Como saben las Fuentes de la Revelación son dos: las Escrituras y la Sagrada Tradición. Domingo a domingo observo como la predicación se centra única y exclusivamente en las Escrituras pero nunca se apoya en la segunda fuente de la Tradición. La mayoría son refritos insufribles carentes de exhortación y cualquier profundidad para el alma. Y este fenómeno lo observo tanto en sacerdotes «progres» -lógico por otra parte- como en sacerdotes conocidos como «tradicionales», salvo rarísimas excepciones. Esto se ve aumentado cuando se cita Magisterio sólo a partir del Vaticano II, como si el resto de 20 siglos de magisterio no existiera o diera miedo citarlo. Las escasísimas citas que se hacen son siempre de Papas y Santos postconciliares, toda la historia de la Iglesia sencillamente es como si no existiera o como si hubiera empezado en el Concilio.
Esta tendencia totalmente consolidada a todos los niveles, desde el más modesto vicario parroquial a las altas jerarquías, es un importante triunfo del modernismo bíblico pseudoprotestante cuyo principio básico es «sólo Escritura», que lógicamente al desatarla de la guía de la Tradición permite a cada uno interpretarla a su manera. En muchos casos sospecho que simplemente es que, debido a la penosa formación que hoy en día se da en los seminarios, sencillamente desconocen de la manera más absoluta la Tradición y el Magisterio de la Iglesia previo al Vaticano II, así, nos encontramos que hoy en día es raro no encontrar que sostienen algún tipo de heterodoxia en algún punto doctrinal incluso los que son tenidos por más tradicionales.
Una predicación verdaderamente católica debe apoyarse siempre en la Sagrada Escritura y explicarla a la luz de la Tradición, una Tradición de 2000 años de historia, no de sólo 50.
Juan Gómez Sauceda