La sentencia Corruptio optimi, pessima (la corrupción de lo mejor es lo peor) se atribuye al gran San Jerónimo.
I. La corrupción humana
El hombre elevado a los honores no lo comprendió, se rebajó al nivel de los brutos y se hizo semejante a ellos» (Salmo 48, 13). Estas palabras del salmista muestran nuestra decadencia y miseria.
En la escala de los seres ocupa el hombre eI segundo lugar después de los ángeles. Dios lo ennobleció con la gracia y la vida divina que lo hizo templo de la Trinidad. Por el hombre todo un Dios se encarnó, padeció y murió en una cruz, pero el hombre no comprendió esta grandeza y dignidad, ni apreció estas finezas divinas. En vez de mirar al cielo, olvidándose del alma, siguió los apetitos de la carne y, como los brutos, sólo pensó en comer, beber y halagar las pasiones. Quien había sido hecho a imagen y semejanza de Dios se rebajó hasta hacerse semejante a los brutos. Creado para las alturas el hombre se arrastró por el lodo.
En directa oposición a las máximas del Evangelio, el mundo exalta las riquezas, los placeres, la violencia, el fraude y el engaño puestos al servicio del propio egoísmo, la libertad omnímoda para entregarse a toda clase de excesos y pecados.
¡Al del mundo por los escándalos! (San Mateo 18, 7). Forzoso: inevitable, en un mundo cuyo príncipe es Satanás, el hallar tropiezo y tentación para nuestra naturaleza harto mal inclinada (cf. 1 Co. 11, 19). Pero ¡ay del que nos tiente! y ¡ay de nosotros si tentamos! Grave tema de meditación frente a las modas y costumbres de nuestro tiempo.
«Dos son las pasiones que pueden suscitar especialmente la rebelión del hombre contra la Moral y la Fe cristianas: el orgullo y la sensualidad.
El orgullo le lleva a rechazar cualquier superioridad existente en otro, y genera en él un apetito por la preeminencia y por el mando que fácilmente llega al paroxismo. Pues el paroxismo es el punto final hacia el que tienden todos los desórdenes. En su estado paroxístico, el orgullo adopta todos los coloridos metafísicos: no se contenta ya con sacudirse en concreto esta o aquella superioridad, esta o aquella estructura jerárquica, sino que desea la abolición de toda y cualquier superioridad en cualquier campo que exista. La igualdad omnímoda y completa se le presenta como la única situación soportable y, por eso mismo, como la suprema regla de justicia. De esta manera, el orgullo termina por engendrar una moral propia. Y, en la médula de esta moral orgullosa, radica un principio metafísico: el orden del ser postula la igualdad y todo lo que es desigual es ontológicamente malo.
La igualdad absoluta es, para el que llamaríamos de orgulloso integral, el supremo valor al que ha de conformarse todo.
La lujuria es otra pasión desordenada de importancia capital en el proceso de rebelión contra la Iglesia. En sí, ella induce al libertinaje, convidando al hombre a hollar toda ley y a rechazar como insoportable todo freno. Sus efectos se suman a los del orgullo, suscitando en la mente humana toda especie de sofismas capaces de minar en su interior el propio principio de autoridad.
Por eso, la tendencia que despiertan el orgullo y la sensualidad se dirige hacia la abolición de toda desigualdad, de toda autoridad y de toda jerarquía».[1]
Cornelius a Lapide, comentando el pasaje de San Pablo en su Carta a los Romanos (1, 25, 28-31), acentúa el rol del orgullo como el origen de toda impureza:
La impureza es un castigo del orgullo, así como la humildad es la recompensa de la castidad. Este es el justo orden establecido por Dios, y si el hombre somete su mente a Dios, también su cuerpo estará sometido a Dios. Al contrario, cuando el hombre se rebela contra Dios, su cuerpo también se rebela contra El, como San Gregorio (lib. XXVI, Morals, xii) maravillosamente enseña… [A] través de la humildad la pureza de la castidad es asegurada. Ciertamente, si uno se somete piadosamente a Dios, su carne no se levantará ilícitamente contra el espíritu. Esto explica por qué Adán, quien fue el primero en desobedecer, cubrió su cuerpo tan pronto como él hubo cometido el pecado de orgullo. [2]
El orgullo y la sensualidad son los pilares de la decadencia moral. A partir del orgullo y de la impureza se van formando los elementos constitutivos de una concepción diametralmente opuesta a la obra de Dios.
II. Corrupción de las costumbres
El hombre fácilmente se descontrola en tres campos: el alcohol, la lujuria y la avaricia, consecuentemente la Revolución emplea precisamente esa tríada de trampas para acabar con la espiritualidad y sentar soberanía del pecado y la irreligión.
Desde hace tres centurias -en palabras del Papa Pío XI- el satánico azote de la masonería, está atacando de manera inicua el reinado de Nuestro Señor Jesucristo a través de la imposición de leyes, sistemas y estilos de vida en los niños, construyendo una educación de la que Dios y su Iglesia están excluidos, en la familia por la promoción del divorcio y la interferencia en la autoridad paterna, y, en el Estado al provocar la indiferencia del Estado hacia la religión, ergo, una vez que el Estado, como tal, queda divorciado de lo sobrenatural, se despeja el camino para los ataques a la familia y al niño.
Las dos características más notables tanto de la impureza como del ateísmo, son su irracionalidad y su inmensa difusión contemporánea.
Así como el ojo es para el sentido la vista, la facultad sexual es para la procreación. Al nacer un niño, éste necesita de un hogar estable para desarrollarse como persona feliz y equilibrada. Para este propósito, un padre y una madre son necesarios, así podemos ver que la naturaleza humana misma implica la necesidad del matrimonio: en otras palabras, el matrimonio es una institución de la Ley Natural. Desafiar el matrimonio es, por lo tanto, desafiar la Ley Natural y la Razón misma que expresa.
Una irracional difusión de un remedo del matrimonio está invadiendo el mundo mediante leyes inicuas; la enorme difusión de la impureza hoy en día, conlleva como consecuencia la descomposición de la familia, y esta descomposición conlleva un aumento de la homosexualidad.
«Ellos trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y dieron culto a la creatura antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Por esto los entregó Dios a pasiones vergonzosas, pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en mutua concupiscencia, cometiendo cosas ignominiosas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la paga merecida de sus extravíos».[3]
III. Degeneración de la gracia vocacional
Los grupos que se auto-titulan Nosotros somos Iglesia verifican campañas de recolección de firmas con el fin de acabar con el celibato sacerdotal.
Pero su tarea más efectiva no es la recolección de firmas, sino la infiltración que desde hace varias décadas verifica el modernismo la síntesis de todas las herejías, en seminarios, congregaciones religiosas, diócesis, organizaciones de fieles, desde donde insufla el veneno de la corrupción del sacerdocio católico, utilizando el método de la Ventana de Overton, que no es otra cosa sino, «cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas a lo largo del tiempo».
Ante esa fina y eficaz metodología, gradual en la estrategia y radical en las metas, muchos católicos ya están convencidos de que es la hora de dar fin con el celibato sacerdotal.
El gran obispo Graber, lo vizorizaba: «La desacerdotización de la Iglesia ya se ha iniciado de forma angustiosa. No hace falta contar todos aquellos sacerdotes que ya siguen las huellas de Roca (y de Loisy). Virion plantea la pregunta: “¿Cuántos sacerdotes son los que ostensiblemente han permanecido en la Iglesia, pero sólo por la sencilla razón de que así pueden sembrar en secreto el virus de la revuelta?“. Roca, que siempre tiende a exagerar, contesta “mil“. Pero, Saint-Yves, más comedido, dice: “Conozco a muchos e incluso sacerdotes santos, que (por ignorancia) caminan por la ruta del cristianismo sincretista“.»[4]
La mejor daga con la que herir a la Iglesia hasta la muerte es la corrupción. [5] Así podemos ver que la estrategia de mantener al sacerdote alejado de su apostolado, del altar y de la práctica de la perfección, ocupando sus pensamientos y su tiempo en otro lugar ha tenido el resultado esperado por la irreligión.
Corruptio optimi pessima, puede parafrasearse de la siguiente manera: el desvío hacia un extremo malvado de un ser, dotado de gran capacidad y potencialidad para el bien, significa la puesta en marcha de un poderoso agente de corrupción y destrucción. Esfuerzos dirigidos hacia la inmoralidad y la corrupción que son el resultado de la divinización cabalística del hombre y de la negación del pecado original.
A inicios de las campañas de Nosotros somos Iglesia, el arzobispo Sepe, luego cardenal, recordaba: El celibato supone una configuración más profunda con Cristo, esposo de la Iglesia. Jesucristo mismo fue célibe, decisión contraria a la propia cultura de su tiempo. También tenemos el mismo comportamiento en San Pablo y el testimonio de sus Cartas a favor del celibato. Es verdad que se recoge como ley eclesiástica sólo a comienzos del siglo IV en el Concilio de Elvira en España. Pero este mismo dato es revelador de una costumbre ampliamente vivida desde hacía tiempo y que desde entonces quedaba recogida por la normativa de la Iglesia como algo que se estimaba digno de protección.
Patentizaba al mismo tiempo que el celibato es mucho más que una simple ley de la Iglesia. Tanto los componentes de Nosotros somos Iglesia, como otros sectores insisten en que la Iglesia se hunde por falta de sacerdotes y no abundan los prestes porque no se atreven con el celibato, pero, no es cierto que el problema actual de las vocaciones vaya a mejorar con la supresión del celibato, la situación de las iglesias protestantes y ortodoxas a este respecto es mucho más grave que la católica. En un mundo profundamente materialista y sexualizado como el actual el comportamiento de la Iglesia supone un valioso testimonio sobre el sentido escatológico de la vida humana.
Resulta sintomático que tanto las televisiones izquierdistas como CNN, History Channel y otros, estas semanas han enfatizado, el primero, el hecho de que los abusos sexuales, de poder y de conciencia del clero, tienen que ver con el celibato sacerdotal, y el segundo, ha difundido un «documental» sobre «las sacerdotisas católicas ordenadas por un obispo en ejercicio».
Al respecto, Su Eminencia el cardenal Burke, atribuyó que la decadencia vocacional actual se debe en parte a la feminización de la liturgia.
Está ampliamente probado que la efebofilia de clérigos está íntimamente vinculada a la homosexualidad.
No podemos dejar de recordar que en el actual pontificado las órdenes religiosas tradicionalistas, abundantes en vocaciones, al contrario de las congregaciones, seminarios y diócesis modernistas, decadentes y sin vocaciones sólidas, son duramente combatidas y aniquiladas. Sin dejar de recordar a los Franciscanos de la Inmaculada, recordemos que en Bruselas, el actual arzobispo Josef De Kesel, alegido cardenal a poco de asumir el arzobispado de Bruselas disolvió la Fraternidad de los Santos Apóstoles, que floreció en vocaciones desde que su antecesor en 2015 la comenzara.
De otra forma lo dice el Padre Leonardo Castellani:
«El fariseísmo es el abuso y la corrupción de lo religioso; y si lo religioso es el remedio de las corrupciones ¿con qué remedio se remediará la corrupción del remedio? (…) El fariseísmo es como siete demonios juntos, o más; sin embargo no lo parece. Si un Magnate Eclesiástico premia la virtud y castiga el vicio, es un hombre religioso; si no premia nada ni castiga nada, es un nulo; pero si castiga la virtud, eso es fariseísmo; si persigue la santidad, es fariseísmo; si odia la verdad o la inteligencia, eso es fariseísmo. Y eso no tiene remedio; porque con lo mismo que había de remediarse, con eso mismo él se daña».
En este arco, el próximo Congreso Americano Misionero, que se verificará en julio próximo en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en su Instrumentum laboris ns. 271-273 habla del ministerio del ginacolitado, es decir diaconisas, como antesala del próximo Sínodo de la Amazonia previsto para octubre 2019, en el que se lanzaría la ordenación de hombres casados -al respecto, Su Eminencia el cardenal Sarah, se ha pronunciado firmemente contrario a esa intención[6]– y el diaconado femenino, todo en el marco de la creación de 14 nuevos cardenales este próximo 29 de junio.
Quieren combatir la pederastia acabando con el celibato sacerdotal, ordenando sacerdotes casados (viri probati), y diaconisas, obviando la constatación fehaciente de que el ingreso temerario en el clero es la causa de la decadencia del sacerdocio católico.
_____
[1] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, Autorretrato filosófico.
[2] ACCION FAMILIA, En defensa de una ley superior. Cornelius a Lapide, Commentaria in Scripturam Sacram.
[3] ROMANOS 1, 25-27.
[4] GRABER, Mons. RUDOLF, Atanasio y la Iglesia de nuestro tiempo.
[5] CRETINEAU-JOLY, L’Eglise romaine en lace de la Revolution, Vol. II., P. 28.
[6] https://adelantelafe.com/cardenal-sarah-la-ordenacion-de-viri-probati-es-un-violacion-a-la-tradicion-apostolica/