Los verdaderos católicos alemanes esperaban que el reciente 10 de enero, cuando se cumplió el centenario de la consagración de Alemania al Corazón de Cristo, el episcopado alemán renovara ese acto consagratorio. Vana espera, porque no hubo la ni la más mínima mención de parte de los obispos, como inútil fue en 2004 y 2014, cuando se recordaron los cincuenta y sesenta años de la consagración de Alemania al Inmaculado Corazón de María verificado por el cardenal Josef Frings, en Fulda, el 4 de septiembre de 1954 ante cien mil feligreses.
Después de las originales revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, en Paray le Monial, el 21 de junio de 1675, en respuesta a su gran amor, ella, conjuntamente su director espiritual san Claudio de la Colombiere, SJ, «hicieron algo que constituyó un nuevo punto de partida en la Iglesia. Juntos, se consagraron al Sagrado Corazón respondiendo al deseo expreso del mismo Jesús. Hasta entonces las personas no se consagraban más que al ser bautizadas. En el Nuevo Testamento el único ejemplo de auto-consagración es el de Jesús en la Última Cena. En los siglos precedentes la consagración de las personas no constituía una iniciativa personal, sino una atribución episcopal, v. gr.: solamente un obispo consagraba una virgen, un rey, o, a otro obispo. La opción personal para una vida cristiana más comprometida era conocida sólo como “imitación o seguimiento de Cristo”» (El Sagrado Corazón en la historia).
En los años por venir, ese acto de consagración conjunto, inspiraría también a innumerables personas, familias, congregaciones, ciudades y países, como fuera el 1º de noviembre de 1720 la efectuada por el Arzobispo de Marsella, consagrando la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús, con lo que la peste que había asolado la ciudad acabó abruptamente.
En 1689 Margarita María informó al rey Luis XIV, de que el Señor le había dicho que pidiese «al hijo mayor de mi Sagrado Corazón», permitir que su Corazón «reinara en su palacio, ponerlo sobre la bandera, bordarlo sobre su escudo de armas», petición que nunca se hizo. Exactamente cien años más tarde la Revolución Francesa fue el primer gran acto de rebelión política organizada contra Dios. Desde la Ilustración el mundo vive un período de sociedades impías.
Contrariamente, el episcopado portugués consagró su país al Sagrado Corazón de Jesús en 1928, en la fiesta de Cristo Rey, y el 13 de mayo de 1931, junto a trescientos mil fieles todos los obispos consagraron Portugal al Inmaculado Corazón de María, y desde entonces la renuevan anual y conjuntamente. Como consecuencia, Portugal recibió una especial protección de la Señora de Fátima durante la conflagración mundial. Hitler había planeado ocupar el país a finales de 1940, pero dichos planes quedaron frustrados, ya que «gracias a esa consagración de 1931, Portugal experimentó un “triple milagro”:
- Hubo un magnífico renacimiento católico, un gran renacer de la vida católica.
- Hubo un milagro de reforma política y social.
- Hubo un milagro de paz, por el cual Portugal fue preservada del terror comunista, especialmente de la Guerra Civil Española que bramaba en la puerta de al lado. Y también, Portugal fue preservada de las devastaciones de la Segunda Guerra Mundial» (La Consagración de Portugal y el Triunfo del Inmaculado Corazón, John Vennari).
Y aunque los obispos alemanes habían consagrado su país al Sagrado Corazón de Jesús en 1915, ese acto produjo muy pocos frutos debido a que la consagración no penetró en el corazón de los fieles, ni se la profundizó, ni se la renovó.
Es cierto que los católicos alemanes en los decenios posteriores a 1950, fueron muy generosos en el financiamiento de proyectos en las iglesias de prácticamente todo el «tercer mundo», pero como es sabido, dichos proyectos han sido y son «un tumor que atenta la salud de toda la Iglesia», el medio para insuflar las doctrinas de un anti-Evangelio, de una anti-Iglesia.
Antes de la evangelización de Alemania, sus montañas se dedicaban frecuentemente a deidades paganas, a la llegada de la Verdadera Fe, muchas de éstas fueron dedicadas al patrocinio de San Miguel Arcángel, y Alemania misma lo declaró su patrón, pero «el pueblo alemán lo dejó de lado… es por eso que llegó el castigo, purificación y expurgación de nuestro pueblo que aún no han concluido, hasta que tal vez, después de una III Guerra Mundial, se llegue a una renovación religiosa» (P. Reinhold Franz María Lambert).
El Profesor Ludwig Fischer fue el primer sacerdote alemán en visitar Fátima el año 1929. La Hermana Lucía le escribió el 19 de marzo de 1940 lo siguiente: «En mi pobre oración no olvido a Alemania. Volverá al rebaño del Señor. Ese momento se está acercando lentamente, pero al final llegará y los Sagrados Corazones de Jesús y María, reinarán allí en toda su plenitud».
«Mi Corazón reinará a pesar de mis enemigos» (Nuestro Señor a Santa Margarita María), y «por fin mi Inmaculado Corazón triunfará» (Nuestra Señora).
Germán Mazuelo-Leytón