Querido sí sí no no,
Les informo de una conversación que he escuchado en la iglesia central de mi ciudad. Hay una señora septuagenaria, de nombre Italia, que conozco desde hace por lo menos dos años: tiene el aspecto saludable de la buena ama de casa, siempre sonriente y alegre, pero sobre todo reza y reza con un fervor excepcional. En conjunto escucha 5/6 misas todos los días, con la Santa Comunión, obviamente, una sola vez. Entre una misa y la otra, va a esconderse en la capilla de la Dolorosa y reza Rosario tras Rosario. Hace algunos días, un canónigo que ve a la señora todos los días, la detiene y le pregunta: «¿Abuela Italia, cuántas Misas hoy?». El canónigo es un eclesiástico muy bueno, pero Italia creyó que se burlaba de ella y le respondió: «¡Escúcheme bien! Hace veinte años mi hija esperaba un niño. El especialista le dijo que habría nacido inválido y que ella habría arriesgado su vida trayéndolo al mundo. Mi hija le replicó: “¡Que nazca como quiera mi hijo; yo no aborto y lo arriesgo todo!”. Y continuó con su embarazo. Yo empecé a ir a Misa, no sólo el domingo, no sólo una vez al día, sino que iba a todas las Misas que podía. Y le decía a Jesús: –Señor, haz algo y ayuda a mi hija. Haz que todo vaya lo mejor posible. En tu sacrificio del altar me debes conceder todo. Y además, que nazca un niño hermoso y sano es una cosa maravillosa. Pues bien, mi nietecito nació normal, lleno de vida, gritaba como un coyote por haber venido al mundo. Mi hija se encontró muy bien. Hoy el chico tiene casi 20 años y se encuentra bien y es buen chico. ¡Todo lo he recibido, todo lo recibo de la Misa, del Sacrificio de Jesús en el altar!».
El canónigo se conmovió y se quedó sin palabras. La señora Italia continuó: «En vez de reducir las Misas, invitad a la gente a venir a Misa, enseñad de nuevo lo que se necesita para estar en gracia de Dios, para recibir santamente la Comunión, decid santamente las Misas, aunque haya pocas almas. Confesad, confesad, sed padres de las almas. Señor canónigo, se lo repito: ¡de la Misa proviene toda mi alegría de vivir y de afrontar todo dolor, de dar testimonio de Jesús, también cuando es necesario ir contra corriente!».
Esto es, querido sí sí no no. He vuelto a casa de Misa y he escrito inmediatamente para ustedes esta hermosa conversación, mantenida por Italia, de más de 70 años, que tiene sólo la educación primaria, ¡pero que es más buena, más católica, que tantos que hoy se llaman teólogos! El mundo sigue adelante y no ha sido sumergido aún por el agua y por el fuego porque existen personas así.
Candidus
(Traducido por Marianus el eremita)