García, el presidente

El 30 de enero de 1985, visitando Ecuador, el papa Juan Pablo II renovó el acto de consagración de aquel País al Sagrado Corazón de Jesús, repitiendo casi a la letra las palabras que el 25 de marzo de 1874 había empleado el entonces presidente de la República ecuatoriana Gabriel García Moreno.

Este había nacido en 1821 en medio de golpes e insurrecciones, después de que Simon Bolívar, el libertador de Sudamérica, la había dejado en el caos más completo. Gabriel García, abogado y periodista, encabezó una insurrección contra el gobierno masónico que había expulsado a los Jesuitas e inaugurado una política anticlerical contra la Iglesia. Fue arrestado varias veces. Exiliado, retornado a la patria y capturado de nuevo, consiguió huir. Le animaba su fe católica y un amor grandísimo y apasionado a Cristo Rey, que, según el plan divino sobre la humanidad, debe reinar en los individuos y en las Naciones.

En 1860, en una batalla decisiva, venció la guerra civil y fue elegido, con apenas cuarenta años, Presidente de la joven República ecuatoriana. Como primer acto consagró el ejército a la Virgen, invocada con el título de Nuestra Señora de la Merced (la verdadera “Liberadora”), y concedió el sufragio universal a todos sus conciudadanos (en Italia, será concedido por Giolitti en 1912 y sólo a los varones), saneó las finanzas del Estado, renunciando también a su sueldo (parece que tenga algo que enseñar también en esto a los políticos de hoy) y extendió la educación gratuita y obligatoria también a los indios.

El mismo era científico y, con la sensibilidad del hombre verdaderamente culto, fundó escuelas, academias y el observatorio astronómico de Quito, el más moderno de la época. Al mismo tiempo, como hombre de fe y muy práctico, inauguró carreteras, puentes y vías de tren y, en pocos años, redujo a la mitad los impuestos, redobló las entradas del Estado y triplicó los salarios. En resumen, no era “de izquierdas”, porque también los izquierdosos producen males enormes, como lo demuestra la historia, mucho más cuando, como hoy, ¡los que son de izquierdas son los “católicos adultos”, esto es, los catocomunistas, los catorradicales y cosas por el estilo! Mientras que, en cambio, García Moreno demuestra que un católico verdadero y ferviente, coherente con su fe, puede hacer estallar un verdadero “milagro económico” y no es obscurantista, sino portador de luz, de verdadera modernidad y de progreso.

Pero Ecuador era considerado por los anticlericales de los Estados limítrofes un País oprimido que intentaron muchas veces “liberar” con expediciones de “voluntarios”, los cuales actuaban a menudo sin saberlo los gobiernos. En cada ocasión fueron rechazados por el mismo Presidente a la cabeza de sus tropas.

Acabado su mandato, García quiso retirarse a su vida privada, pero fue vuelto a llamar por petición popular en las siguientes elecciones y fue reelegido Presidente de Ecuador. En efecto, durante su ausencia, bajo la banda anticlerical que había reconquistado el poder, el País había vuelto a caer en la ruina económica. Así sucede cada vez que se quiere construir sin Cristo o contra Cristo: viene una “gran ruina” (Mt. 7, 21). Como primer acto de su segunda presidencia, García Moreno consagró Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús e hizo incluir el acto de consagración en la Constitución del Estado para significar el compromiso de que nunca ninguna ley del Estado habría estado en contra de la Ley de Dios y de que el espíritu del Evangelio de Jesús habría animado e iluminado toda realidad de los individuos y de la sociedad.

Un pequeño ejército, pero adiestrado “a la prusiana”, protegía al País de las molestias de los Países limítrofes. De esta manera, con mayor seguridad, Moreno pudo emprender de nuevo toda su obra social a la luz de Cristo Rey. Concedió reducción de penas a los detenidos que aceptaron ir a escuelas para reinsertarse en la sociedad, fundó escuelas, hospitales, hospicios gestionados con criterios modernos, casas de acogida para minusválidos y otras para la redención de mujeres descarriadas. Pero todo esto era considerado por los laicistas (léase: ¡ateos!) “una opresión”, de la cual liberar a Ecuador lo antes posible.

Los países limítrofes no le perdonaban que había fundado la Nación en el nombre de Cristo Rey y que además esta Nación era siempre más próspera y le atacaron con furia con una propaganda atenazante. Soplando sobre el fuego se encontraba obviamente “la secta”, esto es, la masonería. Pero el Presidente no cedió, antes bien, para procurar la prosperidad también material, economizó en todo hasta abolir incluso los banquetes oficiales que se ofrecían al cuerpo diplomático.

Con la Iglesia estipuló el concordato más favorable que Ella haya tenido en su historia. Al papa Pío IX, que se encontraba en dificultad, después de que le había sido arrebatada Roma por el naciente Estado italiano unitario (en realidad por los “conocidos de siempre”, los masones), mandó una considerable suma de dinero, con la certeza de colaborar en la misión del Papa y de la Iglesia católica urbi et orbi (para Roma y para el mundo). En las procesiones y en las funciones públicas se veía siempre al Presidente de la República, revestido con las insignias del Estado, pero también con la cruz sobre los hombros, llevada delante de todos a imagen de Jesús.

Para quien había destronado a Jesús de Su realeza todo esto era (y lo es aún hoy) insoportable: el 6 de agosto de 1875, a la salida de la iglesia donde iba todas las mañanas a las seis antes de entrar en su despacho de Presidente, fue acribillado a puñaladas. ¡Tenía sólo 54 años! El papa Pío IX habló de él como de “un mártir, porque había aceptado conscientemente el sacrificio de su vida”, y le hizo erigir un monumento en Roma junto al Instituto Pío Latinoamericano. El gran periodista católico Louis Veuillot, en su periódico L’univers, escribió: “El ha dado un ejemplo único al mundo y en los tiempos en los que vivió: ha sido la gloria de su País. Su muerte ha demostrado qué Jefes puede Dios dar a la humanidad a la luz de Cristo y a qué miserables se confía a menudo la humanidad en su locura”. Palabras actuales también hoy, sobre todo hoy, y lo vemos todos los días.

Para demostrar que esto es verdad, pocos meses después de la muerte de García Moreno, Ecuador caía en la anarquía.

La Iglesia no lo ha proclamado santo todavía, pero este hombre, en toda su breve vida, demostró cómo se puede ser Presidente de una República democrática, ferviente católico y ser capaz de llevar a un País del desastre económico y social a la prosperidad en poco tiempo siguiendo los principios de la doctrina social católica” (Rino Camilleri).

¿Cuándo en Italia y en las Naciones de hoy, los católicos se unirán no para mendigar ideologías y estrategias de alguno, visto como el “sol del porvenir”, sino con la certeza de que también en el orden temporal “Jesús mueve todas las cosas” (Ap. 21, 5)? Sólo Jesús es la salvación, sólo Jesús es el camino a seguir, también en las cosas temporales, para el católico, que no puede nunca estar disociado (católico en la iglesia, “ciudadano” en el mundo, ¿pero cómo es posible?), sino siempre “uno en Cristo”.

Candidus

[Traducido por Marianus el Eremita]

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