La regla del 'tanto cuanto' de San Ignacio

La regla del «tanto cuanto» es importante para todos los mortales. No se trata de una doctrina filosófica, ni de una planificación económica, ni de un proyecto político, pero pudiera servir para todo.

Es nada menos que el más acertado secreto de la vida humana-espiritual.

El gran San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, lo presenta con las siguientes expresiones:

«El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe privarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos, de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados» (Ejercicios, nº 23).

Se trata de una actitud permanente que hable así ante cada objeto o persona, ¿me sirve para conocer, y amar, y servir a Dios?, aceptado. ¿Me impide conocer, amar y servir a Dios, esta persona o este ambiente?, rechazado. Porque tanto se ha de estimar cualquier ser en cuanto escala hacia Dios, y tanto se ha de evitar, en cuanto no inspire la unión e intimidad con Dios.

Dios es el norte y el timón, no el hombre mismo y sus conveniencias, por lo tanto, el tanto cuanto es usar de las criaturas según convenga, para seguir en todo el mayor agrado de Dios, y entre estas dos cosas que a Dios agradan, toma la que más agrade.

De varios modos de hacerlas, escoge aquel que le agrade más a Dios. Si esto haces, vas buscando, en cuanto tú alcanzas el mayor agrado de Dios.

Esta regla, de alguna forma la emplean todas las personas, pero no en el sentido en el que exige San Ignacio, porque todos buscan las criaturas, tanto en cuanto lo puedan enriquecer, deleitar, distraer, divertir.

Es una óptica totalmente diversa, ya que la mayoría emplea la filosofía del tanto cuanto, sólo en logros terrenos, humanos, materiales, olvidando aplicar esta fórmula en nuestras relaciones con Dios, en el negocio más importante: la salvación del alma.

Y afirmamos que esto es lógico, pero frecuentemente se nos escapa toda lógica. Si las cosas son instrumentos para un fin, claro está, que se deben emplear conforme a lo que exige el fin, y tanto cuanto ayuden a esa finalidad.

Mira lo que haces en la vida ordinaria, ¿vas a viajar?, pues no te introduces en una bodega, sino en un vehículo, al cual no le das marcha atrás, sino hacia el lugar de su destino, no echas agua al tanque, porque sin gasolina el vehículo no puede movilizarse, no estacionas definitivamente a medio camino, porque si no dejarías de llegar a tu meta, es decir que usas la movilidad tanto en cuanto pueda acercarte al lugar al que quieres ir.

Y así actuamos con todos los objetos y con todas las personas. Son buscados y usados tanto cuanto nos sirven para conseguir un fin que nos hemos determinado alcanzar, porque cuanto hacemos diariamente puede verificarse de maneras muy diversas, no es lo mismo hacerlas, que hacerlas bien acabadas, no es lo mismo acabarlas bien, que hacerlas con brillantez, con delicadeza, con elegancia y gusto.

Cuántos seres, objetos y personas ha colocado Dios en nuestro camino. ¿Cómo los usamos?, ¿para provecho eterno, o desaprovechando sus posibilidades?

¿Podríamos afirmar de verdad que usamos y deseamos todo «tanto cuanto» nos es provechoso para nuestra salvación?

Germán Mazuelo-Leytón

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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