Es un regalo de Dios. Dios, inagotable en su Bondad, a pesar de que nada le obliga, me la da a mí que, tal vez, soy el más indigno de obtenerla. Un padre que ve al hijo abusar de su bondad, cambia el sistema; Dios ve cuantos años hemos malgastado; es más, quizá prevé el abuso este mismo año; sin embargo, nos la da. ¿Qué piensas? ¿Querrás serle ingrato siempre? ¿Malgastarás este año nuevo, en vanidades mezquinas?
Es, además, un balance. Cada gracia recibida pesará en la balanza divina. Los meses, los días, las horas y los minutos del nuevo año comparecerán en el Juicio ante mí y serán fuente de alegría si transcurrieron bien; pero si pasaron mal o inútilmente, como tantos años transcurridos, deberé rendir cuentas rigurosamente.
Cómo santificarlo. Promete disminuir tus culpas y crecer en el bien. La imitación de Cristo dice: Si cada año te enmendaras, al menos, de un defecto, ¡cuán pronto serías santo! En el pasado, no lo hemos hecho: este año apuntemos a un solo pecado, un solo vicio y erradiquémoslo.
Jesús ordena: Estote Perfici (Mat. 5, 48); pero antes de ser perfectos, ¡cuántas gradas tendremos aún que subir! Propongámonos de hacer mejor al menos una cosa, una práctica de piedad, una devoción.
Verdad conocida pero no apreciada. ¿Cuántas veces te lamentas de que las horas vuelan, que los meses pasan, que los años no alcanzan?… El año parece un sueño, la vida pasada… Falta tiempo para mil cosas. Todos sabemos y decimos que el tiempo es breve que, quizá, éste sea el último año de vida…; pero, ¿quién se estremece por ello? Yo mismo, ¿qué soluciono, que hago para no perderlo?
El tiempo en el momento de la muerte. Al pensar en el alma, en el Juicio, en vencer una pasión, en corregirse, siempre se espera a tener tiempo; pero, ¿qué diremos en el último instante, cuando con las manos vacías de méritos, en la inminencia de la rendición total de cuentas, pidamos más tiempo a los médicos, los parientes, a Dios mismo, una hora que veremos negada? ¿También te preparas para similar desilusión?
El tiempo frente a la eternidad. Bastan pocos años para alcanzar el Paraíso, para poder gozar, alabar, amar a Dios con los ángeles y los santos y ser feliz para siempre; pero también bastan unos pocos malgastados, para merecer el infierno, con tormentos, con odio, con las cadenas reservadas a los demonios… Y si la eternidad me sorprendiera hoy, ¿cómo me encontraría? ¿Puedo consolarme por el tiempo pasado?
Práctica. Ofrece a Dios todos los momentos de este año, consagrándolos a su Gloria y repitiendo, a menudo, durante el día: Todo por Ti, oh mi Dios.
Canónigo Agostino Berteu: Breves meditaciones para todos los días del año y sobre la solemnidad de la Iglesia propuestas al alma pía.
[Traducido por H.A.]