Estimado sí sí no no,
corrígeme si me equivoco. Desde hace alrededor de 20 años, tengo la impresión de que lo único que saben hacer muchos sacerdotes y muchos obispos es disminuir el número de Santas Misas en sus parroquias y en sus diócesis.
Este hecho, desgraciadamente, sucede ya a causa de la muerte de sacerdotes, en gran parte de avanzada edad, los cuales se van a la vida eterna. Por tanto, los sacerdotes son cada vez menos y es evidente que las Misas disminuyen, “a causa del censo” de nuestros sacerdotes. “Propter ingravescentem ac senescentem aetatem”, dirían en la curia romana.
¿Pero cómo es posible que falten vocaciones? Normalmente los sacerdotes dicen que cada comunidad tiene los sacerdotes que merece; en resumen es culpa de la sociedad, como se suele decir también en el bar, cuando las cosas van mal: “es culpa de la sociedad” que se ha degenerado. ¿Pero no es el hombre el que forma la sociedad? ¿No es el sacerdote el que debería ser pastor y padre de una verdadera comunidad cristiano-católica?
Faltan las vocaciones porque desde hace más de cincuenta años impera una “teología sin Cristo”, como la de De Lubac, de Congar y de Rahner, teología que ha sustituido en los seminarios a la sana teología del Maestro Santo Tomás de Aquino. Conozco a dominicos que se avergüenzan de su más grande hermano, que es precisamente Santo Tomás, el Doctor Angélico, y en su lugar han puesto al modernista Congar, condenado ya por la Iglesia y más tarde hecho cardenal, no se entiende por qué merito. Esta teología sin Cristo es enseñada en las universidades pontificias y en los seminarios; es obvio que salgan sacerdotes sin Cristo. Es todavía más obvio que Dios no llama a jóvenes a hacerse sacerdotes así, pues enseñarían la herejía a los pobres reducidos católicos.
Ergo las Misas disminuyen porque faltan sacerdotes. Pero nosotros, supervivientes católicos, continuamos orando por las vocaciones, pero en el sentido de que Jesucristo sea devuelto a su lugar – Maestro, Sacerdote, Redentor y Rey – y que muchos se sientan atraídos por el amor apasionado a Él a convertirse en sacerdotes suyos.
El otro motivo por el que disminuyen las Misas es la concelebración, inventada por el card. Lercaro (el rito boloñés, decía Giovannino Guareschi), de modo que, en una parroquia en la que hay dos sacerdotes, éstos a menudo concelebran, o por la mañana o por la tarde, en vez de celebrar cada uno su Misa, lo cual daría la posibilidad a muchos de tomar parte en ellas.
A propósito, recuérdese que la concelebración de 50 sacerdotes juntos, “presidida” (como se dice hoy) por un celebrante principal, sea sacerdote, obispo, cardenal o incluso el papa, es una sola Misa, no 50 Misas, como explicó, como sabía hacerlo, el inolvidable padre Zoffoli en uno de sus libros, que continúan inquietando las conciencias todavía hoy, 20 años después de su muerte.
Sé de un Obispo de mi zona, del estilo de Bergoglio, que en un pueblo del campo (700 almas), un domingo antes de Navidad, al estar el párroco local ingresado en el hospital, en vez de buscar un sacerdote para celebrar allí la Misa, mandó a un diácono para celebrar la “Liturgia de la Palabra” y distribuir la Comunión, punto. Los fieles le hicieron sentir su pesar y el monseñor bergogliano fue el día de Navidad a celebrar allí la Misa (se avergonzaba de dejar una parroquia sin Misa el día de Navidad), pero dijo, sin embargo, que, faltando el sacerdote, aquellos fieles deberían haberse contentado con el diácono (quizá mañana un simple laico) y con la Palabra. ¡Sin embargo, los fieles sabían que había sacerdotes que podrían haber ido a celebrar la Santa Misa sin demasiado sacrificio! ¿Pero qué queréis? ¡Ahora se sigue más a Lutero que a Jesucristo! Y otros mitrados seguirán a ese compañero suyo en el ser “hombres de mundo” y no de Cristo.
Por lo tanto, de todas formas, cada vez menos Misas. Cada vez más a menudo, en invierno y más todavía en verano, tiempo de vacaciones, sucede a menudo que quien va a la iglesia, en vez de la Misa que esperaba encontrar, encuentra un cartel en el que está escrito: “Misa suspendida”. ¡Precisamente así! Yo y muchos más tenemos la impresión de que la única “reforma” que saben hacer los sacerdotes y obispos es abolir la Santa Misa. En el lejano 1999 hice saber a un Obispo, que después hizo carrera, que, como escribió San Alfonso en su áureo librito “La Misa atropellada” (1760), “abolir la Misa es obra del anti-Cristo”. No obtuve respuesta.
Pero en estos días he sido confortado por una página de dom Guéranger tomada de una conferencia a los monjes, que afirma infinitamente mejor que yo lo que escribo: Hela aquí:
“Si el Sacrificio de la Misa cesara, no tardaríamos a recaer en el abismo de depravación en el que se encontraban los paganos y esta será la obra del anti-Cristo. Este pondrá en práctica todos los medios posibles para impedir la celebración de la Misa, para que este gran contrapeso sea abatido y así Dios ponga fin a todas las cosas, no encontrando ya razón para hacerlas subsistir. Esto se comprenderá fácilmente si observamos que, tras el protestantismo, en el seno de la sociedad, la fuerza disminuyó notablemente. Estallaron guerras sociales por todas partes, trayendo consigo la desolación, y esto únicamente porque la intensidad del Sacrificio de la Misa ha disminuido. Es el preludio de cuando el diablo y sus satélites saldrán desencadenados por todo el mundo llevando por todas partes el terror y la desolación, como nos advierte el profeta Daniel. A fuerza de impedir las ordenaciones sacerdotales y de hacer morir a los sacerdotes, el diablo impedirá la celebración del gran Sacrificio de la Misa y entonces vendrán los días de la desolación y del llanto”.
Esto dijo dom Guéranger. Pero esto, tan lúcidamente descrito por él, es precisamente lo que sucede hoy, con la plena colaboración de reverendos y de cabezas mitradas, a los cuales los buenos católicos repiten con San Alfonso. “¡Abolir la Misa es obra del anti-Cristo!” ¡Pensad en ello, señores y monseñores!
Insurgens
(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)