Petición. Jesús mío, haced que resucite con Vos para nunca más morir.
Punto primero. Jesús resucita perfectamente. No abandona Jesús el sepulcro como Lazaro, envuelto en el sudario y ligado con las ataduras, sino libre de todo impedimento… vencedor de la muerte y del infierno… triunfador del pecado y de Satanás… todo glorioso, resplandeciente, lleno de gracia y majestad… Sólo el resplandor de los Ángeles aterró a las mujeres, amigas de Jesucristo… ¿Qué hará, pues, la vista del Rey de lo Ángeles cuando descubra su gloria a sus perseguidores?… Yo os felicito por vuestra gloriosa y perfecta resurrección, Jesús mío… Triunfaste, rey mío y Capitán Esforzado; Triunfaste de la muerte, del pecado y de todas las humanas miserias… ¡Ojalá cante yo contigo victoria completa de todos mis enemigos! Amén.
Punto segundo. Jesús resucita para nunca más morir. Jesucristo resucita de modo que la muerte jamás volverá a dominarle. Resucitó para nuestra santificación, y no es posible que el Autor de la vida y vencedor de la muerte sea otra vez esclavo de su enemiga… Cristo resucita inmortal, para enriquecernos con el premio de la inmortalidad… ¡Qué dicha la tuya, Hija mía, tener por Rey y Señor al que jamás podrá experimentar mudanza, ni estar sujeto a ninguna miseria de esa tierra de maldición!… ¡Oh Rey inmortal y de todos los siglos, Dios mío y de todas las cosas! No me dejes perecer en manos de mis enemigos, antes bien revísteme de tu fortaleza, para que pueda cantar eternamente victoria de la muerte y del pecado.
Punto tercero. ¿Es así tu resurrección a la gracia, a la vida espiritual y fervorosa, hija mía? Tú tambien resucitaste a la vida de la gracia, hija mía, cuando hiciste aquella buena confesión, aquellos días de santos ejercicios… Mas ¿no te quedan resabios pecaminosos aún?… ¿No te cercan todavía las ligaduras de los malos hábitos?… ¿Cómo has vencido y vences tu pasión dominante? ¿no has vuelto a morir, a recaer en tus antiguos pecados?… Pide a Jesucristo glorioso que te dé gracia para jamás recaer en la muerte del pecado, y para vivir vida santa, perfecta, toda espiritual o según las enseñanzas de la fe, y de esta suerte acompañarle un día en la gloria del cielo. Amén.
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. Pedir a Jesucristo glorioso la gracia de vencer siempre a nuestros enemigos, en especial a la pasión dominante, que es la que nos puede precipitar con más facilidad a la muerte eterna. Hacer seis actos de la virtud opuesta a dicha pasión en esta semana todos los días.
San Enrique de Ossó