Domingo de Septuagésima (Rito Extraordinario)
Mt 20: 1-6 -Parábola de los obreros enviados a la viña-
«…y Roma no hace nada para evitarlo»
El evangelio de hoy nos presenta un hecho que antiguamente era muy común, el dueño de la viña iba diariamente en busca de trabajadores para contratarlos. Trabajaban de sol a sol y se les pagaba lo acordado al final del día.
En el caso al que se refiere este evangelio, el dueño de la viña fue a diferentes horas del día a buscar trabajadores. Al final, a todos les pagó lo mismo, lo que ocasionó las quejas de los que habían trabajado durante todo el día.
Recuerdo la interpretación tan acertada que hace Bruce Marshall en su novela “A cada uno un denario” que resumiéndola venía a decir que aquellos que habían trabajado todo el día en realidad habían sido los más afortunados pues habían compartido los sufrimientos de Cristo. La vida cristiana siempre lleva como signo y bandera la cruz.
Antiguamente se aprovechaba este evangelio para hablar de las vocaciones y explicar cómo el Señor llama a diferentes horas del día. Hoy día usar este evangelio para hacer un llamado vocacional ya no se usa pues no hay vocaciones, los seminarios están vacíos; los conventos también… Y es que las campañas que se han hecho contra el sacerdocio han sido múltiples y muy duras en los últimos sesenta años. En un principio (hacía los años cincuenta del siglo pasado) fue mediante la infiltración del comunismo en los seminarios, luego fue el modernismo y desde hace unos treinta años se ha sumado también la homosexualidad.
Toda esta infiltración en los seminarios era más que conocida en Roma pero no se hizo absolutamente nada para evitarla.
A todo esto podemos añadirle la campaña de la promoción de los seglares y la “búsqueda” de la identidad del sacerdote; lo que ha terminado de desprestigiar a los sacerdotes al igualar prácticamente el sacerdocio ministerial con el sacerdocio común de los fieles.
Y también, el abandono de la Misa de San Pio V, la cual ponía especial énfasis en la Misa como actualización del sacrificio de Cristo y la participación de todos nosotros en el mismo.
Hoy día se evita la cruz de Cristo y es que la cruz siempre fue un escándalo para el mundo. Pero es que entre los mismos cristianos este rechazo de vivir la cruz se ha hecho lo más normal, lo vemos por ejemplo en el desprestigio que tienen las familias numerosas, y cómo para ello, se acude al uso de cualquier medio, incluso los que no están permitidos por nuestra fe; y esto es defendido no sólo por muchos esposos, sino también por muchos sacerdotes, obispos y cardenales.
Pero hablar de todo esto no suele tener buena prensa. Muy pocos son los que realmente desean escuchar la verdad. Recordemos eso que nos cuenta Rubén Darío de lo que le ocurrió a San Francisco con el lobo de Gubbio. A pesar de que el santo quiso convertir al lobo, éste, al final volvió a sus andadas. Parece como que la situación actual no tiene remedio y no nos quede a nosotros sino decir como el mismo S. Francisco en este relato: El viento del bosque llevó su oración, que era: «Padre nuestro, que estás en los cielos…»
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.»
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: «Padre nuestro, que estás en los cielos…»