Meditación para el sábado dieciocho
Punto I. Considera lo que dice san Agustín, que la propia voluntad tiene poblado el infierno y despoblado el cielo, y así dice el santo: quita la voluntad propia y no habrá infierno, porque esta es la que le puebla; discurre brevemente por todos los que han ido allá, y hallarás que los ha llevado su propia voluntad, que los apartó de la de Dios; pon los ojos en los ángeles que cayeron, y hallarás que los derribó del cielo al infierno su propia voluntad; mira cuántos hombres han ido a él, y a todos ha llevado su propia voluntad y no haber seguido a la de Dios; esta condenó a Judas y a Ananías y a Safira, y a uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia, y a todos cuantos están en el infierno; y al contrario, la de Dios ha poblado el cielo, y todos han ido a él por haberla seguido y ejecutado. Saca, pues, de esta meditación un vivo temor de apartarte de la voluntad divina, y una resolución firme de no seguir la tuya propia en cosa alguna; y pídele al Señor gracia para cumplirlo y alcanzar tu salvación.
Punto II. Considera que no nos manda Cristo pedir a Dios que haga su voluntad en nosotros; porque si quisiera usar de toda su potencia, ninguno, como dice San Pablo [1], pudiera resistirle ni oponerse a su voluntad; mas lo que nos pide es que se haga en nosotros, obrando con su divina gracia y ejecutándola en todo lo que quiere, ordenada y manda; Dios te ayuda y pone el hombro, y quiere que tú te ayudes y pongas el otro, y te des manos a la obra, y hagas su voluntad con su gracia; a dónde has de ponderar los auxilios que te da, las alabadas al corazón, la luz para que conozcas su voluntad y la gracia para que lo ejecutes, y que no podrás decir que no pudiste o no la supiste; esta es su voluntad, dice san Pablo [2], vuestra santificación; esto es lo que Dios quiere que seamos santos y justos, y aquel es más justo, que más se ajusta con su santa voluntad; entra, pues, en cuenta contigo y mira como la cumples; considera las gracias y auxilios que Dios te da para ellos, y como los frustras por seguir tus antojos, y cuantas veces desprecias su voluntad por seguir la tuya, y cuantas le resistes y haces todo lo contrario de lo que manda, y tiembla de la cuenta que le has de dar de esto, y del riesgo que corres de condenarte; y pídele perdón, con propósito firme de la enmienda.
Punto III. Considera que si tu no haces la voluntad de Dios en lo que te ordena, tampoco Dios hará la tuya en lo que pidieres; y al contrario, si tu hicieras su voluntad, él también hará la tuya y te concederá lo que le rogares, conforme te conviniere para tu bien; esta es correspondencia recíproca; y si hasta ahora no has recibido las mercedes que has pedido de la mano de Dios, mira no sea la causa no sea la causa no haber hecho su santa voluntad en lo que te ha ordenado; pon los ojos en los sanos, y en especial en la Reina de ellos que es la Beatísima Virgen María; mira como cumplieron la voluntad de Dios en esta vida, y las mercedes que les hizo, siendo liberal con ellos, al paso que ellos le sirvieron haciendo su voluntad; y ofrécete a sus pies para hacerla con todo y por todo como fuere su santa ordenación.
Punto IV. Considera que Cristo nos manda pedir para todos en común como buenos hermanos; para la mente, y mira cuan pocos son los que en el mundo hacen la voluntad de Dios y cuantos la del demonio, siendo así que esta los lleva a su perdición y aquella a su salvación; acuérdate de lo que cuenta Sofronio en el Padre Espiritual, de un santo anciano que vio un solo demonio en una opulenta ciudad sentado y ocioso, porque todos los de ella seguían su voluntad, sin resistirle ni darla en que trabajar; llora la perdición del mundo y el desprecio de Dios que hay en él, y la innumerable gente que cada día va al infierno, llevados de su propia voluntad, y pide con lágrimas a Dios que se apiade de los hombres, y ponga remedio en tan grande mal, y sea servido de darles predicadores, luz y fuerza para conocer y seguir su santa voluntad, y aborrecer la del demonio, pues los lleva a su condenación; y mira si tú eres de los muchos, o de los pocos que siguen la voluntad de Dios, y empieza por ti la petición, rogando al Señor que te de su gracia para hacer su voluntad en la tierra, como se hace en el cielo.
Padre Alonso de Andrade, S.J
[1] Rom 9.
[2] I. Thes 4