Para el domingo decimocuarto después de Pentecostés
Enseña Cristo en el Evangelio, que así como ninguno puede servir a dos señores, tampoco puede servir a Dios y al mundo ni a sus riquezas: persuade que las despreciemos y pongamos toda la confianza en su bondad, el cual nos sustentará como sustenta y viste a las aves y flores de los campos, y últimamente concluye diciendo que busquemos en primer lugar el reino de Dios y su justicia, esto es, la santidad, y todas estas cosas se nos darán de más a más.
PUNTO PRIMERO. Considera la oposición que tienen entre sí Dios y el mundo, el demonio y Dios, y el espíritu y la carne, que como dice san Pablo, siempre, andan en guerra y nunca convienen en nada, y así es imposible dar gusto a los dos: si le das al mundo, es lance forzoso que no le des a Dios; y si le das a Dios, has de contradecir al mundo: si sigues a Dios y al espíritu, has de contradecir a los apetitos de la carne: por tanto considera quiénes son estos dos señores, y a cuál de los dos quieres servir; y saca resolución de no sujetarte al señor que no te conviene, sino de servir al que es verdadero Señor, y de quien esperas el eterno galardón.
PUNTO II. Considera la cortedad de tu corazón y su poca capacidad, y que todo él no la tiene para servir a Dios como debe, y mucho menos la tendrá para servir a muchos juntos; y si no puedes servir a dos señores, ¿cómo podrás servir a tantos señores como son tus apetitos? Abre los ojos y conoce, que tantas veces ofendes a Dios, cuantas los sigues, y das pasto y solaz a tu carne, y que estos señores tiranizan tu libertad y te hacen esclavo y desheredan del reino de Dios, y sacude el yugo de su servidumbre, y no le des más señorío sobre ti. Considera que la libertad de la carne es servidumbre y esclavitud del espíritu, y que la sujeción del espíritu a Dios es suma libertad suya y señorío con que enfrena y domina a los apetitos; y pues Dios te crió para libre, no te sujetes a ellos. Saca esta resolución de esta meditación, y pídele a Dios que sea tu Padre y tu Señor, y que no permita que otro te mande ni te sujete sino él.
PUNTO III. Medita con atención a cuál de estos señores has servido hasta aquí, y a cuál has de servir en adelante: mira cuán ciego has vivido sirviendo a las riquezas y a las honras, y siendo esclavo de tus apetitos: los sentidos y pensamientos del hombre se inclinan a lo malo desde su nacimiento, y el espíritu a Dios que le crió. Llora tu vida pasada, y contempla qué has ganado en el servicio del mundo, y qué fruto has sacado de los afanes y cuidados con que has servido a tus deseos. Mira tus fuerzas consumidas y tus manos vacías, y el tiempo perdido y tus intentos frustrados, y deja lo vano a los vanos, y determínate firmemente de trocar la codicia de las cosas terrenas por las celestiales y eternas, que nunca han de tener fin: pon los ojos en los santos que sirvieron a Dios en este mundo y acaudalaron riquezas inmortales que ahora gozan en el cielo y gozarán eternamente; y mira también a los ricos y regalados que sirvieron al mundo y a su carne, como aquel avariento de quien hace mención san Lucas en su Evangelio, cuan burlados se hallan, perdidos sus trabajos , y sin una gota de agua con que refrigerar sus tormentos. ¡Oh engaño grande del mundo, oh ceguedad incomparable de los hombres! ¡Oh Señor! tenedme de vuestra mano para que no caiga en ella, ni sirva al mundo ni al demonio, ni a mis sentidos o apetitos, sino a sólo vos con toda mi alma y mis fuerzas, y de todo mi corazón.
PUNTO IV. Considera lo que enseña Cristo, que no tengamos cuidado de lo que pasa, aunque sea la comida, el vestido, y las cosas necesarias para la vida, porque él le tiene de nosotros, y el que sustenta las aves del aire, y viste de hermosura las flores que nacen en los campos, sin industria de hombres ni cultura de hortelanos, nos sustentará y vestirá más vistosamente que se vistió Salomón en toda su opulencia. Levanta los ojos al cielo y alaba la divina Providencia: mira cómo sustenta y viste los pájaros y los peces, los animales y a todos los vivientes, y la hermosura y fragancia que da a las flores y yerbas de los campos, y las virtudes que les comunica para curar a los hombres tan sin trabajo ni cuidado suyo, y pon toda tu confianza en él: descarga tus cuidados en su cuidado, dedica toda tu mente a servirle y él la pondrá en sustentarte y honrarte , y en esta vida te dará ciento por uno, y después de ella la eterna.
Padre Alonso de Andrade S.J