“La Iglesia es intransigente en los principios porque cree, es tolerante en la práctica porque ama. Los enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen, e intransigentes en la práctica porque no aman.”
Reginald Garrigou-Lagrange,
Dios, su existencia y su naturaleza
El estallido perfectamente orquestado del escándalo de Vatileaks, a primeros de 2012, por un lado socavó el poco terreno que aún quedaba por debajo de los pies del Papa Benedicto XVI, pero por el otro retrasó aquella dimisión del Pontífice que los enemigos internos no sólo esperaban ansiosamente, sino para la que conspiraban incansablemente.
A la espera de la renuncia del Papa Ratzinger, y como respuesta a la carta de los cinco frailes “críticos” de los Franciscanos de la Inmaculada, fechada 31 de enero de 2012, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica nombró, el 5 de julio de 2012, a Mons. Vito Angelo Todisco como Visitador Apostólico del Instituto.
Mons. Todisco, recién nombrado Prelado Auditor del Tribunal de la Sacra Rota, era en aquel entonces un astro ascendente en el cielo romano, pero además tenía una cualidad que le hacía particularmente idóneo para revestir el rol de Visitador Apostólico de los Franciscanos de la Inmaculada, pues era hermano de un exfraile salido precisamente de esa Orden.
El modus operandi del Visitador Apostólico
Si nos ceñimos a los hechos, resulta evidente que Mons. Todisco dio mucha credibilidad a las acusaciones de los cinco frailes disidentes, porque la primera (y única) iniciativa que tomó fue la de la redacción de un cuestionario clamorosamente imparcial, tendencioso y descaradamente sectario.
El 1 de noviembre de 2012 (solemnidad de Todos los Santos y fecha próxima a la preanunciada muerte del Papa), Mons. Todisco envió una carta a todos los frailes profesos con votos solemnes con adjunto el cuestionario al que cada uno de ellos debía de contestar “libremente y en consciencia”, procurando guardar el “máximo secreto”. Se preocupaba el Visitador Apostólico de reiterar, en dicha carta, que las respuestas tenían que ser enviadas “personalmente” a sus direcciones, especificando muy claramente que ningún otro (ni hermanos ni el mismo Padre Guardián de la casa) debería conocer el contenido de las respuestas. Finalmente, Mons. Todisco llegaba a insinuar apertis verbis la posibilidad de coacciones, por lo cual aconsejaba a los frailes utilizar todos los medios para comunicarle a él personalmente, y sólo a él, su pensamiento y sus opiniones.
El cuestionario y las respuestas de los frailes que contestaron a él (que no fueron todos, sino sólo el 70% de los profesos) quedaron efectivamente “secretos”, mientras los “enemigos internos” (citando las mismas palabras de Papa Benedicto XVI) seguían llevando adelante sus planes relativos a la sustitución del Papa y a la destrucción de una orden como la de los Franciscanos de la Inmaculada demasiado coherente con la “reforma de la reforma litúrgica” propugnada por Ratzinger. Solamente después del nombramiento del Comisario Apostólico y de la consecuente decapitación de los órganos directivos de la Orden, empezando por su fundador y Superior General, Padre Manelli, en agosto de 2013, se llegó a conocer el cuestionario del Mons. Todisco.
Cristina Siccardi sometió ese cuestionario a un minucioso y exhaustivo análisis al que hay que remitirse para desenmascarar al menos parte de la estrategia puesta en marcha por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada para avalar las acusaciones de los cinco frailes disidentes.
En primer lugar es precisamente la utilización de este medio, un cuestionario, lo que Siccardi pone en entredicho, pues, dada la delicadeza y complejidad de los argumentos objeto de la investigación de un visitador apostólico, no resulta ni apropiado ni aconsejable de emplear por la rigidez y limitación que conlleva. Todas las preguntas, puestas utilizando un amigable “tú” que facilita un clima de complicidad, son tendenciosas y se apoyan en las insinuaciones de los cinco denunciantes, dándoles así credibilidad, especialmente en el indicar al Superior General como responsable de elecciones cuanto menos “problemáticas” en relación con la litúrgica, las exigencias de una evangelización sensible a la espiritualidad del hombre contemporáneo y la formación de los jóvenes religiosos. La inflexibilidad, homogeneidad y capciosidad de las preguntas están pensadas para orientar e influenciar las respuestas, encauzándolas todas hacia una lógica rígidamente preestablecida: la que pone bajo sospecha las decisiones y actuaciones del Superior General, implícitamente acusado de “lesa eclesialidad postconciliar”.
En esta óptica, resulta particularmente esclarecedor el punto 8 del cuestionario:
Consideras que la introducción definitiva de la forma extraordinaria en el Instituto:
- es un bien:
- SÍ (por qué…)
- NO (por qué…)
- ayuda a la comunión entre los miembros:
- SÍ (por qué…)
- NO (por qué…)
- responde a las exigencias de la evangelización:
- SÍ (por qué…)
- NO (por qué…)
- responde a las exigencias espirituales del hombre contemporáneo:
- SÍ (por qué…)
- NO (por qué…)
- responde a los deseos del Superior General:
- SÍ (por qué…)
- NO (por qué…)
- la pide el Concilio Vaticano II:
- SÍ (por qué…)
- NO (por qué…)
- Responde a la “mens” del Santo Padre:
- (por qué…)
Como destaca Cristina Siccardi, la primera cuestión induce a una especie de “libre examen” de la forma litúrgica poniendo a cada fraile en la situación de decir si la obediencia al Motu Proprio sea un “bien” o un “mal” en sentido absoluto, cuando además se sabe que el Visitador Apostólico es hostil a la Forma Extraordinaria del Rito Romano. Luego, las sucesivas preguntas desplazan el juicio desde la moralidad hasta la oportunidad, planteando la utilidad del Vetus Ordo tanto en el plano de la vivencia comunitaria, como en el de una evangelización sensible a las “exigencias espirituales del hombre contemporáneo”.
Las últimas dos preguntas del octavo punto son además una obra maestra de malicia, pues, por un lado, sacan a colación el Concilio Vaticano II como única fuente del Magisterio católico a la que referirse para todas las cuestiones de liturgia, evangelización, espiritualidad, etc. y, por el otro, oponen la elección de la forma extraordinaria a la “mens” del Santo Padre, o sea, recordémoslo, de Benedicto XVI, es decir del Papa del Motu Proprio “Summorum Pontificum”, del levantamiento de la excomunión a los Obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X y de la hermenéutica de la continuidad (según la cual el Concilio no se pone en contraste con el milenario depositum fidei de la tradición católica, sino que hay que interpretarlo a la luz de aquélla).
Nota la escritora italiana que la pregunta “responde a la ‘mens’ del Santo Padre” revela el radicalismo de la ideología modernista de Mons. Todisco: “Una pregunta de esta índole deja entender que el Sumo Pontífice Benedicto XVI ha firmado un documento del cual no compartiría el contenido. Aquí aflora un humorismo involuntario. Si se pusiera esta pregunta de manera aislada, implicaría obligatoriamente una respuesta positiva, porque el entonces reinante Benedicto XVI, con la emanación del Motu Proprio ‘Summorum Pontificum’ y la carta que lo acompañaba, demostró su favor hacia la difusión de la Misa de siempre. Pero, puesta esa pregunta después de la del Concilio, parece presuponer la obligatoriedad de una respuesta negativa. Si el Concilio es la única fuente de legitimación dentro de la Iglesia, como el cuestionario entero deja entrever, entonces el Pontífice no puede más que estar en contra de la difusión de un rito que el Concilio mismo quería cambiar. Y el hecho de que la actuación del Pontífice demuestre exactamente lo contrario no perturba el solícito funcionario”. Nada extraño para quien sigue, en buena o mala fe, consciente o inconscientemente, la lógica revolucionaria cuyo axioma principal, de origen hegeliano, suena más o menos así: si los hechos no son como nosotros los queremos, peor para los hechos.
Los métodos del Visitador Apostólico fueron tan poco apostólicos que el 29 de mayo de 2013 el Consejo General de los Franciscanos de la Inmaculada, junto con el Procurador del Instituto, envió una carta-apelación a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica en la que se denuncian los aspectos negativos más relevantes de la Visita.
En primer lugar, se destaca la formación inadecuada de la persona elegida para tal labor por las siguientes razones: Mons. Todisco no es un religioso, no es un experto en liturgia, ni tampoco lo es en derecho administrativo. Más grave aún: Mons. Todisco es amigo desde hace tiempo de algunos de los frailes “críticos”, compartiendo con ellos sus críticas a Padre Manelli, lo cual es incompatible con la búsqueda honesta de un juicio super partes. Luego, se cuestiona la decisión de proceder a la Visita sólo a través del cuestionario, evitando visitar efectivamente a las comunidades y los seminarios del Instituto, en contra de las reiteradas invitaciones del mismo Consejo General. La tercera observación destaca la tendenciosidad del cuestionario y la cuarta denuncia la prohibición a los superiores de explicar el significado de las preguntas del cuestionario, especialmente a los hermanos menos instruidos, dejándolos así de hecho a la merced de los frailes críticos.
“De todas estas pruebas se deduce claramente que la Visita apostólica no ha sido capaz de lograr los objetivos indicados en el decreto de nombramiento del Visitador Apostólico, el cual recibió la tarea ‘ad inquirendum et referendum antes que nada a propósito del estado de las comunidades visitadas y de la vida de comunión fraternal… la formación de los jóvenes religiosos y de los candidatos al sacerdocio…’. Todo esto no ha sido logrado, in primis porque ha faltado siempre el conocimiento de la situación real de nuestras comunidades, especialmente de los seminarios. Los resultados del cuestionario, de por sí solos, sin verificar si lo que está escrito se corresponde de verdad a las convicciones de cada fraile, no son fiables por las susodichas razones.”
A la carta-apelación del Consejo Superior y del Procurador de los Franciscanos de la Inmaculada no hubo otra respuesta más que el decreto del 11 de julio de 2013 que ponía el Instituto fundado por Padre Manelli bajo el poder de un Comisario Pontificio: el Capuchino Rev. Padre Fidenzio Volpi.
La triquiñuela de los datos estadísticos del cuestionario
Para conocer los resultados del cuestionario en el que únicamente había consistido la Visita Apostólica, habrá que esperar al 23 de septiembre de 2013, cuando el Padre Alfonso Maria Bruno, recién nombrado Secretario General por el Comisario Apostólico, publica en internet los datos estadísticos con la autorización de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada.
Tal y como se presentan, los resultados parecen corroborar la decisión del nombramiento de un Comisario para el Instituto. Ésta es la conclusión que se apresuran a resaltar en términos triunfalistas periodistas como Andrea Tornielli preocupados más por alinearse en todo momento con la política vaticana que de informar sobre la verdad de los hechos.
Inmediatamente Lorenzo Bertocchi y Cristina Siccardi, en honor a la verdad, se toman la molestia de analizar minuciosamente los datos para desenmascarar el enésimo fraude conectado con el dichoso y dudoso cuestionario y demostrar así que tanta prisa por aplaudir la destitución del Superior General y del Consejo no era para nada de recibo.
Vistos sin anteojeras ideológicas, los datos demuestran todo lo contrario. Considerando los porcentajes de cada respuesta a las cuestiones formuladas, es decir sin sumarlos indebidamente, sino siguiendo la secuencia propuesta por el mismo cuestionario, se llega a unos datos que contradicen cualquier justificación del nombramiento del Comisario.
De hecho, por ejemplo, a la pregunta sobre el estilo de gobierno de Padre Manelli ha contestado: el 39% que todo va sustancialmente bien; el 16% (26% del 61% = 16%) que existen problemas solucionables a través de un Capítulo General Ordinario; el 45% (74% del 61% = 45%) que existen problemas solucionables con un Capítulo General Extraordinario. De estos porcentajes resulta que la mayoría de los Franciscanos de la Inmaculada considera, en relación con esta cuestión, que no hacía falta ninguna intervención externa.
La torpe triquiñuela adoptada para falsificar estos datos se descubre fácilmente cotejando el cuestionario del Visitador Apostólico y la publicación de los datos estadísticos. Es así como se comprueba que se suman subrepticiamente el porcentaje de quienes consideran que los problemas podrían ser solucionados a través de un Capítulo General Extraordinario y el de los que piden el nombramiento de un Comisario para el Instituto, logrando con esta artimaña una levitación artificiosa del número de los frailes favorables a la intervención.
CUESTIONARIO DEL VISITADOR APOSTÓLICO
- Lo stile di governo del Superiore Generale (El estilo de gobierno del Superior General).
- Tutto va sostanzialmente bene (Todo va sustancialmente bien)
- Esistono problemi risolvibili dal Capitolo Generale Ordinario (Existen problemas solucionables con el Capítulo General Ordinario)
- Esistono problemi gravi risolvibili da un Capitolo Generale Straordinario (Existen problemas graves solucionables con un Capítulo General Extraordinario)
- Esistono problemi gravissimi che richiedono il Commissariamento dell’Istituto (Existen problemas gravísimos que requieren el nombramiento de un Comisario para el Instituto)
PUBLICACIÓN DE LOS DATOS
- Lo stile di governo del Superiore Generale (El estilo de gobierno del Superior General).
- Tutto va sostanzialmente bene (Todo va sustancialmente bien): 39%
- Esistono problemi (Existen problemas): 61%
- risolvibili dal Capitolo Generale Ordinario (solucionables con un Capítulo General Ordinario): 26%
- risolvibili da un Capitolo Generale Straordinario/Commissariamento (solucionables con un Capítulo General Extraordinario / Comisario): 74%
El mismo subterfugio ha sido empleado también para manipular los resultados de las otras cuestiones puestas en el cuestionario referidas a las decisiones del Superior General en materia litúrgica, en la formación de los jóvenes religiosos y la elección de los candidatos al sacerdocio y en cuanto a las relaciones con las Monjas Franciscanas de la Inmaculada.
Hay que considerar además que solamente 140 de los casi 200 frailes profesos contestaron al cuestionario, por lo que un 30% de los frailes con votos perpetuos, al no querer ni contestar al cuestionario, tomó una posición precisa (de rechazo) ante esta iniciativa del Visitador Apostólico.
Al final, de los que votaron, una media del 55,64% no pidió el nombramiento de un Comisario. Del restante 44,36% de los 140 frailes que votaron, no todos manifestaron su preferencia por la intervención de un Comisario, sino que también se expresaron por la resolución de los problemas mediante un Consejo General Extraordinario. Este porcentaje corresponde a 62 frailes, pero considerando que, como dicho, no todos ellos pidieron el nombramiento de un Comisario, resulta que sólo la opinión de unos, más o menos, 50 frailes justificó la siguiente medida disciplinaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada.
Dicho en otras palabras: de los casi 400 frailes del Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada, entre los 200 frailes profesos con votos perpetuos interpelados mediante el cuestionario enviado por el Visitador Apostólico, finalmente, menos del 25% se mostró favorable a la resolución de los problemas a través del nombramiento de un Comisario.
De esta forma, a partir de la carta firmada por cinco frailes el 31 de enero de 2012, con el aval de tan sólo una cincuentena de frailes entre cuatrocientos, el Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el 11 de julio de 2013, firma el decreto de nombramiento de un Comisario Pontificio que asumirá todas las competencias que la normativa del Instituto y la de la Iglesia atribuyen al Gobierno General.
No deja de ser curiosa la paradoja que se ciñe sobre los Franciscanos de la Inmaculada. En una Iglesia que quiere ser toda misericordia y ternura, que no pretende juzgar a nadie y menos aún entrometerse en la vida espiritual de las personas, que aborrece el autoritarismo y se ofrece como hospital de campo para curar las heridas, parece ser que la única mano dura y la sola violencia autoritaria que adopta (y sin escamotear ningún método coercitivo ni prescindir de alguna manipulación) sean las emprendidas contra los Franciscanos de la Inmaculada y lo que ellos representan.
A pensarlo bien, es una buena señal, pues si hay algo que define el Evangelio ese algo es precisamente la paradoja. En el Evangelio hay tal cantidad de paradojas, y de tal hondura que, como se ha insistentemente recalcado, el Evangelio entero puede considerarse una paradoja, siendo la Cruz el máximo del escándalo y la suma de toda paradoja. Dicho con palabras de San Pablo: “La necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (1 Co 1, 25). Con lo que, cualquiera que viva según la ley evangélica, y por tanto vuelva a encarnar el escándalo de la Cruz, será una paradoja ante los ojos del mundo y obligará al mundo a enfrentarse a sus propias paradojas.
Justamente esto nos recuerda el caso de los Franciscanos de la Inmaculada, para que nunca bajemos la guardia y olvidemos lo que dijo Nuestro Señor: “Si el mundo os odia, sabed que ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os dije: ‘No es el siervo más que su señor’. Si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15, 18-20).
María Teresa Moretti