El siguiente texto es el sermón que hoy, vigésimo primer domingo después de Pentecostés, ha pronunciado un sacerdote misionero tradicional. Ponemos a su disposición el audio (en inglés) aquí.
«… Este segundo Sínodo rompió casi todas las leyes conocidas de la época, canónicas y civiles por como se han realizado las pruebas. Los métodos utilizados contra Joan [Juana de Arco] incluyen, entre otras cosas, llenar de partidarios la sala, emplear tácticas de confusión y declaraciones contradictorias falsas, así como una especie de Sínodo en la sombra.»
«En el País de Hus (Idumea), había un hombre llamado Job; un hombre sencillo, recto y temeroso de Dios, al cual pidió Satanás para tentarle. Dios le dio poder para dañarle en sus bienes y en su carne. Así, Job perdió a todos sus hijos y bienes y vio sus carnes llagadas por graves úlceras.» Antífona al Ofertorio.
Había un hombre llamado Job. San Zenón de Verona (c. 380) y otros Padres decían que Job era una especie de tipo de Cristo. San Gregorio Magno va más lejos y afirmó: “El Santo Job es el modelo de la Iglesia”. En otras palabras, que actúa como prefiguración de la futura Pasión de Cristo, así como de su Cuerpo Místico, esto es, la Iglesia. Ahora, la Santa Madre Iglesia, se encuentra en uno de esos momentos prefigurados en Job.
Recordemos que un TIPO es una persona histórica, cosa o evento que sucedió realmente pero que, al mismo tiempo, prefigura misteriosamente una realidad futura más grande que ella misma. Nuestro Dios es Señor y Maestro de toda la historia. Sólo Él puede hacer que ciertas cosas sucedan en un momento determinado en el tiempo…, de tal forma que presagien otro momento futuro. Esto se aprecia de manera especial en el vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Escuchemos a Melitón de Sardes, Padre de la Iglesia: «Este [Cristo] es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de manos en Isaac; el mismo que peregrinó en Jacob y vendido en José; expuesto en Moisés para ser sacrificado en el Cordero Pascual; perseguido en David y deshonrado en los profetas.» Y así, sucesivamente con todo el Antiguo Testamento. (Por cierto, no hay tipos como estos que se puedan encontrar en otros escritos. No están en el Corán…, ni en el libro de Mormón. ¿Qué quiere decir esto? Pues que estamos en el lugar más adecuado).
John Henry Newman nos muestra, con gran discernimiento, como observó la profunda naturaleza de los tipos de todos los tiempos: «En realidad todo acontecimiento de este mundo es un tipo de aquellos que lo seguirán; la historia avanza como un círculo siempre creciente (…) Pues cada era presenta su propia imagen de esos acontecimientos futuros que por sí mismos son el verdadero cumplimiento de la profecía que está a la cabeza de todos ellos.» (El Anticristo, Miceli, pg. 106). ¿Qué profecía es esa? ¡Es el fin! ¡Esta visión increíble nos explica cómo los santos podían ver la conexión con todos los tiempos! Los mismos Apóstoles y los santos consideraban sus propios días como si fuesen tiempos finales. ¿Por qué? Porque ellos podían ver, saborear y hasta oler el “misterio de iniquidad” que llegará a su culminación con los últimos días… Lo podían ver manifestándose ante sus propios ojos, manifestándose a través de los diferentes tipos. Por ejemplo: Santo Tomás Moro consideraba que el Anticristo era Martín Lutero o, al menos, su profeta. Esto quiere decir que todos los “hombres revolucionarios”, los herejes, los apóstatas, los tiranos, los traidores o los hombres impíos de todas las épocas actúan como tipos del Anticristo…, algunos más que otros. Y así, la historia, está conectada por medio de estos tipos desde el principio hasta el final.
Esto es importante porque, los fieles que vivan en tiempos futuros, encontrarán consuelo en la superación de las tribulaciones de los antiguos santos. Si ellos pudieron hacerlo, nosotros también podremos. Si Dios estaba allí con ellos, ¡también estará aquí con nosotros! Y, además, no importa lo extraño o nuevo que algo nos pueda parecer en el presente porque habremos estado representados en un tipo de otra manera y de otro modo.
Si hacemos uso de esta valiosísima revelación,- cómo Dios dispone el tren de la historia-, retrocederemos en el tiempo para encontrar consuelo, esperanza e, incluso, razones para regocijarnos en este tiempo de prueba. Y el lugar donde encontramos un tipo claro para nuestros tiempos, es en la vida y muerte de Santa Juana de Arco.
Esta joven virginal tipificaba a la novia virginal de Cristo, sin mancha ni arruga. Juana, al igual que su Señor y su Iglesia, se levantó de los remansos de su reino, en una zona fronteriza de donde nadie esperaba que saliera nada bueno. Juana, adalid de los ejércitos, libertadora de Francia, instruida por el mismísimo San Miguel, personifica a la Iglesia militante.
Siendo aún adolescente, y de forma extraordinaria, consiguió erigir a un rey. Esta doncella, era natural de Domrémy,-ciudad que lleva el nombre del obispo San Remigio, quién bautizó a Clodoveo primer rey católico de Francia, junto a 3.000 de sus hombres, haciendo de Francia hija primogénita de la Iglesia-; esta pequeña niña levantó el desesperado asedió de Orleans en el tiempo que dura una novena; consiguió abrir el camino hacia Reims para la coronación del delfín Carlos vii, en cuestión de meses. El padre de Carlos había caído en la locura y su madre, una reina bávara, le repudió y vendió por una mundana alianza política. Es decir, a través de una mujer, Francia fue traicionada; a esta familia, tipo de Adán y Eva, no les estaría permitido permanecer y así, a través de una virgen, Dios salvó a su hija mayor. La marea de la Guerra de los Cien Años entroncará, repentinamente, con Juana.
Como todo el mundo sabe, tan pronto como Santa Juana cumplió con su obligación los leales a la causa inglesa, a saber, los borgoñones y, especialmente Pierre Cauchon, obispo de Beauvais, exclamaron: “¡No tendremos a este hombre gobernándonos!” Al poco tiempo, Juana fue traicionada en Compiègne; más valorada por sus enemigos que por sus amigos, fue vendida al mismo precio que costaría el rescate de un rey.
Antes de que Juana pudiera llevar a cabo su obra salvífica, es importante recordar que fue examinada por un Concilio o Sínodo de obispos y sacerdotes que la encontró pura, sin mancha y santa. Estos la enviaron de vuelta al rey, considerándola una ayuda que no debe ser desperdiciada. Como todos ustedes saben, después de su captura fue nuevamente juzgada; esta vez, por un segundo Sínodo de obispos y sacerdotes que, de antemano, habían concluido que tanto ella como su rey eran cismáticos, heréticos y del diablo. En una evidente política de hechos consumados, este segundo Sínodo desestimó los resultados del primero, presionando a sus participantes para avenirse a lo que querían o ser expulsados. Sínodo contra Sínodo; Concilio contra Concilio; Cardenales contra Cardenales; Obispos contra Obispos…
Y, encima, este segundo Sínodo rompió casi todas las leyes conocidas de la época, tanto canónicas como civiles, así como la forma en que se realizaban los juicios. Los métodos empleados contra Juana de Arco incluyeron, entre otras cosas: tribunales previamente amañados; tácticas para crear confusión; declaraciones contradictorias y falsas, así como una especie de Sínodo a la sombra. Al final, y viendo que aquella farsa no pegaba ni con cola, acabaron por pedir que fuese ajusticiada. Juana de Arco murió sin que su sentencia oficial fuese declarada o leída de viva voz.
A medida que era consumida por el fuego, rezó al Santo Nombre de Jesús con tal fervor que casi todo el mundo lloraba, amigos y enemigos por igual, alejándose de la escena golpeándose el pecho. Cuando el verdugo se acercó para recoger las cenizas, descubrió que su corazón no se había quemado y seguía sangrando. 20 años más tarde, las obras de Santa Juana de Arco y su particular Pasión consiguieron que la Guerra de los Cien Años concluyese en 1.453…, precisamente, el mismo año en que los turcos musulmanes capturaron Constantinopla. Poco tiempo después, los ingleses cayeron en el Cisma y en la herejía a cuenta del Sacramento del matrimonio, al no estar dispuestos a permitir que sobre ellos reinase Cristo Rey.
Nos estamos acercando al final de la otra Guerra de los Cien Años, esta vez entre el cielo y el infierno: fue solicitada por el Diablo mientras el Papa León xiii le escuchaba. Satanás ha sido desatado y se le ha permitido hacerle a la Iglesia lo que ésta hizo con Job y con Juana. No es sólo el Sacramento del matrimonio lo que está siendo juzgado en Roma en este Sínodo: más bien, es una de las últimas batallas para la totalidad de la Iglesia. Al igual que con Juana, no llegarán a un consensuado veredicto final…, pero se desharán de ella [la Iglesia] independientemente de las circunstancias. Este momento es el momento de Job y también el de Juana.
Lo que hoy debe interesarnos es lo siguiente: los ejércitos enviados a luchar contra Juana deberían haber sido enviados a la Cruzada contra los turcos musulmanes y los husitas heréticos. En vez de esto, los hermanos cristianos en Francia lucharon entre sí, lo que permitió a los musulmanes derrocar Constantinopla. Hay más de una razón por la cual los musulmanes están empezando a levantarse con vigor una vez más.
Pero hay que tener corazón. Así como la pasión de Juana salvó a Francia en el último momento, la Pasión de la Iglesia también salvará al mundo. Pase lo que pase, su Cuerpo Místico no podrá ser totalmente destruido. Su corazón se desangrará con brotes de sangre y agua, al igual que los corazones de Job y Juana; de tal manera, que Ella se levantará victoriosa de nuevo, tan pronto como el cáliz se haya llenado.
Finalizamos con un importante destello de esperanza para nuestra actual crisis. En el comunicado oficial de la rehabilitación de Juana, y después de considerar todos los datos recogidos en su totalidad, encontramos estas edificantes palabras acerca del juicio, los veredictos y la desaparición de Santa Juana de Arco que, sin duda alguna, serán el tipo de un Concilio verdaderamente católico en un tiempo futuro y en el que se juzgará de manera definitiva lo que está ocurriendo en este preciso momento:
«Declaramos, en algunos puntos que las confesiones de Juana, la verdad se ha pasado por alto; y que en otros puntos , sus confesiones han sido traducidos falsamente, siendo una doble infidelidad …
»Declaramos, que incluso la forma de ciertas palabras se ha modificado, de tal manera para cambiar la sustancia de su significado. [ como en la misericordia, el amor, el matrimonio, los cónyuges, la ley natural …]
»Son por lo tanto, estos mismos artículos, falsos, calumniosos, y extraídos con engaño, y como son contrarios incluso a las confesiones de la acusada, los rompemos, aniquilamos y anulamos; y, … ordenamos, por esta presente sentencia, que sean arrancados.
»Decimos, pronunciamos, discernimos y declaramos que los dichos Procesos y sentencias (de cadena perpetua primero y de abandonarla al brazo secular para ser quemada) contienen manifiesto dolo, calumnia, iniquidad, repugnancia y error, incluida la abjuración hecha. Y todos los hechos que de ello se siguen son nulos, inválidos y vanos.
»Por tanto, los anulamos de efecto y hacemos írritos… y declaramos que Juana y sus parientes ninguna nota de infamia o mancha han contraído; declaramos que son absolutamente libres y limpios de todas las consecuencias de estos mismos procesos …»
( Jeanne D’Arc: Maid of Orleans, Deliverer of France, ed. By T. Douglas Murray, pp 303-307)
[Traducción de Miguel Tendeiro. Artículo Original]