Etiam venio cito: Amen. Veni, Domine Jesu (Ap. 22, 20)

La vuelta de Jesús no puede tardar mucho más. “Cito” significa pronto; “etiam” es la palabra que, de algún modo, nos Lo quiere casi mostrar, nos Lo indica mientras vuelve en las nubes del cielo. Los Apóstoles Lo vieron subir al cielo, hasta que desapareció de su vista.

Continuaban mirando aun cuando ya no Lo veían. Tuvieron que intervenir los Ángeles: “Hombres de Galilea, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este Jesús, que ha estado entre vosotros y ha sido asunto al cielo, así, del mismo modo, volverá como Lo habéis visto subir al cielo” (Hch 1, 14).

Es necesario, por tanto, mirar al cielo como lo hicieron aquel día los Apóstoles. Dice el Evangelio que habrá señales en el sol, en la tierra y en las estrellas. Signos sobrenaturales con los cuales el Señor nos querrá indicar advertencias útiles para nosotros.

El que ha creado el universo y lo gobierna, Aquel que habló por medio de los profetas, ¿acaso ya no habla más? ¿Acaso el Verbo de Dios calla y se esconde? ¿Acaso Dios no interviene cuando sus “hijos en el Hijo” están en peligro? ¿Acaso las legiones de los Ángeles fieles no combaten con nosotros en defensa de la verdadera Fe?

Queridos amigos y hermanos míos que somos solidarios en la secuela de Cristo, miremos asimismo el cielo y las numerosa estrellas. ¡Un día aparecerá también la señal del Hijo del Hombre y será luminosísima!

¡Alabado sea Jesucristo!

* * *

Pensemos en los Apóstoles que Lo vieron marcharse, subir, ascender al cielo y después desaparecer precisamente ante sus ojos. Es fácil poder intuir cuáles fueron sus sentimientos. Inmediatamente después de la visión de los dos Ángeles que confirmaron la Ascensión al Cielo de Jesús para volver al final de los tiempos, ellos sintieron la necesidad de refugiarse en el Cenáculo para permanecer en oración junto a María.

Reunidos en oración durante nueve días consecutivos, con el descenso del Espíritu Santo Consolador, fueron fortalecidos y comenzaron su misión de llevar el alegre anuncio hasta los extremos de la tierra.

Para evangelizar, los Apóstoles deben estar llenos de Espíritu Santo y fortalecidos con aquella energía espiritual que les pueda sostener en las pruebas y al recorrer los itinerarios de un mundo que debe ser todo él salvado. Las ciudades de Israel no estarán ya en Palestina sino en el extranjero, en el mundo entero, y la misión de los Apóstoles continuará en sus sucesores.

La Revelación continuará hasta la muerte del último de ellos y San Juan, Apóstol y Evangelista, es quien será depositario, más que los demás, de los secretos del Rey.

Te rogamos, oh Señor, que abrevies los tiempos que nos separan de tu venida. Todo se hace más difícil y sin tu ayuda nos sentimos perdidos.

¡Alabado sea Jesucristo!

* * *

El Verbo del Padre, para salvar el mundo, descendió al seno de María. Realizada la Redención, Jesús ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre. Pero no nos ha dejado huérfanos y ha dicho que volverá.

Han llegado los tiempos en los que la Cristiandad y toda la humanidad necesitan extremadamente a Jesús Salvador y reclaman su presencia viva, verdadera, real. Esta presencia la tenemos también en la Santísima Eucaristía. Pero, al ser esta presencia tan pisoteada hoy, sentimos también por ello la necesidad de una presencia visible de Jesús, de Él, que un día de hace alrededor de dos mil años expulsó a los profanadores del Templo en la ciudad santa de Jerusalén.

La intervención directa de Dios, mientras nosotros nos sentimos frágiles y limitados, es deseable y lo imploramos con una súplica que hacemos mediante la intercesión del Inmaculado Corazón de María y del Castísimo Corazón de José.

Vigilando, esperamos que Jesús vuelva. No porque esperamos el fin del mundo, sino porque, sin Él, efectivamente, no podemos hacer nada. La piedra angular es Jesús y solo si todo el edificio se apoya sobre la roca que es Cristo no se derrumba. “¡Ven, Señor Jesús!”, se lo decimos y que sea la aclamación de toda la Iglesia.

¡Alabado sea Jesucristo!

festinadomine

(Traducido por Marianus el eremita)

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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