Del siempre magnífico comentario de Dom Johner en “Los Cantos del Vaticano Gradual” para el segundo domingo de Adviento.
Hoy el prólogo, gradual y la comunión hablan de Sión, ejemplo de Jerusalén. El verso del aleluya también lo incluye. Para Roma el principal servicio era llevado a cabo en la Iglesia de la Sagrada Cruz en Jerusalén, cerca de Letrán. Anteriormente era un lugar de la realeza; ahora refugia la más venerable reliquia de la santa cruz. Nuestra presente Sión es la Iglesia católica. Como lo son también nuestras almas en individualidad, e igualmente el edificio de la Iglesia donde buscamos al Redentor hoy. Aquí está para lo que nos estamos preparando para la Sión celestial.
Gente de Sión, mirad:
El Señor vendrá a salvar a las naciones;
Y el Señor hará escuchar su gloriosa voz,
Para la alegría de sus corazones.
- Pastor de Israel, escúchanos,
Tú que has guiado a José como a un rebaño
(Isaías 30:19,30)/Salmo 80:1)
Uno parece escuchar [en la frase inicial] un heraldo proclamando a las personas de Sión las noticias más importantes jamás contadas, que la humanidad ha esperado por siglos. El mensajero oficializado por el Señor mismo, dejará que este mensaje de alegría penetre en todos los corazones: “El Señor vendrá a salvar a las naciones”. Y tú mismo podrás escuchar atentamente la voz del Señor. Por Él hablará como uno el que tenga el poder, Él hablará de su gracia y su trascendente verdad y gloria. Su voz causará que el corazón se sobrecargue con felicidad.
Donde están prometidas cosas increíbles, la petición del verso del salmo viene a la mente espontáneamente: “Escucha, tú que dominas Israel. Ayúdanos a vivir nosotros mismos en este tiempo de gracia. Con amor Tú has guiado a José de la prisión al trono real. Las palabras de la antífona fueron verificadas cuando el Señor vino. Se llenaron de alegría los corazones de los pastores cuando el Señor, a través de sus ángeles, les anunció el mensaje de paz. Y aunque el Niño nacido en Belén no podía decir una sola palabra en ese momento, Él secretamente ha conversado con nuestras almas in laetitia cordis. Vendrá un día cuando su voz resonará majestuosamente sobre los millones de hombres que alguna vez han habitado la tierra, anunciando la eterna alegría a aquellos que lo han escuchado durante su vida…
La quinta sobre ecce fija la atención. Y es así como si el mismo Señor lenta y solemnemente apareciese a la vista. Hasta ahora Él ha mandado a los profetas, ahora Él mismo aparece. Él viene no para juzgar, sino para redimir; Él viene a traer redención a todas las naciones. A este pensamiento se le da un tratamiento más detallado en la Epístola; y en el Evangelio el Señor habla de su actividad: “Los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son limpiados, los sordos escuchan, los muertos se ascienden de nuevo, los pobres tienen el evangelio predicado para ellos”. Él viene a redimir a los gentiles. Y esta sublime manifestación de lo divino a merced de la melodía se inclina en gratitud.
GRADUAL
Fuera de Sión su perfecta belleza brilla en adelante
Dios está viniendo en plena luz del día
Convoco ante Él a la nación consagrada
Que ha hecho un pacto con Él por sacrificio.
(Salmo 49: 2-3,5)
Cuando el Señor venga, Él traerá alegría a los corazones de los hombres: es una promesa del Introito (prólogo). La epístola encierra palaras similares: “Ahora el Dios de la esperanza les llena con toda alegría y paz en creer” este pensamiento es prolongado por el gradual. Habla de la belleza del que está por venir. Toda belleza, y especialmente del Mesías que viene, no puede sino producir alegría: que es el tema de esta brillante canción. No infrecuentemente nos recuerda a nuestra moderna escala mayor. En otros pasajes el salmista ha pintado la belleza del Mesías en brillante colores, describiéndolo como la criatura más bella entre todos los hombres. Ahora está por venir- y manifestar, en forma visible, pero este gobernante no se aislará a sí mismo de sus súbditos, como es costumbre de los soberanos orientales. Él se mostrará a sí mismo, y con la magia de su belleza capturará todos los corazones.
Pero él no viene solo: un gran anfitrión lo acompaña. De su verso-gradual habla, como nosotros mismos leemos en una de las antífonas del Adviento: “Escuchad, el Señor está viniendo y con Él todos los santos”. Cuando Él venga en la marea de la Navidad, los santos que han sellado el pacto con el sacrificio de su sangre bordearán su cuna; san Esteban, san Juan, los Santos Inocentes. Pero la grandeza de estas palabras del gradual serán entendidas solo en el final de los tiempos. Cuando las trompetas de los ángeles sonarán –algunas personas quizás escuchen sus ecos en las notas de Congragate- y ahí ascenderán ambos malvados y justos, los santos quienes sellaron su pacto con Dios por sacrificio, por lealtad hasta el final, frecuentemente por la muerte sangrienta de un mártir. Ahora ellos vienen a formar el radiante séquito del Salvador. Por más encantador que este prospecto parezca, Dios, el eterno Sol, infinita Belleza, de quien los santos son solo reflejos, parecerá infinitivamente más glorioso y resplandeciente…
Escuchar la suave aunque persistente voz baja: júntense todos alrededor de Él, todos vosotros sus santos! Déjanos ser conscientes de nuestra vocación para aspirar a la santidad, ya que somos privilegiados por asistir al santo sacrificio de las masas. Aquí debemos renovar nuestro pacto con Cristo el cual Él ha sellado con su sangriento sacrificio.
[Traducción Sarita Riveros. Artículo original]