Jesucristo dijo en la Cena del Jueves Santo:
«Tomad y comed todos de Él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros»
Son las mismas palabras que el sacerdote dice en la consagración dentro de la Santa Misa, por
medio de las cuales se obra el milagro de la transubstanciación (el pan y el vino se convierten en
Cuerpo y Sangre de Cristo, aunque se conserven los accidentes (color, sabor…)
Decir que la Eucaristía es un símbolo es una herejía que ha hecho y sigue haciendo mucho daño en las conciencias. Hemos de reflexionar sobre el Sacramento de nuestra fe, el Amor de los Amores
que baja del Cielo a la tierra cada vez que se celebra la Santa Misa. Dar gracias a Dios por su infinito Amor, y estar vigilantes ante esta herejía que pueden pervertir nuestra vida cristiana.
Algunos teólogos, desde la segunda mitad del siglo XX, con sensible influencia protestante, enseñan que la Eucaristía NO es presencia REAL de Cristo, sino solo un símbolo de esa presencia. Y no pocos católicos siguen esta herejía apoyándose en una supuesta fidelidad a la Biblia. Cuando precisamente en la Biblia, Palabra de Dios, Jesucristo expresa con claridad que es SU CUERPO y no dice «un signo o símbolo de mi cuerpo». Quien crea que la Eucaristía es un símbolo peca gravemente contra el segundo mandamiento de la ley de Dios, pues se atreve a contradecir las mismas palabras de Jesucristo.
Consecuencias fatales de la extensión de esta herejía son las siguientes:
- Se acude a Misa sólo cuando se siente la necesidad de ir, y no se tiene en cuenta el sentimiento de Cristo que nos espera cada domingo, o sea, consideramos solo nuestro sentir y no el sentir de Dios. Y la fe queda reducida al ámbito variable de la emoción.
- Se olvida que es pecado mortal no acudir a Misa en domingo o precepto
- Se comulga tras haber faltado a Misa en día de precepto, sin tener conciencia de pecado o necesidad de confesarse.
- Se cree que hay que comulgar siempre que se va a Misa, olvidando que quien comulga indebidamente consume su propia condenación, en palabras del mismo San Pablo (I a Corintios 11, 27-29).
- Tras comulgar, no hay acción de gracias íntima y personal. Muchos comulgan y al volver al asiento se dedican a charlar o distraerse, ya que viven la comunión como algo simbólico y sociológico.
- Se acude a Misa de forma extraordinaria (Entierros, Bodas, Cultos de Hermandades) y se comulga sin haber ido a Misa los domingos.
- Se desprecia la enseñanza de la Iglesia con la excusa de «actuar en conciencia». Y se olvida que es la Iglesia quien debe formar las conciencias para que, una vez formada, se puede actuar en conciencia desde la verdad.
- Algunas personas va a comulgar para ser vistos por los demás, reduciendo la comunión a un mero acto social.
- Las primeras comuniones son meros actos lúdicos sin contenido religioso donde la mayoría de los niños hacen la «primera y última» comunión y casi sin haber lo que están recibiendo (además de los regalos).
Todas esas consecuencias descritas tienen una causa común: creer que la Eucaristía es un símbolo.
Esta herejía ha causado y sigue causando que se comentan muchísimos sacrilegios que dañan profundamente a la Iglesia y llevan a las almas a la perdición definitiva de Dios.
Es por eso por lo que debemos revitalizar una catequesis realmente Católica sobre la presencia Real (en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad) de Cristo en la Eucaristía.