En el Domingo de Pascua y a lo largo de toda su Octava, la liturgia de la Iglesia nos invita a llenarnos de santa alegría por el misterio de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Cristo triunfó de la muerte al reunirse su alma santísima con el cuerpo, del cual se había separado por la muerte, y comienza así una vida gloriosa e inmortal.
Nadie fue testigo de la resurrección de Jesús pero sí del sepulcro vacío y de la visión del Señor resucitado. Ahora bien ¿El sepulcro vacío es una prueba definitiva de la resurrección? No. Podría haber sucedido lo que dijeron las mujeres: que se habían llevado su cuerpo o, como difundieron los judíos, que lo habían robado los discípulos.
Nuestra fe en la resurrección se fundamenta en el cumplimiento de las Profecías y en el testimonio de los apóstoles que vieron el sepulcro vacío y a Jesús resucitado.
1.- Resucitó al tercer día según las Escrituras, decimos en el Credo. Los Padres del concilio de Constantinopla añadieron estas palabras para manifestar cuán importante es el misterio de la resurrección para nuestra fe. En efecto, San Pablo declara que sin este misterio, nuestra fe sería vana (I Cor 15, 14. 17); igualmente, San Agustín afirma que todos, paganos y judíos, creen que Cristo murió, pero sólo los cristianos creen que resucitó; finalmente, por ese mismo motivo, nuestro Señor la predijo a sus apóstoles, no hablando casi nunca de su pasión sin hablar de su resurrección (Lc 18, 32-33). Y habiéndole pedido los judíos que confirmase su doctrina con alguna señal o milagro, respondió que no les daría otra señal que la de Jonás Profeta (Mt 12, 39-40); porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez; así afirmó que el hijo del hombre estaría tres días y tres noches en el seno de la tierra (cfr. Catecismo Romano).
2.- Después de resucitar, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron asegurarse de que era Él mismo, hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las huellas de los clavos y de la lanza… Muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
Santo tomas destaca la importancia de estas apariciones y su orden,«porque todo en Dios es perfecto y ordenado». Jesucristo no se apareció a todo el pueblo después de su resurrección, sino solo a los que Él había elegido para este propósito desde la eternidad.
– En primer lugar, la Virgen María. Aunque los evangelistas no nos hablan explícitamente de esta aparición, la conveniencia teológica y una tradición antiquísima de la Iglesia nos transmite que Jesús se apareció en primer lugar y a solas a su Madre.
A solas, puesto que esta aparición tenía una razón de ser muy diferente de las demás apariciones a las mujeres y a los discípulos. A éstos había que reconfortarlos y ganarlos definitivamente para la fe. La Virgen, que ya había sido constituida Madre del género humano reconciliado con Dios, no dejó en ningún momento de estar en perfecta unión con la Trinidad y conservaba la fe y la esperanza en la resurrección.
– Después, verán a Jesús María Magdalena y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.
Las mujeres que más amaron al Señor, y que no abandonaron el sepulcro cuando los discípulos se apartaron, Vieron primero al Señor resucitado en gloria. Mas la noticia no se dio al pueblo por medio de ellas sino que debían informar de este acontecimiento a quienes estaban elegidos por Dios para dar esta buena al pueblo
– De ahí la importancia de las sucesivas apariciones a los apóstoles, en el Cenáculo y en Galilea, donde, según San Lucas, se les aparecía con frecuencia y los instruía, hablándoles del reino de Dios (Act. 1,3)
Con ellas los apóstoles quedaron plenamente convencidos de la verdad de la resurrección y pudieron lanzarse en medio del mundo, pregonando la resurrección de Jesús, de la cual eran ellos testigos y por su testimonio, muchos creyeron y creen en este misterio, y la Iglesia lo proclama a las generaciones sucesivas, apoyada en el mismo testimonio, por lo que recibe el nombre de apostólica, como fundada en la autoridad de los apóstoles.
Reafirmemos nuestra fe en la Resurrección de Cristo para adorarle con santa alegría y vivo reconocimiento a Jesucristo y resucitar espiritualmente con Él. Es decir, que así como Jesucristo, por medio de su Resurrección, comenzó una vida nueva, inmortal y celestial, nosotros comencemos una nueva vida, según el espíritu, renunciando totalmente y para siempre al pecado y amando sólo a Dios y todo lo que nos lleva a Dios.
Padre Ángel David Martín Rubio