«Yo soy la voz del que clama en el desierto»
1.- Lo primero que hace el Bautista es aclarar ante quienes le preguntaban quién es él. Hoy día hay muchos que se presentan a sí mismos como ministros de Dios pero en realidad ofrecen doctrinas nuevas y diferentes a las que Dios siempre ha proclamado. Tenemos el derecho y la obligación de confrontar las enseñanzas que ahora escuchamos con las enseñanzas de la Iglesia de siempre.
Criterios de infalibilidad:
a.- Del Papa:
– Tiene que hablar como Pastor Supremo y Doctor Supremo de toda la Iglesia.
– Hablar sobre temas de fe y costumbres.
– Con intención de obligar a todos los fieles.
No confundir el respeto y al amor al Papa con la «papolatría» (todo lo que dice el Papa es infalible)
b.- Del Magisterio Ordinario de la Iglesia: que puede será infalible cuando todos los obispos del mundo (con el Papa a la cabeza) enseñan lo mismo en todo momento, tiempo y lugar.
Es por ello que, si un Magisterio Ordinario de ahora no coincidiera con el de siempre sería falso, y como tal, tendríamos la obligación de no seguirlo. Teniendo en cuenta que deberíamos respetar siempre a las personas que proclamaran ese magisterio erróneo.
Siguiendo estas normas claras no es posible la confusión. Así pues, andemos con cuidado ya que nos jugamos la salvación.
Podemos escuchar hoy día expresiones aparentemente inocuas, tales como «el cielo es un estado y no un lugar». Debajo de esa afirmación está la negación directa de dos dogmas (la Resurrección de Jesucristo y la Asunción de la Virgen en Cuerpo y Alma a los cielos), e indirectamente también atentamos contra el dogma de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.
Y como esta, hay muchas otras expresiones que son incluso hasta blasfemas.
2.- Después de decirnos el Bautista quién es nos dice lo que hace «clamar en el desierto». Probablemente quiera decir que la gente no escucha la predicación de Cristo; en cambio están escuchando la voz de falsos profetas. Hoy día se habla de todo menos de Dios y de Cristo.
3.- «Preparad el camino del Señor». El Bautista desaparece y se oculta detrás de su mensaje. La figura no es él sino Cristo. El verdadero profeta no busca su gloria personal sino la de Cristo. «Es necesario que Él crezca y yo disminuya». Nos empeñamos en vivir nuestra propia vida, cuando en realidad tenemos que vivir la suya. El modernismo (que impera en la Iglesia actual por todos lados) trabaja constantemente para que nos olvidemos de Cristo, de sus palabras; y cuando nos presenta un mensaje de Él, en realidad lo tergiversa.
La persona de S. Juan Bautista tiene para los cristianos de ahora una importancia trascendental. Él es el santo de la alegría perfecta, el «amigo del Esposo» que le acompaña y le oye