¿Quién soy yo para juzgar?

Hay ciertas expresiones que se dicen y suenan bien en los medios de comunicación y en el corazón de muchas almas inocentes, pero que en realidad van en contra de las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia.

La frase «… si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, quién soy yo para juzgarla.

Primero de todo decir que la frase es un sofisma, pues si uno no puede juzgar, ¿cómo se dice que es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad? De hecho ya se han emitido tres juicios: que es gay, que busca al Señor y que tiene buena voluntad.

Las afirmaciones que aparecen en la frase son muy complejas, por lo que para analizarlas debidamente, dividiremos la frase en dos partes.

La primera parte sería:

«… si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad”.

Tal como está transcrita no puede ser aceptada por un cristiano fiel. Es una medio-verdad, y por lo tanto es también una medio-mentira. Se dice lo que “suena bien” y se oculta deliberadamente lo que podría hacer esa frase aceptable, pero que hoy día “suena mal”. Se podría admitir lo siguiente:

“Si una persona es gay, se arrepiente, confiesa, busca al Señor y tiene buena voluntad”, Dios le perdonará; y si muriera en estado de gracia y habiendo renunciado a la práctica de esa actividad condenada por Dios, se iría al cielo.

La segunda parte de la frase sería:

quién soy yo para juzgarlo”.

El juicio ante una acción puede ser absolutorio o condenatorio. Desde luego que sólo Dios puede condenar a alguien al infierno; pero Dios también nos dijo que tenemos que aprender a juzgar a las personas por sus obras. Si las obras son buenas, la persona es buena; y si las obras son malas, la persona es mala.

De vez en cuando, y con cierta frecuencia últimamente, se oye decir a algunos: «Nadie puede decir de fulano que es malo, ni que se porta mal, puesto que dijo el Señor: No juzguéis y no seréis juzgados». En más de una ocasión, cuando se nos ha dicho eso, nos quedamos sin saber qué decir. ¿Hasta qué punto no podemos juzgar? O dicho de otro modo ¿cómo hemos de entender esa frase del Señor? 

La Sagrada Escritura debe interpretarse respetando el sentido que el mismo Cristo, en este caso, quiso darle a la expresión. Algunas veces, tendremos que respetar el sentido literal y otras veces habremos de interpretarlo en sentido amplio, como cuando dice “El que no odie a su padre…no puede ser mi discípulo” (Lc 13:16). ¿Acaso el Señor está diciendo que tenemos que odiar a nuestros padres? No, ni mucho menos. Lo que quiere decir el Evangelio es que Dios ha de estar primero, y si Él nos llama para ser sus discípulos tendremos que poner en segundo plano a los padres, hermanos… 

Jesucristo hablaba como hablamos todos los hombres, y en ciertas ocasiones usaba “exageraciones” propias del lenguaje. Por eso, cuando exhorta; «No juzguéis y no seréis juzgados», trata de corregir y reducir a sus justos límites esa tendencia que normalmente tenemos a pensar mal del prójimo. De ningún modo pretende Jesucristo que renunciemos a la verdad, pues eso imposibilitaría saber de quién nos podemos fiar, o a quién podemos creer. Renunciar a la verdad sería que juzguemos bueno al malo o malo al bueno. ¿Cómo podría ser auténtica una religión que rechazara la verdad? ¿O una religión que nos imposibilitara saber si los que nos rodean son buenos o malos?

Fue el mismo Señor quien nos dijo:

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.” (Mt 7: 15-20).

¿Cómo podremos hacerlo si no podemos emitir un juicio de valor?

Para entender el pensamiento de Cristo respecto a un tema concreto deberemos analizar, no una frase aislada, sino todas aquéllas que traigan enseñanza respecto al tema que estamos estudiando, y además no sacándola de contexto. Y este criterio sirve siempre que queramos interpretar las palabras de la Sagrada Escritura, pues toda ella está inspirada por el Espíritu Santo. Es por ello que junto al “no juzguéis y no seréis juzgados” hay que tener en cuenta también “por sus obras los conoceréis”.

En los Evangelios son frecuentes los juicios emitidos por el Señor contra los fariseos (sepulcros blanqueados), escribas, vendedores del templo. La actuación de Jesús en el caso de la mujer sorprendida en adulterio es paradigmática. Les dice a quienes le acusaban: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra”, como diciendo no nos toca a nosotros tomarnos la justicia por nuestras manos, pues nosotros también somos pecadores. Y al mismo tiempo le dice a la mujer pecadora: “en adelante no peques más”. Jesús reconoce que había pecado; en ningún momento minimiza su ofensa, al tiempo que le dice “en adelante no peques más”

Por otro lado, esos mismos que nos acusan de juzgar a los demás son los primeros que nos están juzgando a nosotros. Si no podemos decir que alguien es malo, tampoco podríamos decir que alguien es bueno. ¿Entonces para qué nos habría dado Dios la inteligencia? ¿Por qué nos habría dicho que fuéramos astutos como serpientes y sencillos como palomas? Los juicios que el hombre realiza son consecuencia de la inteligencia que Dios le ha dado. Lo que debemos hacer es no tener “prejuicios”, ni juzgar a la ligera.  

Una de las cosas que hizo Jesús cuando vino a la tierra fue darnos ejemplo de cómo nosotros teníamos que actuar; no en vano nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. ¿Qué hacía Jesús en materia de juicios, juzgaba o no juzgaba?

Veamos algunos ejemplos del modo de proceder de Cristo, los Apóstoles, San Pablo… Su modo de actuar será para nosotros el mejor ejemplo para saber lo que tengamos que hacer en cada situación.

  • ¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir del inminente castigo ¡A ver si os convertís!” (Mt 3:7). 

  • ¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! no entráis en el reino de los cielos ni dejáis entrar. Cuando lográis un discípulo lo hacéis diez veces peor que vosotros. Guías ciegos que dais más importancia al diezmo del comino que a la justicia y misericordia. Hipócritas que limpiáis por fuera la copa, mientras dentro estáis llenos de codicia y rapacidad. Sois sepulcros blanqueados, vistosos por fuera, pero dentro llenos de carroña. Serpientes sois, raza de víboras!” (Mt 23: 23-33). 

  • Uno de vosotros es un diablo” (Jn 6:70). 

  • Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa”(Mt 6:5). 

  • A Sodoma y Gomorra se les tratará mejor en el día del juicio” (Mt 11: 20-24) 

  • Quien me ha entregado a ti ha cometido un pecado mayor” (Jn 19:11). 

  • Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres es abominable delante de Dios” (Lc 16:15). 

  • Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis cumplir las apetencias de vuestro padre” (Jn 8:44). 

Jesucristo nos enseña qué es lo que tenemos que hacer a la hora de juzgar: 

  • Por sus frutos los conoceréis: ¿es que se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis” (Mt 7: 16-20).

  • El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el malo de su mal saca lo malo: porque de la abundancia del corazón habla su boca” (Lc 6:45)

Y además nos enseña que hemos de juzgar para luego poder actuar adecuadamente:

  • No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os despedacen” (Mt 7:6).

  • Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7:15).

  • Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10:16).

  • Si tu hermano pecare, ve y corrígele a solas” (Mt 18:5). 

La enseñanza de San Pablo o los Apóstoles no difiere en absoluto de lo enseñado por Cristo:

  • Yo, por mi parte, ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya he juzgado, como si estuviera presente, al que así obró: en el nombre del Señor nuestro Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, que ése sea entregado a Satanás para castigo de la carne, y así el espíritu se salve en el día del Señor (1 Cor 5: 3-5).

  • Por eso Dios los abandonó a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que deshonran entre ellos sus propios cuerpos: cambiaron la verdad de Dios por la mentira y dieron culto y adoraron a la criatura en lugar del Creador” (Rom 1: 24-25),

  • “Hijos: que nadie os engañe. El que obra la justicia es justo, como él es justo. El que comete pecado, es del diablo” (1 Jn 3: 7-8).

  • Habrá entre vosotros falsos maestros. Éstos introducirán fraudulentamente herejías perniciosas: negando al Dueño que los rescató, atraerán sobre ellos mismos una pronta ruina. Muchos seguirán sus costumbres licenciosas, y por su causa el camino de la verdad quedará infamado; movidos por la codicia, traficarán con vosotros mediante palabras engañosas. Pero su condenación -anunciada ya desde antiguo- permanece en vigor, y su ruina está al acecho. En efecto: Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que al arrojarles en el infierno los entregó a las cavernas tenebrosas, donde están guardados para el juicio; y no perdonó al mundo antiguo, aunque preservó a Noé -pregonero de la justicia- con otros siete, cuando desencadenó el diluvio sobre el mundo de los impíos; y a las ciudades de Sodoma y Gomorra las condenó a la destrucción, reduciéndolas a cenizas para escarmiento de lo que habrá de suceder a los impíos (2 Pe 2: 1-6).

  • Porque muchos -esos de quienes con frecuencia os hablaba y os hablo ahora llorando- se comportan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios el vientre, y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas” (Fil 3: 18-19).

  • Porque hay muchos rebeldes, charlatanes, embaucadores, sobre todo entre los que proceden de la circuncisión, a quienes es necesario tapar la boca, pues trastornan a familias enteras, enseñando lo que no deben por un vergonzoso afán de lucro” (Tit 1: 10-11).

  • Hay muchos que declaran conocer a Dios, pero lo niegan con sus obras, puesto que son abominables y rebeldes, incapaces de toda obra buena” (Tit 1, 16).

Así pues, en las Sagradas Escrituras está suficientemente claro cuál ha de ser el modo de proceder del cristiano cuando se encuentra en esas situaciones. Es una lástima que las Escrituras se lean con tan poca profundidad. Es poco responsable la actitud de tomar una frase suelta del Evangelio, desconectarla del contexto y despojarla del sentido que Cristo le dio. Y peor todavía, lanzarla a los medios de comunicación con una “sofisticada moralidad”.

Concluyendo. Hay que corregir decididamente la mala tendencia a juzgar mal del prójimo. Pero hay que mantener el juicio que es conforme a un puro corazón y a la verdad. Lo perfecto es declarar algo bueno, cuando es bueno; y malo, cuando es malo.

Padre Lucas Prados

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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