La gracia para el momento presente

He querido dedicar la ceremonia de clausura de la Universidad de Verano de la Fundación Lepanto, que se ha celebrado en Subiaco entre los días 25 y 28 de julio, a la teología de la historia cristiana, pronunciando las siguientes palabras:

Los siglos pasan, las circunstancias varían, pero Dios no cambia, la Iglesia Católica es la misma y la lucha continúa entre las dos ciudades que se oponen en la historia como dos ejércitos. La teología de la historia cristiana nos garantiza que la Ciudad de Dios siempre vence, y en su aparición la Virgen de Fátima nos aseguró que se acerca el histórico triunfo de su Corazón Inmaculado; el análisis histórico y lógico del dinamismo revolucionario nos confirma la irreversibilidad del movimiento contrarrevolucionario. Con todo, quien está embebido en el combate no alcanza a ver el amplio horizonte del campo de batalla, que a veces parece envuelto en neblina o en las sombras de la noche. Hay peligro de extraviarse, y sobre todo de perder de vista el objetivo final de nuestra contienda y nuestro camino. Es que la senda es larga y no es rectilínea. Se avanza por senderos tortuosos con amplias curvas, a veces el terreno es agreste y lleno de precipicios, y en otros casos llano, o desciende para luego volver a ascender inesperadamente. En su conjunto, es indudable que el camino es ascendente, pero no va en línea recta. Se alcanza la cumbre, pero hay que superar riscos y orillar abismos y barrancos siguiendo un recorrido desigual. Y nos asedian enemigos muy diversos. Tal es la historia de la humanidad. Así es la vida. Y cuando cae la noche de la confusión y nos sumimos en la negrura del caos nos asaltan temores.

Un escritor francés de los años treinta del siglo pasado, Louis-Ferdinand Céline, escribió una novela titulada Viaje al fin de la noche. En ella Céline atribuye a un oficial de los integrantes de la Guardia Suiza que murieron heroicamente en las Tullerías en 1793 defendiendo a Luis XVI una canción que dice: « Notre vie est un voyage / Dans l’Hiver et dans la Nuit / Nous cherchons notre passage / Dans le Ciel où rien ne luit » (nuestra vida es un viaje / por el invierno y la noche / tratando de     abrirnos paso / bajo un cielo sin estrellas).

Este pesimismo romántico no se corresponde con la realidad. Es cierto que con frecuencia avanzamos a ciegas en la noche. Pero al final la noche termina con el despuntar de un día radiante. Y ni de día ni de noche nos falta jamás la luz sobrenatural que nos ilumina el camino.

Cuando avanzamos en la noche, nos alumbramos con una antorcha para ver por dónde pisamos, aunque no nos permite ver ni detrás ni delante. Esa antorcha es la gracia para el momento presente, que con su limitado haz de luz impide que tropecemos y que nos perdamos o desviemos de la ruta.

A esa gracia para el momento presente se refería Nuestro Señor cuando dijo: «Estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt. 28-18-20). Todos los días sin excepción, qué digo días, todos los momentos, porque no hay en la historia ni en nuestra vida un solo momento en que nos falte la gracia de Dios.

El momento presente es el que más nos aproxima a la eternidad, porque el presente es. El pasado ya no es, el futuro aún no es, pero el presente es el momento en que nos encontramos con Dios, que puede calificarse de eterno presente, pues Dios es el Ser por excelencia.

Dios nos juzgará en el momento presente, que será el de nuestra muerte. Nuestra vida conoce luces y sombras, altibajos o como mínimo la posibilidad de altibajos, de fragosidades, porque nadie corre más el riesgo de caer que quien aspira a la perfección, pero el momento de la verdad será el de nuestra muerte.

A veces pensamos que Dios hará balance de nuestra vida y nos juzgará con arreglo a una media aritmética. No es así. La imagen de la balanza es engañosa. Nuestra vida no será juzgada en su conjunto, sino en un único momento, aquel que podríamos denominar la instantánea de la muerte.

Si entendemos el juicio como una balanza en la que se contrastan la cantidad de mal y de bien que hemos hecho, nos arriesgamos a hacer cálculos insensatos en los que el pecado de hoy sea compensado por la virtud de mañana. No es así. Es verdad que toda falta cuenta, como también cuenta cada vez que se corresponde a la gracia, porque todo acto tiene sus consecuencias, pero no en el sentido de una media matemática. Lo que verdaderamente cuenta es el último instante de nuestra vida, la foto en el momento de cruzar la meta, y nadie sabe cuál será la imagen que en ese breve instante quedará fijada para la eternidad. Nadie sabe cuál será la última gracia que recibirá ni si corresponderá a esa gracia. Y tampoco conoce nadie el momento de su muerte.

Por esa razón, debemos vivir siempre el momento presente. Nuestra vida no es una película con final feliz garantizado, sino una sucesión de fotogramas del momento presente.

Vivir el presente significa no desanimarse jamás, sino abandonarse momento a momento a la Divina Providencia, que conoce el sentido profundo de esos momentos fugitivos. Viviendo en el presente ejercemos la virtud que más falta nos hace, y más en los tiempos que corren: la esperanza, confianza en el triunfo final del Corazón Inmaculado de María.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Artículo anterior
Artículo siguiente
Roberto de Mattei
Roberto de Matteihttp://www.robertodemattei.it/
Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delega para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

Del mismo autor

El espíritu de la Cuaresma y el espíritu del 68

Queridos amigos: Con frecuencia oímos hablar de secularización. Es un término extendido,...

Últimos Artículos

El itinerario teológico de Juan Pablo II hacia Asís (IV)

NOTA PREVIA DE ADELANTE LA FE En ocasiones anteriores, hemos...

El beato cardenal Ildefonso Schuster, monje y arzobispo de Milán

El pasado 30 de agosto se cumplieron 70 años...

El mensaje de la filosofía romana antigua para el hombre de hoy

LUCIO ANNEO SÉNECA Séneca1 es el más grande de los...