Desde Roma, para el Denzinger-Bergoglio
Fue difícil aguantarnos los movimientos de hilaridad que tuvimos en el encuentro con Francisco en San Juan de Letrán. Se inauguraba el congreso de la diócesis y el obispo de Roma, en medio de un largo discurso, nos sorprendió a todos con algo digno de un guión de novela de ficción. ¿Qué ocurrió?
Ya sabemos, por una homilía de abril de este año, que para Francisco, unos de los grandes ejemplos de falta de compasión fue el trato que tuvo Judas Iscariotes. Francisco no se resigna con la falta de caridad con fue tratado ese «pobre hombre arrepentido» al punto de declarar que siempre le causa dolor “el pasaje del Evangelio, cuando Judas arrepentido va a los sacerdotes” y no fue bien recibido. (Homilía en Santa Marta, 11 de abril de 2016)
Ahora, una vez más, Francisco, queriendo concienciarnos a los sacerdotes presentes de la necesidad de una misericordia a ultranza, volvió a traer a colación el ejemplo del apóstol traidor, fundamentando su doctrina en base a un documento irrefutable: una escultura medieval. Exacto. Como si de un códice misterioso se tratase, Francisco aportó como irrefutable argumento el mensaje grabado por un vetusto cantero en las piedras milenarias de la Basílica de Vèzelay.
La icónica escena catequética descrita por Bergoglio se encuentra estampada en uno de los capiteles del atrio de la Basílica de Vèzelay, en Borgoña. En él podemos ver una figura que, supuestamente, representaría al Buen Pastor llevando en sus hombros al mismísimo Judas. Según Francisco, este sería un documento perfecto que explicaría «el misterio de Judas» por el cual el apóstol traidor habría alcanzado la salvación. Una verdad que los hombres del medioevo no tendrían ningún empacho en reconocer. (La Stampa, 17 de junio de 2016)

Si no se tratase de un encuentro con el obispo de Roma se diría que podría ser el guión de una novela de Dan Brown: «El código Judas». En realidad, con un poco de cultura el misterio queda desvelado.
La basílica de Sainte-Marie-Madeleine de Vézelay fue secularizada en el siglo XVI y parcialmente destruida en los siglos posteriores. Lo que hoy conocemos es fruto de una larga y laboriosa restauración dirigida por Viollet-le-Duc en el siglo XIX. Ese capitel con la figura de Judas desentona por la nitidez de sus trazos con los desgastados sillares que lo rodean. Obviamente, no es original. Hasta la piedra en que ha sido esculpido es distinta. Puede ser inclusive, bastante posterior a la restauración de Viollet-le-Duc. Por tanto, nada de medieval.
Y en restauraciones modernas es común encontrar elementos contemporáneos en diversos monumentos europeos medievales, objetos de bromas o de ideas de los mismos que las restauraron. Se encuentran desde astronautas, personajes modernos, escudos de equipos de futbol, hasta un ángel con teléfono móvil. Es algo que ya está estudiado (ABC).
Veamos algunos ejemplos:








Francisco metió la pata, como se dice, pues ignoraba esta peculiaridad de los monumentos europeos. Y apoyado en el «gran argumento histórico del capitel», obra de algún bromista, acabó mostrando lo que él piensa en realidad sobre «el misterio de Judas».
Pero esto no fue lo peor.
Firme en su convicción de la autenticidad del capitel medieval se lanzó al vacío… y acabó justificando su teoría citando a Primo Mazzolari, párroco de Bozzolo, uno de los fundadores de la Democracia Cristiana italiana y precursor del Concilio Vaticano II. Este autor, en el Jueves Santo de 1958, tuvo un famoso discurso dedicado a «Judas el traidor». Francisco afirmó que se trató de «un bello discurso» sobre «el misterio de Judas». Veamos las palabras de Mazzolari que tanto alegraron a Francisco. Es un documento, este sí auténtico, del pensamiento bergogliano:
«Pobre Judas —comenzó el sacerdote. Yo no sé qué le habrá pasado en el alma. Es uno de los personajes más misteriosos que encontramos en la Pasión del Señor. Tampoco trataré de explicarlo, me conformo con pedirles un poco de piedad por nuestro pobre hermano Judas. No se avergüencen de asumir esta fraternidad. Yo no me avergüenzo, porque sé cuántas veces he traicionado al Señor; y creo que ninguno de ustedes debería avergonzarse de él. Y al llamarlo hermano, nosotros usamos el lenguaje del señor. Cuando recibió el beso de la traición, en el Getsemaní, el Señor le respondió con esas palabras que no debemos olvidar: ‘¡Amigo, con un beso traicionada Hijo del hombre!’».
«¡Amigo! Esta palabra —continuó Mazzolari— nos indica la infinita ternura de la caridad del Señor, también nos hace comprender por qué yo en este momento lo he llamado hermano. Dijo en el Cenáculo, no les llamaré siervos, sino amigos. Los Apóstoles se convirtieron en los amigos del Señor: buenos o no, generosos o no, fieles o no, siempre serán los amigos. Nosotros podemos traicionar la amistad de Cristo, Cristo nunca nos traiciona, nunca traiciona a sus amigos; incluso cuando no lo merecemos, incluso cuando nos rebelamos contra Él, incluso cuando lo negamos, ante sus ojos y su corazón, nosotros seremos siempre amigos del Señor. Judas es un amigo del Señor incluso en el momento en el que, besándolo, consumaba la traición del Maestro».
Después de haber recordado el fin desesperado del apóstol, Mazzolari concluyó: «Perdónenme si esta tarde, que habría tenido que ser de intimidad, les he traído consideraciones tan dolorosas, pero yo quiero también a Judas, es mi hermano Judas. También rezaré por él esta tarde, porque yo no juzgo, yo no condeno; debería juzgarme a mí, debería condenarme a mí. Yo no puedo no pensar que es también para Judas la misericordia de Dios, este abrazo de caridad, esa palabra amigo, que le dijo el Señor mientras él lo besaba para traicionarlo; yo no puedo pensar que esta palabra no se haya abierto brecha en su pobre corazón. Y tal vez, el último momento, al recordar esa palabra y la aceptación del beso, Judas también sintió que el Señor lo quería y lo recibía entre los suyos. Tal vez fue el primer apóstol que entró, junto a los dos ladrones. Un séquito que parece no hacer honor al Hijo de Dios, como algunos lo conciben, pero que es una grandeza de su misericordia». (La Stampa, 17 de junio de 2016)
«El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de ése que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valdría a ése no haber nacido!” (Mt, 26,24). La sentencia de Nuestro Señor Jesucristo es muy clara y siempre la Iglesia así la interpretó. ¿Con qué finalidad ahora Francisco quiere cambiar esa idea? Como sacerdotes está claro el mensaje de Francisco: Ustedes deben cambiar porque yo he cambiado a la Iglesia. No se trata de juzgar a nadie y mucho menos condenar. Si hasta Judas fue indultado, ¿quién será condenado?
Dentro de la «lógica misericordiosa bergogliana» queda una pregunta por responder: ¿Lucifer fue condenado eternamente? Al paso que vamos no dudamos que muchas sorpresas vamos a tener todavía. Quién sabe si Bergoglio encuentra algún «capitel medieval» que nos da la respuesta.
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Nota del Denzinger-Bergoglio
Recordemos una vez más las enseñanzas del Magisterio sobre Judas Iscariotes:
I – Judas, el traidor
II – ¿Arrepentimiento o desesperación? La diferencia entre Judas y San Pedro
III – ¿Judas es digno de compasión? Los 2000 años de enseñanza de la Iglesia hablan en sentido negativo
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