Nadie dijo ni una palabra. El desconcertante editorial, publicado por el cotidiano católico francés La Croix al día siguiente del referéndum irlandés que dio la victoria al pro-choice, no produjo ninguna reacción. No obstante en el mismo editorial que elogia el éxito de la consulta, se repetían al pie de la letra, haciéndolos propios, todos los argumentos a favor del aborto, desde el fantasma de las intervenciones clandestinas hasta la absurda distinción entre vida “en acto” y vida “en potencia”, privada de fundamento científico. La repetición se produjo ahora después de la votación sobre el aborto realizada en la Argentina sobre la misma materia. En “La Croix” fue publicado otro artículo pro-aborto, entendido como “derecho” para proteger junto con aquél que fue definido como “la legítima lucha de la mujer” por su emancipación.
Afirmación inaceptable en un boletín que osa definirse como católico. Aún así, todos aquellos que de hecho deberían haber hablado permanecieron callados: la Conferencia Episcopal francesa, por ejemplo, con unas pocas voces aisladas de algunos Obispos como excepción, pero también la Orden de los Agustinos de la Asunción, a quien pertenece el diario, y, ¿por qué no? el mismo Vaticano. ¿Es posible que ninguno no esté de acuerdo? ¿Es posible que ninguno lo haya leído? ¿Es posible que ninguno no lo haya visto? Todo ello nos recuerda a Lucas 18, 8: “Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»”
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