Epifanía. Significa en griego manifestación y, ¡con cuánta razón se da este nombre a esta hermosa festividad! En ella Jesús se manifiesta al mundo como su Dios y Señor. Su poder brilla ahora ante el mundo entero. Y allí están los Reyes Magos que, llegados de Oriente, rinden homenaje al Niño Dios, nuestro Rey.
Pero, ¿quiénes eran estos Magos? Lo poco que se sabe es por antiquísimas tradiciones. Eran reyes o príncipes. Y se les llamaba Magos pues eran hombres sabios que conocían las leyes naturales y cultivaban las ciencias como la medicina y la astrología.
A estos tres Magos Dios les anunció que el Rey había nacido y por medio de una Estrella los guió hasta Él. ¡La Estrella! Si bien existen distintas versiones acerca de la naturaleza de esta, la opinión más probable es la de Santo Tomás de Aquino quien dice que fue creada exclusivamente por Dios para guiarlos.
¿Cuál debe ser, entonces, nuestra actitud? Seguir los pasos de estos tres hombres e imitarlos ya que de esta forma estaremos siguiendo el llamado de Dios. “Hemos visto su Estrella en Oriente y venimos con dones a adorarle”. Estas palabras sintetizan su conducta y la que debe ser la nuestra. Divisar la Estrella y ponernos en camino. Como ellos, no dudar ni titubear frente a la fatiga teniendo ánimo decidido.
Seamos fieles a la Estrella y animados con el mismo espíritu ofrezcamos al Niño Rey el incienso de la oración, la mirra de la mortificación y del sufrimiento abrazado generosamente, y el oro del amor.
Tal vez ocurra que momentáneamente la Estrella permanezca oculta a nuestra mirada. ¡A no desfallecer! Mantengamos la fidelidad. Es en esos momentos en que tenemos que repetir, con el Apóstol, “Scio cui credidi et certus sum”.
Pidamos la gracia, por intercesión de la Santísima Virgen María, que el Rey que nos ha nacido se dé a conocer cada día más en nuestras almas. Que brille también para nosotros la Estrella y que seamos fieles al camino que nos conduce a Dios.
Daniel Omar González Céspedes