Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu, para que fuese tentado por el diablo, y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre. (vv. 1-2)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Después que Jesús fue bautizado por San Juan en agua, fue llevado por el Espíritu al desierto, para que allí fuese bautizado con el fuego de la tentación. De donde se dice que entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu. Fue entonces cuando el Padre clamó desde el cielo: Este es mi hijo muy amado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1
Cualquiera que seas, por grandes que sean las tentaciones que sufras después del bautismo, no te turbes por ello, más bien permanece firme. Pues has recibido las armas para combatir, no para estar ocioso. Y esa es la razón por la que Dios no te exceptúa de las tentaciones. Primero, para que te des cuenta que ahora eres mucho más fuerte. Segundo, para que te mantengas en moderación y humildad y no te engrías por la grandeza de los dones recibidos. Tercero, para que el demonio que acaso duda si realmente lo has abandonado, por la prueba de las tentaciones, puede tener seguridad de que te has apartado de él. Cuarto, la resistencia te hace más fuerte que el hierro mejor templado. Quinto, las tentaciones te dan la mejor prueba de los preciosos tesoros que se te han confiado. Pues, si no hubiera visto el diablo que estás ahora constituido en más alto honor y altura, no te tentaría.
San Hilario, in Matthaeum, 3
En los santificados se ceban más las tentaciones del diablo porque la victoria sobre los santos le es mucho más grata.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,1
Algunos suelen dudar por qué espíritu fue llevado Jesús al desierto. Por ello se añade: lo llevó el diablo a la santa ciudad. Pero verdaderamente y sin vacilación alguna se entiende por todos y se cree que fue llevado por el Espíritu Santo, para que su Espíritu lo llevase a aquel lugar, en donde el espíritu maligno habría de tentarlo.
San Agustín, de Trinitate, 4,13
¿Por qué se ofreció a ser tentado? Para constituirse en mediador que venciese las tentaciones, no sólo con su auxilio, sino con su ejemplo.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Fue llevado por el Espíritu Santo, no como precepto del mayor al menor. No se dice que es llevado solamente, quien es llevado por la potestad de otro, sino también aquel que se complace en la exhortación racional de alguien. Como está escrito de San Andrés, que encontró a Simón su hermano y lo llevó a Jesús.
San Jerónimo
Fue llevado, no obligado, ni cautivo, sino por el deseo de combatir.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
El diablo busca a los hombres para tentarlos, pero como el demonio no podía ir contra el Señor, Este fue a buscarlo. Por ello se dice: que fue para ser tentado.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,1
Pero sépase que la tentación se hace de tres maneras: por sugestiones, por delectaciones y por consentimiento. Cuando nosotros somos tentados, empezamos por la sugestión, cayendo después en la delectación y en el consentimiento, pues obramos según las tendencias del pecado, propagado con la naturaleza, y por ello sufrimos las tentaciones. Pero Dios que se había encarnado en las entrañas de una Virgen, había venido al mundo sin pecado; por ello, ninguna lucha debía sentir en sí. Pudo ser tentado por sugestión, pero la delectación no pudo ofender su inteligencia y por ello, aquella tentación del diablo fue exterior y no afectó al interior.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1
Cuanto mayor es la soledad más tienta el diablo. Por ello tentó a la primera mujer cuando estuvo sola, sin su marido. De donde se le dio ocasión al demonio para que tentase. Por ello fue conducido al desierto.
La glosa
Este desierto está entre Jerusalén y Jericó, en donde habitaban los ladrones, cuyo lugar se llama Dammaín, esto es, de la sangre, por el derramamiento de sangre que con tanta frecuencia hacían allí los ladrones. Es ahí donde aquel hombre que venía de Jerusalén a Jericó, se dice que cayó en poder de los ladrones, representando a Adán, que había caído en poder de los demonios. Era conveniente, pues, que Cristo venciese al demonio, en el sitio en que el demonio había vencido al primer hombre, bajo la figura de la serpiente.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
No sólo Jesucristo fue llevado por el Espíritu al desierto, sino que también lo son todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No se contentan con vivir ociosos, sino que el Espíritu Santo los insta para que emprendan alguna gran obra, lo cual equivale a ir al desierto a buscar al demonio, porque no hay injusticia allí, donde el diablo no se complace. Todo el bien existe fuera de la carne y fuera del mundo, porque el bien es superior a la carne y al mundo. Todos los hijos de Dios salen, pues, a tal desierto para ser tentados; por ejemplo: si te has propuesto no casarte, te lleva el Espíritu al desierto, esto es, más allá de los límites de la carne y del mundo, para que seas tentado por la concupiscencia de la carne. ¿Cómo puede ser tentado por la lujuria, el que todo el día está con su mujer? Pero debemos saber, que los verdaderos hijos de Dios, no son tentados por el demonio si no salen al desierto. Pero, los hijos del diablo, en la carne y en el mundo, son tentados y obedecen o consienten en la tentación. Así como el hombre de bien no fornica, sino que vive contento con su esposa, así el malo, aunque tenga su mujer, no se contenta con ella; esto se constata por regla general. Los hijos del diablo no salen a buscarlo para que los tiente; ¿qué necesidad tiene de salir a la pelea, quien no desea vencer? Los que son verdaderos hijos de Dios, salen más allá de los límites de la carne a combatir contra el demonio, porque arden en deseos de obtener la victoria. Por ello Jesús salió a buscar al diablo, para ser tentado por él.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1
Para que conozcas cuán útil y bueno es el ayuno y qué clase de escudo es contra el diablo y por qué después del bautismo conviene ayunar y no vivir sujetos a apetitos inmoderados, quiso ayunar Jesús, no porque El lo necesitase, sino para enseñarnos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, para expresar la medida de nuestros ayunos. De donde se sigue que, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,2
No ayunó más de lo que habían ayunado Moisés y Elías, para que no se creyese imposible que había tomado carne.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,5
El autor de todas las cosas no tomó comida alguna en cuarenta días. Nosotros también mortificamos nuestra carne, cuanto podemos por medio de la abstinencia, en el espacio de cuarenta días. Se conserva el Números cuadragésimo, porque se conserva la virtud del Decálogo, por los cuatro libros del Santo Evangelio. El Números diez, multiplicado por cuatro, da el Números cuarenta. O de otro modo, en el cuerpo contamos cuatro elementos, en los cuales podemos obedecer los preceptos del Decálogo, puesto que el Decálogo acepta la sumisión de los cuatro. Los que por los apetitos de la carne despreciamos los mandatos del Decálogo, es muy justo que mortifiquemos la carne, cuatro veces diez. También, así como en la ley se nos ordena dar a Dios la décima parte de los frutos, así debemos ofrecerle la décima parte de los días de cada año. Seis semanas transcurren desde el primer domingo de cuaresma, hasta las alegrías del tiempo pascual, cuyos días son cuarenta y dos: de los cuales, quitando los seis domingos de abstinencia, quedan treinta y seis. El año consta de trescientos sesenta y cinco días; y nosotros nos mortificamos en el espacio de treinta y seis días, que constituyen la décima parte del año, que es lo que ofrecemos como décimas al Señor.
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, q. 81
O de otro modo: toda la sabiduría consiste en conocer al Creador y a la creatura. El Creador es la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La creatura, es en parte invisible como el alma, que consta de tres potencias (se nos manda amar a Dios de tres maneras: con todo el corazón, con toda el alma y con toda la inteligencia) y parte visible como es el cuerpo. A éste debemos también el Números cuatro, por el frío y el calor, la sequedad y la humedad. El Números diez, que forma toda la ley, multiplicado por cuatro (esto es, es el Números que corresponde al cuerpo, multiplicado, porque el cuerpo ejerce sus funciones de cuatro modos), se forma el Números cuarenta, cuyas partes iguales que son diez, si se añade una de ellas, forma el Números cincuenta. Los números uno, dos, cuatro, cinco, ocho, diez y veinte, que son partes iguales del Números cuarenta, unidos, forman el Números cincuenta: y por ello, el tiempo que nos mortificamos y nos afligimos, se fija en el Números cuarenta. Además el estado de eterna felicidad, en el que habrá alegría, se prefigura en la celebración de la Quincuagésima, desde la Pascua hasta Pentecostés.
San Agustín, sermones, 210,3
Y porque Jesús ayunó inmediatamente después del bautismo, no debe entenderse que el precepto del ayuno obliga inmediatamente después del bautismo, para que sea necesario ayunar a continuación, como lo hizo Jesucristo, sino que debe ayunarse cuando somos atacados por el tentador, para que el cuerpo pague su malicia con el castigo y el alma consiga su victoria por la humillación.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Sabía el Señor las intenciones del demonio cuando se proponía tentarle. El demonio sabía que Cristo había nacido en el mundo, según la predicación de los ángeles, la relación de los pastores, la búsqueda de los magos y la manifestación de San Juan. Por lo que el Señor se adelantó contra él no como Dios, sino como hombre; mejor aún, como Dios y como hombre, porque no tener hambre en el espacio de cuarenta días, no era propio de hombre y tener hambre alguna vez, no es propio de Dios. Por ello tuvo hambre para que no se crea que sólo es Dios, porque entonces hubiese destruido la esperanza del demonio que se proponía tentarle y hubiese impedido su propia victoria. De donde se sigue: después tuvo hambre.
San Hilario, in Matthaeum, 3
Después de cuarenta días. No tuvo hambre en el espacio de cuarenta días. Por lo tanto, el Señor cuando tuvo hambre, no fue víctima de la necesidad, sino que dejó el hombre a su naturaleza. No debía ser vencido el diablo por Dios, sino por la carne. En lo que se demuestra que habría de tener hambre después del trascurso de cuarenta días, en que había de habitar sobre la tierra. Habría de tener hambre de la salvación humana, en cuyo tiempo, habiendo esperado el premio del Padre, recobró al hombre a quien había redimido.
Y acercándose el tentador le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». Quien respondiendo dijo: «Está escrito, no de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios». (vv. 3-4)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Porque el diablo, al ver que Jesús ayunaba cuarenta días, empezó a desesperar. Pero cuando vio que empezó a tener hambre, comenzó a esperar otra vez. De donde se sigue: y «acercándose el tentador». Si eres tentado cuando ayunas, no digas que has perdido el fruto de tu ayuno, porque aunque tu ayuno no evite que seas tentado, sin embargo te aprovechará para vencer la tentación.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,5
Pero si observamos el orden de la tentación, veremos con cuánta magnanimidad somos liberados de la tentación. El enemigo antiguo tentó al primer hombre por la gula, cuando le instó a que comiese de la fruta prohibida; y por la vanagloria, cuando le dijo: «Conoceréis el bien y el mal». La avaricia, no sólo es propia del dinero, sino también de la elevación cuando se ambiciona con exceso los honores. Del mismo modo que rindió al primer hombre, sucumbió el demonio cuando tentó al segundo. Lo tienta por la gula, cuando dice: «Di que estas piedras se conviertan en pan». Por la vanagloria, cuando dice: «Si eres hijo de Dios, arrójate». Por la avaricia de la grandeza, cuando le manifiesta todos los reinos del mundo: «Todo esto te daré».
San Ambrosio, in Lucam, 4,3
Por esto empezó, por donde en otro tiempo había vencido, a saber, por la gula. De donde le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». ¿Para qué estos preámbulos, sino porque sabía que el Hijo de Dios habría de venir? Pero no sabía que había venido por medio de la carne. Hace el oficio de explorador y de tentador: mientras confiesa que cree en Dios, se esfuerza por engañar al hombre.
San Hilario, in Matthaeum, 3
Propuso esta operación tentando para conocer el poder de Dios en la conversión de piedras en pan y para engañar la paciencia del hombre hambriento, por la complacencia de la comida.
San Jerónimo
Pero eres contenido por dos, oh diablo. Si ya confiesas su imperio proponiendo la conversión de las piedras en pan, en vano tientas a Aquel que tiene tanto poder y si no puede hacerlo, en vano sospechas que es Hijo de Dios.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Así como el diablo cegaba a todos los hombres, así fue cegado por Cristo de una manera invisible. Conoció que tuvo hambre después de cuarenta días, pero no comprendió que no la tuvo en el espacio de los mismos. Cuando sospechó que no era Hijo de Dios, no pensó en que el fuerte puede descender hasta las cosas más débiles y el débil puede ascender hasta las cosas más fuertes. Mas habiendo observado que no tuvo hambre en tantos días, debió conocer que era Dios, aunque al ver que tuvo hambre después de los cuarenta días, pudo comprender que era hombre. Pero dirás: Moisés y Elías ayunaron cuarenta días y eran hombres. Pero ellos ayunando tenían hambre y se sostenían. Este no tuvo hambre en el espacio de cuarenta días, sino después. Tener hambre y no comer es propio de la paciencia humana; pero no tener hambre, sólo es propio de la naturaleza divina.
San Jerónimo
El propósito de Jesucristo era vencer por la humildad.
San León Magno, sermones, 39,3
De donde venció al tentador con testimonios de la ley, no con potestad de valor para honrar en esto más al hombre y castigar más a su enemigo. Lo hizo con el fin de que el enemigo del género humano no sólo fuese vencido por El como Dios, sino como hombre. De donde se sigue: El cual respondiendo le dijo: «Está escrito: No de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de Dios».
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,5
Así, tentado el Señor por el diablo, respondió con los preceptos de las Santas Escrituras: «el que pudo sumergir a su tentador en el abismo, no hizo ostentación de su gran poder y esto lo hizo con el fin de darnos ejemplo, para que cuantas veces tengamos que sufrir algo de los hombres malos, nos inclinemos más a su enseñanza que a su castigo.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
No dijo, pues: no de sólo pan vivo, para que no pareciese que hablaba de sí; sino, no sólo de pan vive el hombre, para que el diablo pudiese decir: Si es Hijo de Dios, se ha ocultado para que no se manifieste su poder. Si es hombre, se excusa de una manera astuta, para que no se conozca que es que no puede.
Rábano
Este testimonio está tomado del Deuteronomio. Por lo que, si alguno no se alimenta de la palabra de Dios, no puede vivir, porque así como el cuerpo humano no puede vivir sin el alimento terreno, así el alma no puede vivir sin la palabra de Dios. Se dice que la palabra procede de la boca de Dios, cuando manifiesta su voluntad, por medio de las Sagradas Escrituras.
Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, y lo colocó en lo más alto del templo, diciéndole: «Si eres Hijo de Dios, arrójate desde lo alto: está escrito, que mandará los ángeles en tu defensa, y te llevarán en sus manos para que la piedra no ofenda tu pie». Jesús le contesta: «También está escrito que no tentarás al Señor tu Dios». (vv. 5-7)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
No habiendo podido conocer nada cierto el diablo en la respuesta de Jesucristo, acerca de si era Dios o si era hombre, lo tentó otra vez, diciendo entre sí: «Este, que no ha sido vencido por el hambre, aunque no sea Hijo de Dios, debe ser un Santo». Pueden los hombres santos resistir el hambre, pero cuando han vencido todas las necesidades de la carne, caen por medio de la vanagloria. Por ello empezó a tentarle con la vanidad, por lo que prosigue: «Entonces lo llevó el diablo a la ciudad Santa».
San Jerónimo
Esta conducción no procede de la invencibilidad del Señor, sino de la soberbia de su enemigo, que considera la firme voluntad del Salvador como una necesidad.
Rábano
Se llamaba santa la ciudad de Jerusalén porque se encontraba en ella el templo, elSancta Sanctorum y el culto del verdadero Dios, establecido por Moisés.
Remigio
Para que se conozca que el diablo tienta a los hombres aun en los lugares más santos.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,5
Pero cuando se dice que Dios-hombre fue llevado por el demonio a la ciudad santa, los oídos humanos se escandalizan. El diablo es la cabeza de todos los malos. ¿Qué de particular tiene el que permitiese ser llevado por él a la ciudad santa, cuando permitió que sus miembros lo crucificasen?
La glosa
El diablo siempre eleva a las alturas por medio de la jactancia, para luego poder precipitar mejor. Por ello prosigue: «Y lo colocó en la cumbre del templo».
Remigio
El pináculo 1 era el asiento de los doctores. El templo no tiene puntos altos, como lo tienen nuestras casas, sino que era plano, como se acostumbra en Palestina y en el mismo templo había tres explanadas. Y sépase que en el pavimento había una elevación y en cada explanada había un pináculo. Si lo colocó en el pináculo que había en el pavimento, o si lo colocó en la de la primera, segunda o tercera explanada, no se sabe; pero sí que lo colocó en donde pudo haber algún precipicio.
La glosa
Observa que todas estas cosas sólo se dicen para darlas a conocer a los sentidos corporales y ya que las palabras se reducen a lo mismo, se sabe que el diablo apareció en forma de hombre.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Pero acaso dirás: ¿Cómo teniendo figura corporal lo colocó en el pináculo del templo en presencia de todos? Pero del mismo modo que el diablo lo hacía en presencia de todos, El también, sin que el diablo lo supiese, pudo hacer que no fuese visto por nadie cuando así obraba.
La glosa
Por ello, pues, lo llevó a la cumbre del pináculo, cuando quiso tentarle con la vanagloria, porque la vanagloria había engañado a muchos en la cátedra de los doctores y por ello creyó que colocado Este en la silla del magisterio, podría engreírse con la vanagloria. Por ello prosigue y dijo: «Si eres Hijo de Dios, arrójate al fondo».
San Jerónimo
El diablo hace esto en todas las tentaciones, para ver si puede conocer que es el Hijo de Dios. Le dice, pues: «Arrójate», porque la voz del diablo, con la que desea que los hombres caigan siempre al abismo puede persuadir, pero no puede precipitar.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Pero, ¿cómo podía conocer en esta ocasión si era Hijo de Dios o no? Volar por el aire no es propiamente obra de Dios, porque a nada conduce.
Pero si alguno vuela provocado, esto lo hace más bien por ostentación y esto proviene más del diablo que de Dios. Si al hombre sabio le basta ser lo que es y no necesita aparentar lo que no es, ¿cuánto más el Hijo de Dios no necesita ostentar aquello de lo que ninguno puede conocer lo que es en sí mismo?
San Ambrosio, in Lucam, 4
Pero por lo mismo que Satanás se transfigura en ángel de luz y prepara su perdición en las mismas Sagradas Escrituras a los fieles, usa muchas veces de textos de las mismas Escrituras, no para enseñar, sino para engañar. De donde prosigue: «Está escrito que te mandará sus ángeles».
San Jerónimo
Leemos esto en el salmo noventa, pero allí no se habla de Cristo, sino que es una profecía de un hombre santo; el diablo interpreta mal las Escrituras.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
En realidad, el Hijo de Dios no es llevado en manos de ángeles, sino que más bien El es quien los lleva. Y si es llevado en manos de ángeles, no es porque la piedra pueda herir sus plantas como débil, sino por honor, puesto que es Dios. ¡Oh diablo! ¿Conque has leído que el Hijo de Dios es llevado en manos de ángeles y no has leído que aplasta al áspid y al basilisco 2? Mas cita aquel ejemplo como soberbio, pero calla esto como astuto.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,3
Observa que los testimonios son citados por el Señor de una manera conveniente, pero el diablo los cita de una manera inconveniente. No porque está escrito «enviará sus ángeles», etc., persuade a Jesús a arrojarse.
La glosa
Aquí debe decirse: La Escritura, pues, dice de cierto hombre bueno, que Dios mandó por sí mismo a sus ángeles (esto es, a sus espíritus administradores), que lo defiendan con sus manos (esto es, con sus auxilios) y lo auxilien, para que la piedra no ofenda a sus pies (esto es, al afecto de su mente), a saber: a la ley antigua, escrita en tablas de piedra; o también, por piedra puede entenderse toda ocasión de ruina o de pecado.
Rábano
Debe observarse que, aun cuando Nuestro Salvador permitiese al diablo que le pusiese sobre el pináculo del templo, sin embargo, no quiso descender a su dominio, dándonos ejemplo para que cuando alguno nos inste a subir por el camino estrecho de la verdad, obedezcamos; pero que si alguno quiere precipitarnos de la altura de la verdad y de la virtud a los abismos del error y de los vicios, no lo oigamos.
San Jerónimo
Quebranta las flechas del diablo sacadas de las Escrituras, con los escudos de las mismas Escrituras. Así, pues, le dice Jesús: También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios».
San Hilario, in Matthaeum, 3
Perturbando los esfuerzos del diablo, Jesús se manifiesta como Dios y como hombre.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
No le dijo, pues: «No me tentarás, puesto que soy tu Dios y tu Señor», sino así: «No tentarás al Señor tu Dios», lo mismo que podía decir todo hombre de Dios, tentado por el demonio, porque el que tienta al hombre de Dios, tienta al mismo Dios.
Rábano
O de otro modo: lo tentaba como hombre, para conocer cuánto podría en la presencia de Dios.
San Agustín, contra Faustum, 22,36
La sana doctrina enseña que cuando el hombre tenga algo que hacer, no debe tentar al Señor su Dios.
Teodoto
Y tienta a Dios quien hace algo poniéndose en peligro sin motivo.
San Jerónimo, in quaestione 6 in Deuteronomium
Y debe notarse que sólo citó los testimonios necesarios del Deuteronomio, para mostrar los sacramentos de la nueva ley.
Notas
- La palabra pináculo proviene del latín: pinnaculum. Se refiere a la parte superior y más alta de un edificio o templo.
- El basilisco era un animal de fábula al que se le atribuía el poder de matar con la vista.
Otra vez el demonio lo llevó a la cumbre de un monte elevado, y le manifestó todos los reinos del mundo, y su gloria, y le dijo: «Todas estas cosas te daré, si postrándote me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Retírate, Satanás, está escrito, pues, que adorarás al Señor tu Dios, y sólo a El servirás». Entonces lo dejó el diablo y los ángeles se aproximaron prestándole auxilios. (vv. 8-11)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
El diablo, vacilando en la segunda tentación, pasó a la tercera. Porque como Cristo había roto las redes de sus engaños y había pasado los límites de la vanagloria, le pone las redes de la avaricia. Por lo que dice: «Otra vez lo tomó el diablo y lo puso en la cumbre de un monte muy elevado», tan elevado que habiendo recorrido el diablo toda la tierra, no había encontrado otro más alto. Porque cuanto más alto fuese el monte, tanto mayor sería el espacio de tierra que se podría ver. De donde prosigue: «Y le manifestó todos los reinos del mundo y su gloria». Le manifestó esto así, no para que viese los reinos y sus ciudades, o sus pueblos, o su plata o su oro, sino las partes de la tierra en que residía cada reino o cada ciudad. Como si subiendo sobre un lugar elevado, te dijese con el dedo: Mira, allí está Roma o Alejandría, no indicándote que veas las mismas ciudades, sino las partes de la tierra en que se encuentran colocadas. Así el diablo podía mostrar a Cristo todos los lugares con el dedo y exponerle los honores y el estado de cada reino. Porque se dice mostrar también de lo que se expone para su inteligencia.
Orígenes, in Lucam, 30
No debe juzgarse que al manifestarle los reinos del mundo le hiciese ver, por ejemplo, los reinos de los persas, de los medos, de los hindúes, sino que le enseñó su reino; cómo reinaba en el mundo, es decir, cómo reina en unos por la lujuria, cómo en otros por la avaricia, etc.
Remigio
Llama la gloria de ellos al oro, la plata, las piedras preciosas y a los bienes temporales.
Rábano
El diablo manifestó estas cosas al Señor, no porque él pudiese dilatar el espacio de su vista o enseñarle algo nuevo, sino porque quería hacer caer al Señor en el deseo de las vanidades de la pompa mundana (que él tanto amaba) sugiriéndole con palabras y mostrándoselas como algo de buena apariencia y apetecible.
La glosa
Los que no ven como nosotros por el ojo de la concupiscencia, ven sin dificultad alguna las enfermedades, como los médicos.
San Jerónimo
Prosigue: Y le dijo: «Todo esto te daré». El arrogante y soberbio habla de jactancia. No podía darle todos los reinos del mundo, porque muchos santos varones fueron hechos reyes por Dios.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Todas las cosas que se hacen en el mundo por medio de la iniquidad (como por ejemplo, las riquezas adquiridas por medio del robo o del perjurio), las da el diablo. El demonio no puede dar las riquezas a quien quiere, sino a aquéllos que las quieren recibir de él.
Remigio
Debe admirarse también la locura del demonio. Le prometía dar los reinos de la tierra a quien da a sus fieles los reinos del cielo y la gloria mundana a quien es Señor de la gloria celestial.
San Ambrosio, in Lucam, 4,11
Tiene la ambición un peligro doméstico. Para dominar a unos, primero les sirve, se inclina con el obsequio, para que se le conceda el honor, y mientras se propone ir más allá, se humilla más. De donde oportunamente añade el diablo: «si postrándote me adoras».
La glosa
He aquí la antigua soberbia del diablo; así como al principio quiso hacerse igual a Dios, así ahora se propone usurparle el culto divino, diciendo: «si postrándote me adoras». Luego, el que ha de adorar al diablo, primero debe postrarse.
Prosigue: Entonces le dijo Jesús: «Retírate, Satanás».
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
En cuyas palabras pone fin a la tentación del diablo para que no siga adelante tentándolo.
San Jerónimo
No son condenados con la misma sentencia San Pedro y Satanás. A San Pedro se le dice: «Apártate de mí, Satanás»; esto es, «sígueme, aunque eres opuesto a mi voluntad»; pero a éste le dice: «retírate, Satanás». Y no se le dice que detrás de mí, para que se entienda: «Vete al fuego eterno que preparado está para ti y para tus ángeles».
Remigio
O según otros ejemplos: «Retírate», esto es, «piensa y recuerda en cuánta gloria fuiste creado y en cuánta desgracia has caído».
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Debe observarse que se cometió una grave injuria a Jesucristo cuando fue tentado por el demonio y éste le dijo: «Si eres Hijo de Dios arrójate al abismo». Pero no se turbó ni increpó a su enemigo, mas cuando el demonio le quiso usurpar el honor de ser Dios, indignado lo rechazó diciéndole: «Retírate, Satanás», para que nosotros aprendamos en El a sufrir las injurias de una manera digna, pero que no consintamos que lleguen ni aun al oído las injurias contra Dios. Porque es muy laudable que cada uno sufra con resignación las propias injurias, pero tolerar las injurias del Señor es hasta impío.
San Jerónimo
Diciendo el diablo al Señor: «Si postrándote me adoras», oye, por el contrario, que él es quien más bien debe adorarle como a su Señor y Dios.
San Agustín, contra sermonem Arrianorum, 29
De donde prosigue: Está escrito, pues: «Sólo adorarás al Señor tu Dios y sólo a El servirás». Nuestro único bien y nuestro Señor es la Santísima Trinidad, a quien únicamente debemos con razón la servidumbre de nuestra piedad.
San Agustín, de civitate Dei, 10,1
Con el nombre de servidumbre se entiende el culto debido al Señor. Nuestros expositores llaman latría al culto divino, cualquiera que sea el lugar de las Sagradas Escrituras, en donde encuentran la palabra servidumbre. Pero aquella servidumbre que se debe a los hombres, según lo que preceptúa el apóstol ( Tit 2,9), diciendo que los siervos deben estar sometidos a sus señores, se traduce en griego por la palabra dulía, pero latría (o siempre, o con tanta frecuencia como casi siempre), se llama a la servidumbre que pertenece al culto de Dios 1.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
El diablo, pues, (como suele entenderse de una manera racional), no retrocedió como obedeciendo a un precepto, sino que la divinidad que resaltaba en Jesucristo y la del Espíritu Santo que resaltaba en El, fue quien separó de allí al diablo. De donde prosigue: «Entonces lo dejó solo el demonio». Lo que aprovecha para nuestro consuelo, porque el diablo no tienta a los hombres cuando quiere, sino cuando Dios se lo permite y si le permite que nos tiente poco a poco, es atendiendo a nuestra débil naturaleza.
San Agustín, de civitate Dei, 9,20
Después de la tentación, los santos ángeles, temibles a los espíritus infernales, servían al Señor y en ello mismo se manifestaba a los demonios cuán grande fuese su poder. De donde prosigue: «Y he aquí que los ángeles se acercaron y le servían».
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
No dijo, pues: «bajando los ángeles», para manifestar que siempre estaban con El en la tierra para su servicio. Pero, entonces se retiraron de El por orden de Dios, para que el diablo pudiese tentar a Cristo, no fuera que, viendo a los ángeles cerca de El, no se atreviese a aproximarse. No sabemos en qué forma le servían, si sanándolo de las enfermedades, si ayudándolo en la corrección de las almas o si ayudándolo a ahuyentar las tentaciones. Todas estas son las cosas que hace por medio de los ángeles, de modo que, cuando éstos lo hacen, parece que es El mismo quien lo hace. Sin embargo, debe saberse que no lo asistían por necesidad de limitado poder, sino en honra de su infinita potestad. No se dice que lo ayuden, sino que lo sirven.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 15
En estas palabras se manifiesta la doble naturaleza de su persona, porque es hombre a quien el diablo tienta y El mismo es Dios a la vez, a quien los ángeles sirven.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5
Ahora expliquemos brevemente qué significan las tentaciones de Cristo. El ayuno es la abstinencia de una cosa mala; el hambre es el deseo de la misma cosa mala; su uso es el pan. El que se habitúa con el pecado convierte la piedra en pan. Responda, pues, al demonio cuando lo tiente, diciendo: «Que no de sólo el uso de aquella cosa vive el hombre, sino de la observancia de los mandatos de Dios». Cuando alguno se engríe como si fuese santo, es como llevado al templo y cuando se crea que está en la cumbre de la santidad, entonces es cuando le coloca sobre el pináculo del templo y ésta es la tentación que sigue a la primera, porque la victoria de la tentación produce la vanagloria y es causa de jactancia. Pero advierte que Cristo ayunó voluntariamente. El diablo lo llevó al templo para que tú te consagres espontáneamente a la abstinencia, pero por ello no te creas que has llegado a la cumbre de la santidad. Huye del orgullo del corazón y no experimentarás tu ruina. La subida al monte es la marcha hacia las riquezas y la gloria de este mundo, como que desciende de la soberbia del corazón. Cuando quieras hacerte rico, lo cual equivale a subir al monte, empiezas a pensar en adquirir las riquezas y los honores y entonces el Príncipe de este mundo te manifiesta la gloria de su reino. En tercer lugar, te ofrece las causas para que, si las quieres seguir, le sirvas, menospreciando la justicia de Dios.
San Hilario, in Matthaeum, 3
Pero vencido por nosotros y aplastada la cabeza del diablo, se ve desde luego que con la ayuda de los ángeles y de nuestras virtudes no nos habrán de faltar los auxilios del cielo.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,16
San Lucas, en verdad, no expone las tentaciones por este orden: de donde viene la duda acerca de cuál tentación fuese la primera; si le manifestó primero los reinos del mundo y después lo llevó al pináculo del templo, o viceversa. En nada afecta a la esencia, puesto que se sabe que todo esto se verificó.
Glosa
Pero lo que dice San Lucas parece más bien como historia y lo que dice San Mateo respecto de estas tentaciones, se refiere a las tentaciones que sufrió Adán.
Notas
- El culto puede ser la latría, que se tributa sólo a Dios. En sentido estricto el culto sólo puede tributarse a Dios. En un sentido general se habla de cultode hiperdulía, que se tributa a la Virgen María y de mera dulía, a los ángeles y santos. Pero en estos casos no se trata de culto en sentido estricto sino más bien de devoción, la que ha de tener como fin último la gloria de Dios.