50º aniversario de In Spiritu Sancto, Breve Apostólico de clausura del Concilio Vaticano II

Nota de Rorate (New Catholic): hay una característica que todos, desde los católicos más tradicionales a los más orgullosos progresistas, pueden identificar en los documentos conciliares, y es su completa falta de cualquier sentido de modestia o humildad. La grandilocuencia es deprimente. Tiene lugar a finales de 1965, la crisis es ya claramente visible para todos los que tienen ojos para ver, y sin embargo, el Papa no duda en llamarlo “el (acontecimiento) más espléndido” en la historia de la Iglesia (¡!).

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El Breve apostólico In Spiritu Sancto fue leído en la ceremonia de clausura el 8 de diciembre, por el Arzobispo Pericle Felici, Secretario General del Concilio.

El Concilio Vaticano II, reunido en el Espíritu Santo y bajo la protección de la Bienaventurada Virgen María, a quién hemos declarado Madre de la Iglesia; de San José, su ínclito esposo, y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, debe, sin duda, considerarse como uno de los máximos acontecimientos de la Iglesia. En efecto, ha sido el más espléndido por el número de padres llegados a la Silla de Pedro de todas partes del mundo, incluidas aquellas donde la jerarquía ha sido recientemente constituida; el más rico por los temas que, durante cuatro sesiones, han sido tratados cuidadosa y profundamente; ha sido, en fin, el más oportuno porque, teniendo presentes las necesidades de la época actual, se ha enfrentado, sobre todo, con las necesidades pastorales y, alimentando la llama de la caridad, ha hecho un gran esfuerzo por alcanzar, no sólo a los cristianos todavía separados de la comunidad de la Sede Apostólica, sino también a toda la familia humana.

Por fin, con la ayuda de Dios, todo cuanto se refiere al Sacrosanto Concilio Ecuménico se ha cumplido; todas las consideraciones, el Concilio Ecuménico ha cumplido, con la ayuda de Dios; todas las constituciones, declaraciones y votos han sido aprobadas tras las deliberaciones en el Sínodo y promulgadas por Vosotros. Por tanto, Nos decidimos clausurar, con Nuestra Apostólica Autoridad, este Concilio Ecuménico convocado por nuestro predecesor, Juan XXIII, iniciado el 11 de octubre de 1962 y continuado por Nos tras su muerte.

Asimismo, decidimos que todo cuanto ha sido establecido sinodalmente sea observado religiosamente por todos los fieles para gloria de Dios, para la dignidad de la Iglesia y para tranquilidad y paz de todos los hombres. Hemos sancionado y establecido estas cosas, decretando que las presentes letras sean y permanezcan estables y válidas y mantengan su efectividad; así serán proclamadas y obtendrán pleno y completo efecto y así serán plenamente convalidadas por quienes conciernen o puedan concernir ahora y en el futuro; por tanto, desde ahora mismo, todas los tentativas contrarias a estos acuerdos, de cualquier persona o autoridad, que quiera invalidarlos o inutilizar por ignorancia o desconocimiento, serán calificadas nulas y juzgadas.

Dado en Roma, en la Silla de Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, el año 1965, tercero de nuestra pontificado.

PAULUS PP VI

[Traducción de I.S. Artículo original]

RORATE CÆLI
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