Escandalosa puesta en escena en los últimos días en Little Rock: unos 150 secuaces del “Templo Satánico”, junto con varios ateos pero también algunos cristianos, colocaron una estatua en bronce hecha en Bafometto frente al Capitolio de Arkansas, sede del Gobierno- frente al Parlamento de ese Estado.
Es una suerte de “prueba de fuerza” para exigir la remoción de un monumento dedicado a los 10 Mandamientos, ubicado en el área del Capitolio y considerado por los manifestantes como una violación de la libertad constitucional de los derechos religiosos, como si la criatura de las tinieblas representada en su siniestro objeto fuera, por el contrario, un himno a la tolerancia: la efigie diabólica, totalmente ilegal porque no autorizada, permaneció sin embargo en el lugar un día entero. Decididamente demasiado.
Sorprendentemente, únicamente la comunidad bautista protestó por lo sucedido, mientras que ningún comentario se escuchó del Obispo de la Diócesis de Little Rock (Arkansas), Mons. Anthony B. Taylor, ni de ningún otro exponente de la Iglesia Católica, ni tampoco ningún párroco pensó en una procesión reparadora. Un silencio que no pasó desapercibido ni siquiera entre los fieles, cada vez más desconcertados.
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