Entre todos los meses del año, marzo tiene unas singularidades muy particulares. Según los padres bolandistas, el mundo se creó en marzo, en marzo tuvo lugar la Anunciación del Verbo, en marzo fue concebido el Redentor, e igualmente la Pasión y la muerte de Nuestro Señor fueron en marzo. El 25 de dicho mes celebra la liturgia la más importante festividad mariana, la Anunciación, y dedica el día 19 a San José, protector de la Iglesia y la Sagrada Familia. San Benito de Nursia y Santo Tomás de Aquino, dos estrellas que relucen en el firmamento de la Iglesia, son conmemorados por la liturgia en el tercer mes del año.
Siguiendo las tradiciones más ancestrales, el escritor francés Ernest Hello (1828-1885) afirma que el primer combate y la primera victoria que hubo en el universo se dieron un 25 de marzo, fecha en que Dios creó el universo y San Miguel aplastó y arrojó a los infiernos a Satanás junto con los ángeles rebeldes. Según otra tradición muy antigua, Abel, primer mártir, fue asesinado un 25 de marzo, y fue un 25 de marzo cuando Melquisedec ofreció al Altísimo pan y vino, en aquel misterioso sacrificio que prefiguraba la Eucaristía.
La palabra marzo viene del latín Martius, el dios Marte, al que los romanos habían dedicado el mes del que estamos hablando. El calendario de la antigua Roma principiaba en este mes dedicado al dios de la guerra y de las cosechas primaverales. El 1º de marzo equivalía por tanto a nuestro día de Año Nuevo, y el año culminaba en el mes de febrero. La reforma del calendario romano fue promulgada por Julio César e introducida en el año 46 a.C. A partir de ese momento se lo conoció como calendario juliano en honor a su introductor. El calendario gregoriano, instaurado por Gregorio XIII el 4 de octubre de 15, mantuvo numerosas tradiciones regionales que se remontaban a la Edad Media según las cuales el año comenzaba en marzo. En una fecha tan tardía como 1748, Francesco Stefano di Lorena decretó que a partir de 1759 en Florencia el 1 de enero contaría como el día primero del año, como se puede leer en una lápida sobre una pared de la Loggia dei Lanzi.
Hasta la caída de la Serenísima República de Venecia en 1797, el principio del año estaba fijado el 1º de marzo, según el uso llamado véneto. Según los usos florentino y pisano, pero también en Viena, Inglaterra e Irlanda, el año empezaba el día de la Encarnación, o sea aquel en que fue concebido Jesús, fijado nueve meses antes de su nacimiento el 25 de diciembre, es decir el 25 de marzo.
Los bolandistas creen incluso que fin del mundo tendrá lugar en marzo. El mundo será juzgado el mismo mes en que se creó. Según un misterioso designio divino por el que nada es casual en el universo, la historia de la Iglesia Católica culminará en el valle de Josafat.
Comenta Hello que estos aniversarios no son coincidencias; concuerdan entre sí correspondiéndose como el eco de una montaña a otra. «Observamos las horas en el reloj del tiempo. La noche que guiaba a los judíos por el desierto estaba hecha de luces y sombras. El gigantesco plan que abarca la Creación, la Redención y la consumación está hecho de trazos oscuros y trazos luminosos. La mano que guía a la humanidad unas veces baja y otras eleva el velo que oculta las misteriosas y solemnes armonías (Ernest Hello, Fisionomie di santi, Fogola, Turín 1977, p. 107).
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)