Una hoja de ruta para la restauración de la fe católica

Nota del Editor: Bueno, ¿estás cansado de los gritos y las discusiones? ¡Quieres volver a lo realmente importante, lo sagrado, llegar a ser santo, permanecer sano, permanecer en la catolicidad? Bien, ahí vamos. Con el comienzo del Adviento, hazte un favor y dedica veinte minutos a leer y meditar este mensaje sacerdotal, calmo, sencillo y enérgico para todos nosotros que vivimos tiempos francamente aterradores.

No podemos desalentarnos. No debemos formar un pelotón de fusilamiento circular. No podemos rendirnos a la amargura, al miedo y a la ira. No había nada de eso al pie de la primera Cruz y no debe haber nada de eso ahora al pie de la nueva Cruz en la que el Cuerpo Místico de Cristo está siendo crucificado. Lee este artículo, abraza a tus hijos, reza el rosario y mantened la Fe de siempre. MJM

[mks_separator style=»solid» height=»5″ ]

Oración de San Alfonso María de Ligorio: Oh Inmaculada Madre de Dolores, tú lloraste amargamente por tu Hijo, Quien murió por mi salvación. Tu Hijo yace ahora muerto en la Cruz -tu Hijo tan amado, que te amó tanto a ti: que, por Su muerte, conquistó el infierno, abrió el cielo, y ganó tantas almas. Desde el trono de la Cruz, Él reinará en muchos corazones que, conquistados por Su amor, Lo servirán con amor y devoción.

Oh dulce Virgen María, Reina de los mártires y de los dolores, mi querida y afligida Madre, por los méritos de tus dolores, concédeme una verdadera contrición de mis pecados, una genuina enmienda de vida, una compasión constante y amorosa por los sufrimientos de Jesús y por los tuyos, y la gracia de soportar con paciencia las Cruces que Dios me envíe. Seré muy feliz si aprendo a acompañarte con mi cruz hasta la muerte. Y si Jesús y tú, siendo tan inocentes han sufrido tanto por amor a mí, concédeme a mí, que merezco el infierno, que al menos pueda sufrir algo por amor a tí.

Oh Madre de Dolores, mantenme cerca de ti, para llorar contigo, que yo tengo muchas razones para llorar los delitos con que ofendí a mi Señor Crucificado y Salvador. Oh, Madre de bondad, deseo, en primer lugar por la muerte de mi Redentor, y en segundo por tus dolores, obtener el perdón y la salvación eterna. Amen

«De pie, junto a la cruz de Cristo estaba su madre, y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Cuando Jesús vio a Su madre y al discípulo a quien Él amaba, dijo a Su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo a su discípulo: ahí tienes a tu madre. Y desde ese momento el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19, 25-27)

Jesucristo, el Hijo Único de Dios, nos ha dejado su Hoja de Ruta para retornar y restaurar la Sagrada Tradición. Nos dejado una hoja de ruta de cómo llegar al cielo: Su vida, Su Iglesia, y la religión que Él estableció: la religión Romana y Católica. Aunque a menudo usemos la frase «volver a la Tradición» o «restaurar la Tradición» en realidad se trata de restaurar la Fe Católica.

Y Jesucristo nos muestra cómo hacerlo. Él es el Maestro y Guía. Él nos ha dado las respuestas. Él nos ha dejado su Hoja de Ruta. Es Su Cruz.

Hace apenas dos semanas, celebrábamos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Considera la profunda importancia de las dos oraciones de esa Misa a continuación:

Oración  de Aleluya: (una oración dirigida a la Cruz)

ALELUYA, aleluya, Dulce leño, dulces clavos que sostuvisteis tan dulce peso, que fuisteis solos dignos de llevar al Rey y Señor de los cielos. Aleluya.

Antífona de Comunión: Por la señal de la Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.

Cristo
Cuando llegue el momento, ¿permaneceremos con Él al pie de la Cruz? O huiremos…

Deseo urgir a todos ustedes a mirar a la Cruz de Cristo para obtener una respuesta de cómo restaurar la Fe Católica y su gloriosa Tradición. Este, por ende, es el primer principio que propongo, a saber, la verdadera hoja de ruta para restaurar la Tradición se encuentra al pie de la Cruz. A los efectos de este artículo en particular, me concentraré en primer lugar en un aspecto del Misterio de la Cruz: Jesús en la Cruz que nos da a su Madre y que confía Su Iglesia  a sus cuidados maternos y su intercesión, «Mujer, he ahí a tu hijo», «He ahí tu madre». Este es un momento culmen de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.

De allí que el segundo principio que propongo es que en el misterioso designio de Dios, es Nuestra Señora quien nos brinda la verdadera hoja de ruta para restaurar la Tradición. Hace dos mil años, permaneció con fe al pie de la Cruz, y desde entonces – a través de los siglos- nos da todas las gracias necesarias que manan del Sacrificio Eterno de su Hijo.

La siguiente cita del Papa León XIII, nos ayudará a comprender que Nuestra Señora nos está concediendo la gracia de Dios ¡hoy!, para superar la terrible crisis de fe que aflige a nuestro tiempo.

«Con admirable cuidado alimentó a los primeros cristianos con su santo ejemplo, su buen consejo, su dulce consuelo, sus oraciones llenas de fruto. Era, en verdad, la Madre de la Iglesia, la Maestra y Reina de los Apóstoles, a quienes, además, confió una gran parte de misterios divinos que guardaba en su corazón.

Es imposible medir el poder y el alcance de sus gracias desde el día en que fue asunta a la gloria celestial en compañía de su Hijo, que obtuvo por los méritos de su dignidad y su resplandor. Desde el cielo comenzó, por decreto de Dios, a cuidar de la Iglesia, a ayudarnos y asistirnos como Madre; de modo que ella que estuvo tan íntimamente asociada al misterio de la salvación humana está asimismo íntimamente asociada con la distribución de las gracias que para siempre manarán de la Redención. «El poder depositado en sus manos es casi ilimitado»(Papa León XIII, Adiutricem 6-9, 5 de septiembre de 1895).

El Papa León XIII nos enseña que tal como Nuestra Bendita Madre estaba unida a su Hijo sufriendo y muriendo en la Cruz, así está «íntimamente asociada con la distribución de las gracias que por siempre manarán de la Redención. La Gracia está manando de la Cruz ¡hoy!, para poner punto final a la herejía modernista y a la revolución Modernista del siglo pasado, y Nuestra Señora ha estado profundamente asociada con la distribución de esta gracia…entonces ¿qué?, ¿a qué apuntamos? Creo que es obvio…. Las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, Portugal, en 1917, hace casi cien años.

Así que esto me lleva a proponer un  tercer principio – la Santa Madre de Dios vino a Fátima a darnos la gracia y la luz de la Cruz que se necesitan en particular en nuestros tiempos. Con su Mensaje en Fátima, nos deja una hoja de ruta para restaurar la Tradición. En el período post Vaticano II, la cola del demonio ha estado provocando desorientación y destrucción generalizada dentro de la Iglesia mediante  la promoción de un catolicismo falsificado. El demonio ha atacado y continúa su asalto contra la Santa Madre Iglesia a través de la herejía Modernista y la revolución Modernista disfrazada de aggiornamento. Con todo no nos desesperamos porque Nuestro Señor nos ha dado la solución… Su Madre bajó del cielo a Fátima en 1917, para pisar la cabeza modernista de la serpiente.

A continuación presentaré una hoja de ruta para restaurar el verdadero catolicismo, que consistirá de tres partes:  La Parte I  de la hoja de ruta se basa en la inmutable lex orandi, lex credendi de la Iglesia Católica, que es exactamente lo que Nuestra Señora vino a enfatizar y reafirmar en Fátima. La Parte II tiene relación con un aspecto específico del Mensaje de Nuestra Señora en Fátima, a saber, el Papado. Por último, la Parte III de la hoja de ruta se deriva de nuestro primer principio, la Cruz. A fin de restaurar la Tradición Católica, nuestras almas se deben purificar al pie de la Cruz.

Parte I: Lex orandi, lex credendi

Como católicos romanos debemos ser fieles a la lex orandi, lex credendi de Nuestra Santa Madre la Iglesia. Este es el principio fundamental que puedo esgrimir para guiar el retorno y la restauración de nuestra Fe Católica: fidelidad a la perenne lex orandi, lex credendi de Nuestra Santa Madre la Iglesia. Estar dispuestos a llevar a cabo lo que sea para ser fieles  a la antigua y eterna Liturgia  y la antigua y eterna Fe de la Iglesia. Como muchos de ustedes ya saben, lex orandi se refiere a la ley de oración de la Iglesia y lex credendi a su ley de fe.

Estas dos leyes se afectan mutuamente: creemos de acuerdo con lo que rezamos y cómo lo hacemos; la Santa Misa, en particular, es una preciosa expresión de nuestra fe. Lex orandi, lex credendi – así como rezamos, creemos. Las verdades de Fe no cambian, por lo tanto, tampoco la forma en que rezamos. Nunca en los dos mil años de historia de la Iglesia Católica hubo una ruptura radical con la tradición litúrgica, a excepción de la Novus Ordo Missae producida por un comité que impulsó su programa en 1969. ¡La Misa del Novus Ordo representa la  única revolución contra la tradición litúrgica en la historia de la Iglesia Católica! Tal revolución contra la perenne lex orandi de la Iglesia no puede haber sido obra del Espíritu Santo.

La esencia del catolicismo es la verdad, la verdad revelada por Dios para nuestra salvación, una verdad que no cambia porque proviene de Dios, no del hombre, una verdad en que debemos creer, a la que debemos adherir y transmitir fielmente.

  • Hebreos 13,8, «Jesucristo, ayer y hoy, y el mismo por siempre». La verdad no cambia, es la misma ayer, hoy y siempre.
  • San Pablo en 1 Cor 16,3, «Porque yo les he predicado en primer lugar lo que yo he recibido: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras». La esencia del Catolicismo es predicar fielmente la verdad que uno ha recibido, no cambiarla y adaptarla de acuerdo con los acontecimientos corrientes de un tiempo o lugar determinado.
  • ¡Hace falta reflexionar sobre el Credo de Atanasio! Así es como comienza, «quienquiera que desee salvarse debe ante todo adherir a la Fe católica. Debe preservar esta Fe completa y sin tacha; de otro modo por cierto perecerá eternamente». ¡La esencia del catolicismo es preservar la Fe completa, sin tacha y pura!
  • Es por esto que San Vicente de Lérins dice en el siglo quinto, «¡no podría sorprenderme más la locura de algunos hombres, tanta impiedad en su inteligencia cegada, tal lujuria en el error, que no aceptan la regla de la fe dada una vez y para siempre en la antigüedad, sino que están siempre en la búsqueda de cosas nuevas, y cada vez más nuevas, y siempre están deseosos de agregar algo a la religión, o de cambiarla, o de sustraerle algo!».

Además, San Vicente realmente brinda una descripción proféticamente apta de las herejías modernistas de hoy, «no podría sorprenderme más la locura de algunos hombres, tanta impiedad en su inteligencia cegada, tal lujuria en el error».

  • El Papa Benedicto XV enseña lo siguiente en su Encíclica inaugural Ad Beatissimi Apostlolorum, 1 de noviembre de 1914, » No solo simplemente deseamos que los católicos se retrotraigan de los errores del Modernismo, sino también de las tendencias de lo que se denomina el espíritu del Modernismo. Quienes se infectan con este espíritu desarrollan un fuerte desagrado por todos los sabores de la antigüedad y se convierten en ávidos buscadores de novedades en todo: en el modo en que llevan a cabo tareas religiosas, en el manejo de las instituciones católicas, y aún en ejercicios de piedad privados. Por ende es Nuestra voluntad que la ley de nuestros padres continúe siendo sagrada: «que no haya innovaciones; que se mantenga como se recibió». La esencia del catolicismo es mantener lo que se recibió.

El Mensaje de Nuestra Señora de Fátima no es simplemente un mensaje acerca de la oración, el sacrificio, y la reparación por el pecado en sentido general; sino que Nuestra Señora, nuestra Madre, viene a advertirnos sobre el gran riesgo de condenación eterna de muchas almas, y sobre el terrible asalto que satán está a punto de desatar contra Dios y la Iglesia en nuestros tiempos, y nos brinda la respuesta de Dios… ella nos trae las gracias específicas y necesarias que manan del Sacrificio de su Hijo. Y todo esto tiene relación con la verdad católica – verdadera doctrina (lex credendi) y verdadera adoración (lex orandi). Los pecados que están llevando a millones de almas al infierno son pecados contra la verdadera doctrina y la verdadera adoración: herejía, blasfemia, e impureza (como predijo Nuestra Señora del Buen Suceso de Quito, Ecuador, en los inicios del siglo diecisiete).

¿Cómo puede un hombre adorar a Dios en verdad con un corazón sucio y un cuerpo impuro?

  • Si un hombre tiene el corazón manchado mortalmente con pecado de impureza, ¿cómo puede ofrecer un sacrificio agradable al Señor?
  • Recordemos que uno de los aspectos hermosos de la Misa Tradicional en Latín es su reiterado énfasis en la pureza… especialmente la pureza del sacerdote que actúa verdaderamente in persona Christi (desgraciadamente esto, en general, ha desaparecido en la Nueva Misa).

El asalto diabólico del siglo XX contra la Iglesia fue dirigido directamente a minar la verdadera doctrina y la verdadera adoración. Escuchemos las palabras proféticas del Papa Pío XII en los años treinta cuando aún era Cardenal Pacelli: «Me preocupan los mensajes de la Virgen Bendita a Lucía en Fátima. Esta insistencia de María acerca de los peligros que amenazan a la Iglesia es una advertencia divina ante el suicidio de alterar la Fe, en su liturgia, su teología y su alma…»

Esto nos conduce al núcleo del Mensaje de Nuestra Señora de Fátima. Es una conmovedora admonición de madre de que permanezcamos fieles al catolicismo – la doctrina católica y la adoración como nos han sido entregadas desde el tiempo de los Apóstoles, y de que hagamos reparación por los ultrajes y sacrilegios que tanto ofenden a Dios, pecados contra el catolicismo – herejía, blasfemia, impureza, y pecados contra la Santa Eucaristía. Recordemos el comienzo del Tercer Secreto, revelado por Nuestra Señora el 13 de julio de 1917, «en Portugal el dogma de la Fe siempre será preservado, etc.»

En Fátima, Nuestra Bendita Madre hace hincapié en la doctrina, lex credendi: Cielo, Infierno, Purgatorio, pecado, gracia, méritos, satisfacción, y reparación, los Sacramentos, su oficio de Co-Redentora y Mediadora de todas las gracias, y la autoridad del Papado. Además ella recalca la adoración por parte de la Iglesia, lex orandi: el Santo Sacrificio de la Misa, especialmente los elementos de sacrificio, adoración, y suprema reverencia del Preciosísimo  Cuerpo y la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, la Santa Comunión, el recibir la Santa Comunión de rodillas y en la lengua, y el Sacramento de la Penitencia.

En Fátima, ella quiere preservar y transmitir fielmente la liturgia y la doctrina de la Iglesia, lex orandi, lex credendi.

Se percibe, sin lugar a dudas, una marcada diferencia entre el Mensaje de Nuestra Señora en Fátima y todo el espíritu del Vaticano II. En Fátima, Nuestra Señora advirtió severamente sobre los pecados del mundo, un mundo que persiste en sus ofensas a Dios, un mundo desesperadamente necesitado de conversión; por otro lado, la actitud dominante en las repercusiones del Vaticano II ha sido la de dialogar con el mundo y la de adaptarse al mundo caído. En Fátima, Nuestra Señora señaló que lo único que puede salvar al hombre y traer la paz al mundo es el verdadero catolicismo, sin embargo en la era post-conciliar, el hombre parecería ya estar salvado, y lo que por lo general se denomina «catolicismo» se ha diluido, despojado y alterado de manera de hacerlo más aceptable y atractivo para el mundo pecador y para los herejes protestantes. Existe una notable diferencia entre el Plan de Dios revelado en Fátima, y el plan del hombre que se llevó a cabo como consecuencia del Concilio Vaticano Segundo.

Con la guía de la Santa Madre de Dios en Fátima, a fin de restaurar la Tradición, es decir, el auténtico catolicismo debemos hacer lo siguiente:

  1. Lex orandi. Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para promover la Misa Tradicional en Latín. Pase lo que pase hagamos todo lo posible por adherir completamente a la Misa Tradicional en Latín. Alentemos a otros a hacer lo mismo. Sigamos aprendiendo sobre la Misa, estudiemos… leamos libros sobre la Misa (por ejemplo: El Tesoro Escondido de la Santa Misa de San Leonardo de Porto Mauricio, and The Incredible Catholic Mass de Fray Von Cochem), esforcémonos con ahínco por aprender más sobre la Misa Tradicional (Mass of the Ages) el más preciado tesoro de la Iglesia Católica. Los urjo a que, en lugar de provocar peleas entre los católicos tradicionales, dediquen más tiempo a la contemplación, con temor y temblor, del inefable Misterio del altar. La adoración, la reverencia, el honor, las alabanzas y la acción de gracias al Dios Todopoderoso con seguridad darán frutos de unidad y propósitos de acción entre los católicos tradicionales.
  2. Lex credendi. Hagamos nuestro mayor esfuerzo por irradiar las enseñanzas católicas, seamos íntegramente fieles a la doctrina de la Iglesia, estudiemos nuestra fe con los catecismos publicados antes de 1965, y cuidémonos mucho de cualquier enseñanza posterior al Vaticano II que no esté en armonía con las perennes enseñanzas de la Iglesia. Recomiendo fuertemente el estudio de las encíclicas papales desde el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX (por ejemplo: The Popes Against Modern Errors  – Los papas contra los errores del modernismo- publicado por TAN books).
  3. Esforcémonos por recuperar las disciplinas y prácticas tradicionales; las devociones piadosas de la Iglesia Católica, por ejemplo, ayunar durante Cuaresma, ayunar al menos tres horas antes de la Santa Misa, ayunar los Días de Témpora y en las Vigilias de las grandes fiestas, abstenerse de carne todos los viernes, hacer penas y mortificaciones voluntarias, vestirse con modestia (por ejemplo: que las mujeres usen un velo en Misa, y siempre vistan faldas largas o vestidos), rezar el Vía Crucis todos los viernes, crecer en la devoción al Sagrado Corazón y a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, rezar Novenas a los Ángeles y Santos, encender y utilizar Velas bendecidas, hacer bendecir los sacramentales con oraciones las apropiadas del Rito Antiguo, hacer uso frecuente de agua bendita y sal bendita, participar en Procesiones de Corpus Christi y Cristo Rey, y promover las devociones marianas llenas de entusiasmo «De Maria nunquam satis», dicen los Santos, «De María siempre queremos más». ¡Procuremos crecer un poco más en la devoción a María cada día de nuestra vida!
  4. Estudiemos y aprendamos acerca del Mensaje de la Santísima Madre de Dios en Fátima, pongámoslo en práctica, y contagiemos este Catolicismo a otros. Recemos el Rosario devotamente todos los días, hagamos frecuentes visitas al Santísimo Sacramento y reparemos por las blasfemias contra Nuestro Señor y Nuestra Señora (podemos rezar la oración que el Ángel de Fátima enseñó a los tres niños cuando se les apareció en el verano de 1916, « Dios mío, yo creo y espero en Vos, Os adoro y Os amo. Os pido perdón por los que no creen, ni adoran, ni esperan, ni Os aman» , recemos, ayunemos, y hagamos sacrificios por nuestros pecados y por los pecados de todos los pecadores e incrédulos, practiquemos la devoción de los Primeros Sábados, consagrémonos al Inmaculado Corazón de María mediante la imposición del Escapulario Marrón de Nuestra Señora del Monte Carmelo, recemos por el Santo Padre para que finalmente obedezca a Dios y (a) consagre a Rusia al Inmaculado Corazón de María en unión con todos los Obispos del mundo y (b) publique el texto completo del Tercer Secreto.
  5. Les ruego encarecidamente que no participen en estériles disputas y murmuraciones entre católicos tradicionales. Este tipo de rencillas y discordias no provienen de Dios. Podremos disentir en cuanto a la mejor manera de restaurar la Tradición, y podremos estar muy convencidos de nuestra propia posición, pero no olvidemos que es el catolicismo lo que nos identifica, no el grupo particular al que pertenecemos. Primero y principal, somos católicos porque adherimos a las lex orandi, lex credendi eternas de la Iglesia. Los medios por los que discernimos y decidimos esta restauración, son sólo eso, medios, no fines en sí mismos.

Escuchemos la admonición de San Pablo: Os ruego hermanos por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya escisiones entre vosotros, sino que viváis perfectamente unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir. Porque me he enterado respecto de vosotros, hermanos míos, por los de Cloe, que entre vosotros hay banderías. Hablo así porque cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo», «yo de Apolo», «yo de Cefas», «yo de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Fue Pablo crucificado por vosotros, o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Cor 1, 11-13)

A continuación citaremos un buen ejemplo de la actitud que debemos esforzarnos por alcanzar, «Soy católico, y creo que la mejor manera de contribuir con la restauración de la Fe y de servir a Dios y a la Santa Madre Iglesia es a través de la FSSPX/FSSP/ICRSS/Apostolado diocesano/Sedevacantismo. Nótese que aquí se hace hincapié en el ser católico, en adherir a las eternas lex orandi, lex credendi de la Iglesia; el énfasis no está en la afiliación a un grupo en particular. Ninguno de los grupos particulares tiene el monopolio de las lex orandi, lex credendi de nuestra Santa Madre la Iglesia. El Depósito de la Fe fue confiado por Nuestro Divino Señor y Salvador a Su Iglesia. Los diversos grupos existen sólo para servir a la restauración de las lex orandi, lex credendi de la Iglesia.

Parte II: El Papado

La horrible crisis sobre la que Nuestra Señora de Fátima vino a advertirnos y a ayudarnos a evitar, es sin duda una colosal crisis de fe… pero también es una crisis del Papado.

Consideremos algunas de las profecías católicas que alertaban sobre una futura crisis del papado:

  • La Profecía de Premol del siglo V: «Pero piedad, piedad para Roma. Porque no has oído mis advertencias, y Roma también se derrumba en el tumulto. Tu Iglesia, Oh Dios, es destruida por sus propios hijos. Un campamento es fiel al Papa que huye, el otro está sujeto al nuevo gobierno de Roma que ha roto la Tiara».
  • Juan de Clef Rock, siglo XIV: El Papa con sus cardenales deberán abandonar Roma en circunstancias trágicas y dirigirse a un lugar donde no se los conozca. El Papa morirá de muerte cruel en su exilio. Los sufrimientos de la Iglesia serán más grandes que en cualquier otra época de su historia».
  • De visiones de la beata Ana Catarina de Emmerich, una monja agustina alemana que recibió los estigmas de Nuestro Señor, en 1820: «Vi una Iglesia extraña que estaba siendo construida en contra de todas las reglas…En esa iglesia, nada venía del cielo…Es probablemente una iglesia de creación humana, según la última moda, como la nueva iglesia heterodoxa de Roma, que parece del mismo estilo. Vi de nuevo la extraña gran iglesia que se estaba construyendo en Roma. No había nada santo en ella. Veo al Santo Padre en gran angustia. Veo a la falsa iglesia de la oscuridad que progresa, y veo la tremenda influencia que tiene sobre la gente. El Santo Padre y la Iglesia se encuentran en tal angustia que se debe implorar a Dios día y noche.»
  • Nuestra Señora de La Salette, el 19 de septiembre de 1846 reveló, pero que no fue puesto por escrito por Melanie, la principal vidente, hasta 1878: «Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo. La Iglesia será eclipsada, el mundo estará a la deriva».
  • La extática de Tours, no se conoce su nombre, era una monja que vivía en Tours, Francia, y en la segunda mitad del siglo XIX profetizó: «Durante algún tiempo la Iglesia no tendrá Papa».

Ahora volvamos al Mensaje de Fátima concerniente a una crisis papal en nuestros días:

  • Nuestra Señora de Fátima, el 13 de julio de 1917 dijo que si su pedido no se llevaba a cabo, «los buenos sufrirán el martirio, el Santo Padre deberá sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas».
  • Sor Lucía de Fátima redactó el siguiente testimonio en su Tercera Memoria, publicada en 1942, con respecto a la Bienaventurada Jacinta, quien tenía sólo siete años en ese momento, 1917. La bienaventurada Jacinta le relató a Lucía: «Vi al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas ante una mesa, con sus manos se tomaba la cabeza, estaba llorando. Fuera de la casa, había mucha gente. Algunos arrojaban piedras, otros lo maldecían y proferían improperios. Pobre Santo Padre, debemos rezar mucho por él».

Nuestro Señor reveló lo siguiente a Sor Lucia en Rianjo, España, en agosto de 1931: «no quisieron obedecer a Mi pedido. Igual que el Rey de Francia se arrepentirán y lo harán, pero será tarde. Rusia ya habrá diseminado sus errores por todo el mundo, causando guerras y persecuciones a la Iglesia. ¡El Santo Padre deberá sufrir mucho!

  • El 26 de junio del 2000 el Vaticano publicó parte del tan esperado Tercer Secreto de Fátima (por orden de la Bendita Virgen éste debería haber sido publicado en 1960). Sor Lucía describe una visión en la que el Papado tiene un rol central, «y vimos una luz inmensa que es Dios: -algo similar a como la gente aparece en un espejo cuando pasan por enfrente de él- a un Obispo vestido de Blanco «tuvimos la impresión de que era el Santo Padre». ¿Por qué dice Lucía que tuvieron la impresión de que era el Santo Padre, en vez de sólo llamarlo el Papa? No, sino que se refiere a él como a un Obispo vestido de blanco. ¡Qué extraña selección de palabras! Pero evidentemente son muy precisas e intencionales. Y los niños lo vieron como pasando frente a un espejo. Los espejos se usan para crear ilusiones y no nos muestran realidades sino una imagen de lo que es real… es muy probable que Dios, la Bendita Virgen María y Sor Lucía nos estén indicando que el Papado se encuentre en una terrible crisis que aflija a la Iglesia de nuestros tiempos. Más tarde en su visión, el Papa -y ahora Sor Lucía lo llama el Papa sin ambigüedades ni términos confusos- pasa por en medio de una gran ciudad medio en ruinas y medio temblando con paso vacilante, afligido con dolores y tristeza. Llega a la cima de una montaña escarpada y de rodillas al pie de una gran Cruz, recibe el martirio por parte de un grupo de soldados que le disparan balas y flechas.

El contenido total del Tercer Secreto de Fátima continúa sin ser revelado, pero los testimonios de los que disponemos sobre el tema hacen referencia a una crisis papal. Por ejemplo:

  • El Cardenal Oddi declaró el 17 de marzo de 1990: «La Bienaventurada Virgen María nos alertaba sobre una apostasía en la Iglesia».
  • El Cardenal Ciappi (teólogo personal papal de Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II) declaró en marzo del 2002: «Está predicha en el Tercer Secreto de Fátima, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará desde arriba».
  • El Padre Malachi Martin, íntimo colaborador del Cardenal Bea bajo el Papa Juan XXIII, leyó el Tercer Secreto. En 1997 el Fray Martin dio una entrevista a Art Bell Show, donde confirmó que el Secreto revela acerca de un Papa «que estaría bajo el control de Satanás».
  • Una de las indicaciones sobresalientes del Mensaje de Fátima es que mientras advierte sobre una crisis grave en el Papado también subraya la autoridad del Papa, la sacralidad de su Ministerio, e identifica al Papado ¡como la solución a la crisis! Nuestra Señora resalta el papel central e indispensable del Papa – es el Vicario de Cristo quien debe consagrar a Rusia al Inmaculado Corazón de María en unión con todos los Obispos del mundo. Nuestra Bendita Madre nos revela con sencillez que la solución a la crisis descansa en las manos del Vicario de su Hijo en la tierra y Sucesor de San Pedro. La respuesta está en el catolicismo, íntegro y sin mancha, sin el cual el hombre, por cierto, perecerá eternamente.

Quizás la causa principal de que la crisis actual de la Iglesia sea tan grave, es que implica un asalto total sobre el Papado dirigido por satanás. Incluye un intento diabólico de subvertir al Papado. Una de las preciadas joyas del catolicismo es el Papado. Reflexionemos sobre esta verdad magnífica – por la gracia del ministerio Papal, ¡tenemos al Representante del Hijo de Dios en la tierra! … ¡Jesucristo! Él sigue gobernando Su Cuerpo Místico y ejerciendo Su divino Poder a través del Papa. San Pedro y sus Sucesores han recibido las llaves del Reino de los Cielos ¡para la salvación de las almas! El Papa debe velar por la pureza de la Fe. El glorioso propósito del Ministerio Petrino fue definido por el Bienaventurado Papa Pío IX, en el Capítulo Cuatro de  Pastor Æternus, Constitución Apostólica sobre la Iglesia del Concilio Vaticano Primero, con fecha 18 de julio de 1870:

«Entonces los padres del Cuarto Concilio de Constantinopla (869 d.C.), siguiendo los pasos de sus predecesores, publicaron esta solemne profesión de fe: La primera condición para la salvación es mantener la regla de la fe verdadera… En la Sede Apostólica la religión católica siempre se ha preservado intachable, y se ha honrado la sagrada doctrina.

Posteriormente encontramos la definición del Concilio de Florencia: «El Romano Pontífice es el verdadero vicario de Cristo, la cabeza de toda la Iglesia y el padre y maestro de todos los cristianos; y a él, en el bienaventurado Pedro, Nuestro Señor Jesús confió todo el poder de cuidar, guiar y gobernar a toda la Iglesia». Para cumplir con esta función pastoral, nuestros predecesores lucharon incansablemente para que las enseñanzas de Cristo se extendieran a todos los pueblos del mundo; y con igual cuidado se aseguraron de que se mantuvieran puras e incontaminadas donde quiera que fueran recibidas.

Los pontífices romanos… definieron, como doctrinas a ser sostenidas, aquellas cosas que, con la ayuda de Dios, sabían que estaban de acuerdo con las Sagradas Escrituras y las tradiciones apostólicas. El Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que ellos, por su revelación, comunicaran alguna doctrina nueva, sino  que con su asistencia custodiaran religiosamente y expusieran fielmente la revelación o depósito de fe transmitido por los apóstoles.

De hecho, su enseñanza fue acogida por todos los venerables padres y reverenciada y obedecida por todos los santos doctores ortodoxos, ya que ellos sabían muy bien que la Sede de San Pedro estará siempre libre del error, de acuerdo con la divina promesa de nuestro Señor y Salvador».

¿Qué ocurre si en la Sede de Pedro se da el error, se permite que el error continúe, o peor aún se promueve  la expansión de herejías? ¿Cómo puede ser posible? ¿Es siquiera posible? Recién hemos citado la doctrina de la Iglesia, «la Sede de San Pedro siempre estará libre del error». No podemos abordar este tema fundamental directamente (es decir el argumento/la postura sedevacantista) en este breve y muy limitado artículo; sin embargo señalaré que el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima nos brinda dos puntos de significancia para ser considerados al respecto: (1) estamos siendo testigos de una terrible crisis en el Papado, y (2) el remedio divino para la crisis provendrá desde el Papado. Es el Papa quien debe obedecer el mandato divino. Es el mismo Papa quien debe someterse a la verdad católica, para poder restaurar el catolicismo.

Desde las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima, los mismos Papas han ilustrado la crisis que afligía a su Ministerio. Por un lado, han dado una aprobación y respaldo papal sin precedente a Fátima; por otro lado, continúan desobedeciendo el mandato  de Nuestra Señora. Con el Papa Francisco incluido, ocho Papas consecutivos hasta hoy han omitido consagrar a Rusia al Inmaculado Corazón de María, y seis Papas desde Juan XXIII, incluido, se han rehusado a revelar el contenido total del Tercer Secreto. ¡Los Papas no han obedecido el mandato del Cielo! Es una verdad escandalosa, inconcebible e innegable: los Papas han desobedecido a Dios.

El Mensaje de Nuestra Señora de Fátima nos presenta una paradoja desalentadora: el Papado está en una crisis grave/ sólo el Papado puede brindarnos la solución definitiva. A la luz de esta paradoja, a fin de restaurar la Tradición, debemos hacer lo siguiente:

(1) Siguiendo el ejemplo de Sor Lucía de Fátima, debemos esforzarnos en practicar la obediencia y el respeto hacia las autoridades legítimas de la Iglesia, en particular al Papa, porque la solución definitiva de la crisis vendrá desde la jerarquía. La Iglesia de Jesucristo es jerárquica.

(2) El Papa y el Papado mismo deberán sufrir mucho. El Papado está en crisis, de modo que siguiendo el ejemplo de la Bienaventurada Jacinta de Fátima, debemos esforzarnos más en rezar y hacer sacrificios por el Santo Padre.

(3) Siguiendo el ejemplo del Bienaventurado Francisco de Fátima, pasemos más tiempo frente a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Vamos ante Nuestro Señor porque Lo amamos. Vayamos ante Él para hacer reparación por nuestros pecados y los pecados de otros, y los pecados de la jerarquía de la Iglesia.

(4) Tomemos con seriedad la naturaleza desalentadora  de esta paradoja papal. En la práctica, esto significa evitar las peleas entre los grupos tradicionalistas ya que reconocer la pertenencia a un determinado grupo (FSSPX, FSSP, Instituto de Cristo Rey, Apostolado Diocesano de la Misa en Latín, la Resistencia, los grupos sedevacantistas) no es la solución definitiva de la crisis. Es el Papa quien debe obedecer a Dios y a las eternas lex orandi, lex credendi de la Iglesia Católica. Es el Papa quien debe custodiar religiosamente y  exponer fielmente el Depósito de la Fe transmitido a los Apóstoles, que incluye la Misa Tradicional en Latín. Es el Papa quien debe consagrar a Rusia al Inmaculado Corazón de María en unión con todos los Obispos del mundo.

(5) Tomemos con seriedad la naturaleza desalentadora de esta paradoja papal. En la práctica esto significa reconocer las contribuciones positivas que cada grupo de católicos tradicionales hace hacia la restauración de la Fe, y darnos cuenta de que nos necesitamos mutuamente. Ciertamente, no existe una única natural forma mediante la cual Dios elija llevar a cabo Su victoria (es decir, ningún grupo tradicionalista por su cuenta tiene la respuesta perfecta a la paradoja papal). La desorientación diabólica que ha ensombrecido todos los niveles de la Iglesia es real, y afecta a todos los católicos tradicionales también. Esto provoca que sea extremadamente difícil discernir la Santa Voluntad de Dios correctamente. Nos necesitamos mutuamente.

Hay una crisis papal, así que demos gracias a Dios Todopoderoso por los heroicos esfuerzos del Arzobispo Marcel Lefebvre, del Obispo Bernard Fellay, y de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, por preservar las lex orandi, lex credendi de la Iglesia puras e incontaminadas. Los miembros de la sociedad de San Pio X son hijos fieles a la Iglesia. Que Dios los bendiga. Sólo el Papado puede brindar la solución definitiva a la crisis, de modo que demos gracias a Dios Todopoderoso por las diversas sociedades sacerdotales y comunidades, y apostolados diocesanos de la Misa en Latín que constituyen la Ecclesia Dei,  por sus sinceros aportes al practicar la santa obediencia a la Santa Sede. Ellos también son hijos fieles de la Iglesia. Que Dios los bendiga. Finalmente, encontramos a los hermanos sedevacantistas que aman a la Iglesia y al Papado, e intentan contribuir con su mejor esfuerzo a la restauración de la verdadera Fe. También ellos son hijos e hijas fieles a la Santa Madre Iglesia. Que Dios los bendiga.

Parte III: La Cruz

Me gustaría revisar y reunir los tres principios que propuse para retornar al catolicismo y restaurarlo. El primer principio: la verdadera hoja de ruta para restaurar la Tradición lo hallamos al pie de la Cruz. El segundo principio: en el misterioso diseño de Dios, es la Bienaventurada Virgen María quien nos brinda esta hoja de ruta para restaurar la Tradición. El tercer principio: la Santa Madre de Dios vino a Fátima para brindarnos una hoja de ruta a fin de restaurar la Tradición. Existen al menos tres principales maneras en las que Nuestra Señora de Fátima nos lleva a la Cruz de su Hijo: primero, la hermosa visión de la Bendita Trinidad y  la Crucifixión que Dios concedió a Sor Lucía en Tuy, España el 13 de junio de 1929; segundo, la centralidad de la Cruz en la parte de la visión del Tercer Secreto publicado por el Vaticano el 26 de junio del 2000; y tercero, el sufrimiento extremo que soportaron los tres niños pastores de Fátima – no hay duda de que Nuestra Señora los llamó a permanecer con ella al pie de la Cruz de su Hijo.

Queridos hijos en la Fe, para restaurar la Tradición debemos estar dispuestos a sufrir tras las huellas de Jesús, María, Pedro y Pablo, y todos los venerables santos y mártires. San Luis de Montfort nos instruye así: «considérense felices por ende cuando Dios los favorece con una de Sus cruces, porque sin darse cuenta están siendo bendecido con el más grande don de Dios. Sí, la cruz es el don más grande de Dios. ¿Por qué es la cruz el don más grande de Dios? ¡Porque sufrir a causa de la verdad santifica! Mediante Sus  sufrimientos en la cruz, Jesús abrió las puertas del Cielo. Mediante Sus sufrimientos en la Cruz, Jesús hizo a María Co-Redentora y Mediadora de todas las gracias. Consideremos cuántos se han  convertido en mártires y santos en el curso de veinte siglos, mediante Sus sufrimientos en la Cruz.

La actual crisis en la Iglesia es una tristísima crisis de Fe, lex orandi, lex credendi. Sin embargo, es también una crisis de santidad. En los tiempos presentes, la Iglesia Militante padece de una escasez extrema  de santidad. A fin de restaurar la Tradición, debemos, sobre todas las cosas, crecer en santidad. El sufrir es el mayor don que Dios nos pueda dar porque nos brinda la oportunidad de convertirnos en santos y mártires. Meditemos el siguiente pasaje del libro Nuestros Papas gloriosos, publicado en 1995, por los Esclavos del Inmaculado Corazón de María:

«Después de trescientos años de persecución, tuvo lugar en el año 325 d.C., el gran Concilio Ecuménico de Nicea en Asia Menor (hoy Turquía). Los Padres Conciliares rompieron en llanto de amor y veneración ante la vista de tantos de los 318 Obispos que asistieron al Concilio llevando en sus cuerpos el testimonio de la tortura sufrida por la Fe en la última y más cruel de las persecuciones. Se dieron cita los más ilustres siervos de Dios, en especial, los sobrevivientes de la persecución, los que llevaban en sus cuerpos las cicatrices y santas heridas de una confesión gloriosa. Allí se encontraba Potamon, Obispo de Heraclea en Egipto, quien había perdido un ojo; Paphnutius, de la Tebaida Superior, lisiado en ambas manos por los hierros calientes del Emperador Licinius…

Muchos de los presentes en el Concilio se acercaron a estos mártires vivientes para besar las cicatrices de sus santas heridas.

¡Lo que más necesita hoy nuestra Santa Madre la Iglesia son santos vivos y mártires vivos! Grábalo a fuego en tu mente y en tu corazón: para restaurar el catolicismo debemos, principalmente, crecer en santidad mediante el sufrimiento. Jesucristo nos enseña esta verdad desde su Cruz.

Estén seguros de que Dios nos dará muchas oportunidades de crecer en santidad mediante el sufrimiento. Por ejemplo:

(1) Cada vez que los ignoren, marginen, desestimen, ridiculicen, sean objeto de burla o humillación a causa de la fidelidad a la Misa Tradicional en Latín y de no cambiar la doctrina de la Iglesia, ¡alégrense y regocíjense! «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y  persigan y hablen mal de vosotros, con mentira, por Mi causa…»(Mt 5,11) Ofrezcan estos sufrimientos a Dios por la restauración de la santa Tradición.

(2) Sean fervientes y devotos en sus oraciones, y perseveren. Perseverar en la oración, pase lo que pase, y rezar especialmente para que el Santo Padre consagre a Rusia al Inmaculado Corazón de María en unión con todos los Obispos del mundo. Si otro católico tradicionalista o del Novus Ordo te ataca y ofende, soporta ese mal con paciencia, perdona todas las ofensas, sufre con caridad, y considera una bendición el estar al pie de la Cruz.

(3) Practiquen la renuncia a ustedes mismo. Esto no sólo se aplica a nosotros en forma particular, sino a todos los diversos grupos tradicionalistas: La Sociedad de San Pío X, la Resistencia, Sedevacantistas, sociedades y comunidades sacerdotales Ecclesia Dei, centros Diocesanos de la Misa en Latín, etc. De acuerdo con San Vicente de Paul, renunciar a sí mismo significa renunciar a los propios sentidos, a las propias pasiones, a la voluntad propia, al juicio propio. Es tristísimo ver la arrogancia de algunos grupos tradicionalistas e individuos que insisten en que su interpretación privada de la doctrina y juicio acerca del modo de enfrentar esta crisis es infalible (parecería que estos grupos e individuos se creen inmunes a la desorientación diabólica que ha extendido sus tortuosos tentáculos por doquier), mientras todos los demás son «cismáticos», «excomulgados», «desleales al Papa y a la jerarquía», «traidores a la causa», «transigen con la Roma modernista», «desobedientes», etc. Kýrie. eléison, Christe, eléison, kýrie, eléison. Queridos amigos en Cristo:

  • necesitamos menos retórica y más renuncia al propio juicio
  • necesitamos menos «doctores en teología y doctrina», y más siervos de la verdad católica en la caridad
  • necesitamos menos arrogancia y más humildad
  • necesitamos menos «soluciones a la crisis» y más sufrimiento en silencio con amor
  • necesitamos menos debates y más oración ante el Santísimo Sacramento
  • necesitamos menos navegar en internet y más meditación sobre la Pasión de Nuestro Señor
  • necesitamos menos discursos tradicionales, y estar más al pie de la Cruz.

(4) Sean pacientes – estén dispuestos a rezar y a sufrir, sólo Dios, la Bendita Virgen María y un Papa obediente pueden resolver esta tremenda crisis. Sean pacientes – la crisis actual no se solucionará de acuerdo con nuestros tiempos, ni de acuerdo con nuestros grupos, modos o criterios; más bien, la feliz solución tendrá lugar en los tiempos de Dios y de acuerdo con Sus inescrutables designios e infinita sabiduría.

(5) Les ruego que tomemos en serio lo que rezamos en la Santa Misa antes de recibir a Nuestro Bendito Señor en la Santa Comunión, «Dómine, non sum dignus…Dómine, non sum dignus… Dómine, non sum dignus.»  No somos dignos de todos los tesoros de la Tradición católica con que Dios nos ha bendecido. ¡Que crezcamos en humildad! ¡Que estemos dispuestos a sufrir cualquier tipo de prueba que Dios permita, por el bien de la restauración del catolicismo, y así nos hagamos merecedores de las gracias necesarias que muevan a Dios Todopoderoso a dar un feliz fin a esta horrenda crisis!

En conclusión, sepan que todo lo que sufran por amor a Cristo y Su verdad, aunque sea poco, acarreará gracias especiales para ustedes y para la Iglesia… serán sumergidos más profundamente en el Inmaculado Corazón de Nuestra Madre Dolorosa. Ella llora junto a la Cruz de su Hijo (Jn 19, 25), guardando los sufrimientos de su Hijo en su corazón (Lc 2, 51).

Es natural suponer que antes de entregarse a Sí mismo a la muerte, Jesús se despidiera de Su Bendita Madre. Pensemos en el dolor indescriptible que experimentaron Jesús y María en el lúgubre momento de la separación. Jesús, el más amoroso de todos los hijos de hombre, se despide de Su amada Madre antes de partir hacia la muerte en medio de sufrimientos indecibles. ¡qué amargos dolores experimentan ambos! María sabe que pronto contemplará a su Hijo agonizando en la Cruz. Su Cuerpo sagrado desfigurado, ensangrentado y cubierto de heridas. ¡Ay cómo late su corazón de madre en la angustia! Jesús susurra, y el dolor que Él inflige en el corazón de María es fuente de más profunda angustia para Sí mismo. ¡Qué lágrimas de amarga angustia y tristeza llenas de vida habrá derramado María al abrazar por última vez a su Unigénito inocente a punto de entregarse a Sí mismo a la muerte! ¡Qué aflicción habrá sentido Jesús al despedirse y dar su último adiós a la más dulce de las Madres!

María comprende cuán profundo es el mar de dolor en que sumergirá su corazón de madre al contemplar las innumerables heridas y la muerte cruel que le espera a su Hijo, y de la cual ella será testigo en su aflicción. Aún así María, llena de amor por nosotros, y de deseo de nuestra salvación, y ardiendo en caridad hacia Dios, Quien le pide a ella este doloroso sacrificio, se sobrepone a sí misma, y ofrece generosamente sufrir todo. Si bien la Pasión y Muerte de Jesús serán para ella una fuente de dolor infinito, las acepta voluntariamente y de todo corazón, con más fortaleza que un mártir, ofrece en sacrificio a su amado Hijo.  «Vete, Hijo mío» dice ella, «Vete a sufrir en la Cruz; ve, incluso a la muerte; tal es la Voluntad de Tu padre Celestial; y también es la mía. ¡Sólo permíteme morir contigo! [La escuela de Jesús crucificado, pág. 35-37, Fray Ignacio del Costado de Jesús]

En verdad, sólo si tú y yo estamos al pie de la Cruz, aceptando con resignación y amor los sufrimientos que Dios nos envíe, podremos habitar en el Sagrado Corazón de Jesús a través del Inmaculado Corazón de María, «Ve a sufrir en la Cruz; esa en la Voluntad de Tu Padre Celestial; y también es la mía».

Padre Michael Rodriguez

Diócesis de El Paso, Texas, USA

Nota del editor: nuestro sincero agradecimiento al Padre Rodríguez por su permiso para transcribir este excelente discurso de la Conferencia de identidad católica de este año. Si están interesados en leer más artículos como este por favor ayúdennos a mantener esta página. MJM

[Traducido por Romina R. Artículo original]

THE REMNANT
THE REMNANThttp://remnantnewspaper.com/
Edición en español de The Remnant, decano de la prensa católica en USA

Del mismo autor

Franciscanas guatemaltecas realizan un valiente movimiento hacia la tradición

Quetzaltenango es la segunda ciudad más grande de la República de...

Últimos Artículos

San Dimas, el Buen Ladrón

La liturgia latina de la Iglesia conmemora el 25...

La Semana Santa no es momento de playa ni diversiones

https://youtu.be/ZBsa00JGhcE?si=UDriQzFjW7m7hccQ Padre Michel Boniface, FSSPX

 “Et Verbum caro factum est”

I. El 25 de marzo la Liturgia de la...