Oh Dios, sabiduría eterna, que hiciste al presbítero San Luis María insigne testigo y maestro de la total consagración a Cristo, tu Hijo, por mano de su Madre, la bienaventurada Virgen María; concédenos que, siguiendo su mismo camino espiritual, podamos extender tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo... (oración colecta)
Celebramos el 28 de abril la fiesta de San Luis María Grignion de Montfort, santo francés que vivió en los siglos XVII y XVIII y que al ser ordenado sacerdote escogió como lema de su vida sacerdotal «ser esclavo de María»: «Totus Tuus» (soy todo tuyo).
San Luis María fue poco comprendido por los demás. Su tiempo en el seminario estuvo lleno de grandes pruebas. Sus superiores no sabían si considerarlo un santo o como un fanático. Enseguida empezaron a surgir cruces más grandes en su vida, sus superiores le negaron varias veces ejercer sus funciones de sacerdote, no podía confesar ni predicar. Fue rechazado por sus amigos más íntimos, hasta su propio obispo empieza a dudar seriamente de él. San Luis María comprende que la razón de los ataques es la doctrina mariana que enseñaba. Recurre al Santo Padre y le visita en Roma; quería saber si de verdad estaba equivocado como todos decían o si cumplía la voluntad de Dios, que era su único deseo. En Roma, San Luis María recibe del Papa la bendición y el titulo de Misionero Apostólico.
«Siento vivos anhelos de hacer amar al Señor y a su Santísima Madre, de ir en forma pobre y sencilla a enseñar el catecismo a los pobres de los campos y excitar a los pecadores a la devoción a la Santísima Virgen».
Ante todo, San Luis María es un misionero. Recorre los caminos de Francia con un bastón, coronado por un crucifijo o una estatuilla de la Virgen; a la espalda una mochila en la que lleva su Biblia, su breviario, su cuaderno de notas. Lleva a la cintura un rosario muy grande que atrae las miradas de todos. Pero no por eso cesaron las incomprensiones y la persecución y San Luis tiene que buscar diócesis cuyos obispos eran notoriamente contrarios al jansenismo, la herejía tan del gusto de aquella Francia del siglo de la ilustración y del racionalismo. Como ocurre en nuestros días, entre los seguidores de las “ideologías modernas” se reclutaban los más radicales enemigos del cristianismo.
De ahí su predicación en la región de la Vandea, que después, en 1793, se levantaría contra la sangrienta y atea Revolución Francesa. Fue allí donde trabajó durante los últimos cinco años de su vida, implantando en aquellas poblaciones una sólida formación católica. Ésta fue, décadas más tarde, un decisivo hecho para la gloriosa Guerra contra los impíos revolucionarios de 1789.
¿Qué nos enseña Grignion de Montfort? No nos dice nada nuevo. ¿Queremos ir a Jesucristo? ¡Vayamos por María!
Hay que ir a Jesucristo, y por Jesucristo a Dios en el Espíritu Santo. Pero escogemos un camino fácil, encantador, podríamos decir, como es María. Porque María nos llevará necesariamente a Jesucristo. María se convierte en el atajo más rápido para llegar a Dios.
- Hacer todo CON María, en su compañía, sin perderla nunca de vista, pues, haciéndolo todo con Ella, venimos a hacerlo todo como María, con su misma finura, y salimos imitadores suyos perfectos.
- Hacer todo EN María, es decir, meterse en María, en sus sentimientos, en su corazón, de modo que sea María el motor de toda nuestra actividad.
- Hacer todo POR María, o sea, dirigirse a Jesucristo y a Dios por medio de la Virgen María, por ser una intercesora y una Medianera poderosa de la Gracia.
- Hacer todo PARA María, porque nos rendimos a Ella como unos esclavos, que no tienen más ilusión que servir gozosos a su Reina y Señora.
Para nosotros cuando se trata del amor y devoción a la Virgen, parece que sobran todas las recomendaciones. El amor a la Virgen María lo llevamos entrañado en el alma. Y ahora, al escuchar a San Luis María nos llenamos de ilusión por formar parte en esa legión de hijos de María, para que Ella nos lleve a Jesús.
Y para que nos lleve —aunque esto ya nos resulta más fuerte— precisamente por el camino real de la Cruz. Con la Virgen, y llevando con gallardía cada uno nuestra cruz, el seguir a Jesucristo se hace más fácil como lo predicaba siempre Luis María Grignion de Montfort.
Su mensaje final dirigido hoy a nosotros, lo resume en estas palabras, que son el compendio de toda su vida de santo y de apóstol: «¡Amad ardientemente a Jesucristo, amadle por María!».
Padre Ángel David Martín Rubio