el poder se han arrodillado ante Satán y están destruyendo a pasos acelerados el mundo que nos rodea.

Frente a todo esto tendrán que luchar los padres cristianos, los jóvenes y en general, cualquiera que desee realmente edificar su vida espiritual. Así pues, intentemos establecer los cimientos de nuestro edificio.

Los primeros cimientos

Lo ideal es que ese sustrato se vaya realizando desde la infancia; y poco a poco – con el paso de los años – se vaya haciendo más sólido y firme. Este sustrato humano está formado por virtudes humanas como: generosidad, valentía, espíritu de trabajo, veracidad, capacidad de sacrificio, negación de uno mismo. A lo cual tendremos que añadir ciertas virtudes sobrenaturales incipientes: fe, esperanza, caridad, prudencia…, oraciones elementales, pequeñas devociones, rezo al ángel de la guarda, cariño a la Virgen María, asistencia dominical a la Santa Misa, y otra multitud de pequeñas prácticas de piedad.

Con el paso de los años, esas virtudes incipientes se irán compactando e irán formando un sustrato que serán la base de nuestra personalidad, virtudes…, de lo que genéricamente llamamos “madera”.

Un punto muy importante a tener en cuenta, y que muchas veces descuidan los padres será la formación de ciertos valores, que aunque aparentemente pequeños, son esenciales.

Y me refiero a valores como:

1.- Enseñar a los niños a captar la belleza de una buena música, un bello paisaje, una película bonita: con ello se les abre a los niños la capacidad de conocer a Dios; pues Dios es la Suma Belleza. Si un niño es incapaz de emocionarse ante lo bello, difícilmente luego se enamorará de Dios.

2.- Enseñar a los niños a comer de todo: con ello se les educa en la capacidad de sacrificarse y de hacer incluso lo que no les gusta, pero que es bueno para ellos.

3.- Enseñar a los niños la virtud de la obediencia por amor: con ello aprenden a auto-controlarse, a ser dóciles, a seguir al que les enseñe, a darse cuenta que no lo saben todo y necesitan aprender de aquel que les quiera enseñar.

4.- Enseñar a los niños a desprenderse de “sus” juguetes por amor a sus hermanos y amigos: con ello aprenden los niños a ser generosos y a dar aunque ellos personalmente se queden sin nada. A través de ello, aprender que se es más feliz dando que recibiendo (Hechos 20:35).

Y como éstos, un conjunto de pequeñas virtudes, pero que serán esenciales, pues ellas estarán formando los cimientos sólidos que luego serán capaces de sostener una gran edificación.

Veamos en la familia de Jorgito un modelo a imitar. (Por si no sabe quién es Jorgito, le diré que es un personaje que se ha hecho famoso en “Adelante la fe”).

Todas estas pequeñas virtudes se han de aprender en el hogar y en el colegio. Desgraciadamente muchos niños de hoy día nacen en hogares de padres separados o no casados; de padres que no practican la religión; de padres tan preocupados de ganar el pan de cada día que se olvidan de aquellos para quienes lo ganan. Es por ello, que esa “madera” que tendría que ser el cimiento sólido falta en muchos casos; por lo que edificar espiritualmente sobre un terreno sin cimientos será imposible.

El demonio es muy inteligente. Él sabe que estas virtudes son necesarias para todo aquel que quiera ser santo. Es por ello que bien se preocupa de destruirlas o de no permitir que se consigan durante la infancia y la adolescencia.

Tengan, pues, los padres especial cuidado en que sus hijos crezcan en todas estas virtudes; y cuando empiecen a salir del hogar como consecuencia de tener que ir al colegio, no sean contagiados con los “vicios”, “faltas” y “defectos” de los otros niños y jóvenes. ¡Cuántos niños que eran encantadores hasta los ocho o nueve años, enseguida que empezaron a ir a “fiestas”… se estropearon! Conozco muchos casos desgraciados de niños a los que les ilusionaba ir a Misa todos los domingos con sus padres; pero cuando cumplieron los doce o trece años empezaron a renegar; los padres a ceder… y pasando uno o dos años más, ya nunca más asistieron a la Iglesia.

La fabricación de los primeros cimientos cuando somos adultos

En el supuesto de que esas primeras virtudes humanas y sobrenaturales que han de formar los primeros cimientos de nuestro incipiente edificio espiritual no estuvieran presentes a una edad adulta, tendríamos que preocuparnos de adquirirlos antes de seguir con la edificación.

Mirad, cuando uno es pequeño todavía no hay vicios adquiridos, defectos grabados en nuestra personalidad…, por lo que comenzar a poner pilares es fácil y rápido; pero cuando uno es mayor, hay tantas cosas que eliminar, que cavar los cimientos será algo arduo, doloroso y prolongado, aunque no imposible (con nuestro esfuerzo y la gracia de Dios)

¡Cómo recuperar el sentido de la belleza aquél que se ha acostumbrado a oír música rap o esa música de discoteca que antes nos lleva a lo malo que a querer a Dios! No conozco a nadie que después de haber estado horas y horas en la discoteca, bailando, bebiendo y… se vaya a la Iglesia a rezar a Dios y darle gracias. Es imposible. Son dos mundos totalmente opuestos. Todo lo feo y perverso siempre está más cerca del demonio que de Dios.

Y me preguntaréis, y entonces ¿qué puedo hacer yo? Parece que esa es la historia de mi vida. ¿Cómo puedo empezar?

Del mismo modo que no se puede poner un injerto de piel sobre piel muerta, pues ésta no “agarraría” o como nos dice el Señor “no se puede echar vino nuevo en odres viejos” o “no se puede enmendar un paño viejo con tela nueva pues el roto se haría más grande”, tampoco se puede construir sobre terreno arenoso o pantanoso. Tenemos que profundizar esos cimientos hasta que lleguemos a terreno sólido.

Realizar este proceso puede ser doloroso y costoso pues tendremos que eliminar “vicios” y “defectos” que se han hecho naturales en nuestra forma de ser. Me refiero a la soberbia, la impaciencia, el mal carácter, el egoísmo, los apegos, el materialismo, la lujuria, la pérdida de la sensibilidad para las cosas espirituales… El director espiritual nos podrá ayudar para descubrir mejor cuáles áreas de nuestra personalidad están causando conflicto en la preparación de unos buenos cimientos.

Tendremos, pues, que realizar al mismo tiempo una labor de excavación y reemplazo. Es decir, ir reemplazando lo malo por la virtud opuesta. Al poco tiempo tendremos ya una base sólida.

¿Cuáles serán las primeras cosas buenas que tendremos que poner en la base de nuestros cimientos? En general todo aquello que sea necesario y de lo que carezcamos. Aquí les doy algunos ejemplos: confianza en Dios, limpieza de corazón, aprender a valorar los bienes espirituales, amor al silencio y a la oración, buenas lecturas, adquisición de buenos hábitos humanos y espirituales, dedicarle tiempo a Dios todos los días…

Una vez que tengamos una base sólida sobre la que construir, empezaremos a levantar los pilares maestros. Estos pilares maestros serán principalmente: la oración, el sacrificio, los sacramentos y las virtudes (especialmente la caridad y la humildad); pero de ello nos ocuparemos en el siguiente capítulo.

Padre Lucas Prados

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Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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