La educación cristiana de los hijos (IV)
Hasta los doce años
Es un hecho más que comprobado que en los tiempos que corren, los padres sólo disponen de los primeros doce años de sus hijos para crear en ellos unos buenos cimientos. A partir de ese momento, la autoridad de los padres caerá en entredicho, la influencia exterior será realmente virulenta y la atracción de nuevas experiencias propias de la edad les hará en muchos casos cerrarse en banda y no querer escuchar ningún consejo que venga de cualquier persona que para ellos suponga una limitación a su libertad.
El hombre es un ser con una dimensión social; es función de los padres atemperar y corregir el influjo negativo que la sociedad pudiera tener sobre sus hijos. Mientras que los hijos tienen menos de 18 años, es obligación grave de los padres vigilar este influjo y corregir las desviaciones que pudieran aparecer. Tan malo es despreocuparse del problema y dar a los hijos plena libertad sin control, como aislarlos del mundo exterior. Una dosis prudente de uno y otro serán necesarios para su correcto crecimiento.
Con bastante frecuencia me llegan preguntas de padres realmente angustiados que no saben qué hacer con sus hijos que oscilan entre los 15 y los 18 para controlarlos. Si usted no desea que le ocurra lo mismo, ha de empezar a educar a sus hijos desde que estos son bien pequeños. Cuando el árbol ya tiene el tronco rígido es realmente difícil ponerlo derecho.
Durante los doce primeros años de la vida de los niños no suelen aparecer problemas graves de comportamiento, es por ello que muchos padres se despreocupan de la formación de sus hijos en esa etapa e inocentemente desoyen los consejos de los educadores, sacerdotes, amigos y otros familiares.
Los primeros errores que cometen muchos padres
Los primeros errores que cometen muchos padres, que se consideran a sí mismos como católicos, son dos: posponer el bautismo por meses y reducir el bautismo a un mero acontecimiento social de bienvenida de la nueva criatura.
Antiguamente, cuando los partos no tenían las facilidades médicas y hospitalarias que existen hoy día, los hijos eran bautizados durante la primera semana de vida, pues los padres tenían una conciencia clara de la importancia del mismo. En algunas ocasiones incluso, estando la madre todavía en la casa recuperándose del alumbramiento.
Hoy día, cuando la gran mayoría de los partos se celebran en la clínica y las madres están en la casa a los tres o cuatro días, vemos que los bautismos se postergan por meses sin haber una causa real que lo justifique. El bautismo, para muchos padres, ya no es un sacramento que los hijos han de recibir cuanto antes para borrar el pecado original y hacerse hijos de Dios, sino la presentación de su nuevo hijo al resto de la familia y a los amigos. De ser una ceremonia íntima y eminentemente religiosa, ha pasado a ser una ceremonia que tiene poco de religiosa y mucho de pagana, en la que los padres gastan un dinero que muchas veces necesitarán para otras cosas más urgentes; y la madre, madrina y demás invitadas ven una oportunidad única para lucir el último modelito que acaban de comprar para la ocasión; atuendos que en muchas ocasiones no cumplen con un mínimo requisito de decencia ni de ser los más apropiados para una ceremonia religiosa.
Es verdad que la misma Iglesia tiene también parte de culpa, pues movida por un deseo no muy claro de darle a la ceremonia un talante festivo y comunitario, obliga a los padres a cumplir muchos requisitos previos que ya de por sí retrasan la recepción del sacramento: pedir cita para rellenar los documentos pertinentes, recibir un cursillo prebautismal, ajustarse al día cuando se celebren bautismos en la parroquia y alguna que otra ocurrencia del párroco de turno.
El bautismo ha de celebrarse, a ser posible, los primeros quince días del nacimiento de la nueva criatura. Ha de ser una ceremonia eminentemente religiosa, intentando evitar superficialidades, gastos innecesarios y tener que esperar a la abuela que viene de Cincinnati para las vacaciones de verano.
Desde el nacimiento hasta la catequesis de Primera Comunión
Una etapa muy importante en la formación íntegra de la nueva criatura es la que corresponde a los seis primeros años de su vida. Desgraciadamente esta etapa es desaprovechada por la gran mayoría de los padres, los cuales andan más atareados en sus propios trabajos, no practican debidamente su fe y están casi únicamente preocupados porque el niño crezca saludablemente. En cambio, la gran mayoría de ellos olvidan comenzar enseñarle a reconocer una imagen del Señor o de la Virgen, rezar antes de irse a la cama, dar gracias por los alimentos, asistir con los padres a Misa, aprender a comportarse en la Iglesia…
Es realmente llamativo, yo diría más, inmensamente triste, ver a los niños cuando acuden por primera vez a la catequesis, que saben cómo usar a la perfección un teléfono móvil, pero en cambio no conocen ni lo más elemental de nuestra fe.
Este es el segundo grave error de los padres. Se han preocupado de alimentar el cuerpo de sus hijos, han intentado darles una adecuada enseñanza preescolar, pero han descuidado casi en totalidad todo lo referente a la fe. Si estos son los comienzos, fácilmente se puede adivinar cómo serán esos hijos cuando empiecen a ponerse un poco rebeldes.
Los niños han de empezar a asistir a la Misa dominical desde que tienen pocos meses. Los padres deberán cuidar, en la medida de lo posible, que el niño se comporte adecuadamente en el templo. Es normal que en algunas ocasiones el padre o la madre tengan que salirse de la iglesia si el niño se pone demasiado nervioso; pero lo que no es razón alguna es creerse los padres que están excusados de asistir a la Santa Misa porque el niño es pequeño, inquieto o llorón. Los bebés siempre asistieron a la Misa con sus padres; ellos eran quienes ponían una nota de inocencia en el templo, nos hacían a todos crecer en la virtud de la paciencia y al mismo tiempo eran esos “corderitos alegres” que saltaban en el redil junto a sus madres. Y para ellos era la primera ocasión en la que se ponían en contacto con lo sagrado y con un nuevo mundo, que aunque al principio no entendieran completamente, sería más adelante el que llenaría sus vidas de sentido y de felicidad.
La etapa de la catequesis de la Primera Comunión
Dado que la mayoría de los padres no se han preocupado de enseñar a sus hijos pequeños los contenidos básicos de la fe y empezar a practicar con ellos las devociones más sencillas, cuando estos niños llegan a la catequesis el desconocimiento es total; no sólo en cuanto a los contenidos básicos (Santiguarse, Padrenuestro, Ave María, coger agua bendita al entrar en la iglesia, arrodillarse ante el Santísimo y otras pequeñas oraciones y prácticas elementales), sino en cuanto al hecho de que no saben quién es Dios, la Virgen María, no saben lo que es una iglesia, cómo han de comportarse en ella. La fe que se les dio en el bautismo está totalmente sin desarrollar.
Estos niños nunca han tenido contacto previo con un sacerdote, y la prueba de ello es que cuando se dirigen a ti por primera vez te llaman “profe”. Para ellos la catequesis es una “obligación” a la que en un principio no quieren asistir pues les aburre. Para nosotros los sacerdotes, se nos hace una labor muy difícil ya que no sólo tenemos que empezar desde cero, sino que también tenemos que infundir en sus hijos sentimientos de piedad y amor a Dios que los padres nunca se preocuparon de alimentar.
Para aquellos padres que no suelen practicar la fe pero desean que su hijo haga la Primera Comunión, la etapa de la catequesis es difícil pues les obliga a asistir a la Misa semanalmente. Los más listillos aprovechan para irse al bar mientras que se está celebrando la Santa Misa; o si es una mujer, irse de compras para “aprovechar” el tiempo. Con ello les dan un ejemplo muy edificante a sus hijos. Estos aprenderán muy pronto la lección recibida de sus padres y acabada la catequesis no volverán a ir más a la iglesia.
Por otro lado, si esta es la relación que los padres mantienen con Dios, no se extrañen luego que sus hijos sigan los mismos pasos, e incluso peores. A estos padres les aviso que Dios será un severo juez con ellos, pues no se preocuparon de educar cristianamente a sus hijos ni de darles un buen ejemplo.
Los padres han de estar siempre implicados en la formación humana y cristiana de sus hijos, y de modo más especial cuando éstos están recibiendo la catequesis. Durante la semana tendrán que recordarles a los niños que repasen el catecismo, deberán insistirles en la importancia de rezar siempre; y poco a poco, despertar en ellos el deseo de recibir a Jesús.
Desgraciadamente lo que podemos ver los sacerdotes es que los niños apenas si repasan el catecismo durante la semana, siguen sin hacer sus oraciones; y cuando los padres intervienen, es para llevárselos a comprar el traje, hacer la sesión de fotos o pedirle a los niños que hagan una lista de los regalos que desean recibir el día de su Primera Comunión.
Durante esta etapa los padres deberán también ir preparando a los niños para la confesión. Tendrán que enseñarles que ciertas cosas que hacen o dicen son pecados y por ello tendrán que confesarse.
A mí personalmente me gusta confesar a los niños cuanto antes. La condición que les pongo es que conozcan las oraciones más elementales, los mandamientos y sepan lo que es el pecado mortal y el venial. La experiencia que yo tengo con esta práctica es realmente grata, pues aunque al principio tienen un poco de “respeto” a la hora de confesarse, una vez que lo hacen la primera vez, suelen venir frecuentemente sin tener que decirles nada
La catequesis ha de ser dada principalmente por el sacerdote. Éste podrá ser ayudado por los catequistas si el número de los niños fuera elevado; pero lo que no puede en ningún caso es desentenderse de ella porque tenga cosas “más importantes que hacer”.
Por otro lado, los sacerdotes no sabemos aprovechar el poco tiempo que tenemos a los niños con nosotros, pues en lugar de molestarnos en enseñarles los contenidos de la fe, las devociones que ellos han de practicar y despertar el amor a la Eucaristía, la limpieza de corazón…, les hacemos perder el tiempo coloreando figuras, haciendo actividades de grupo o miles de otras tonterías más.
Desde que hacen la Primera Comunión hasta los doce años
La experiencia que yo tengo de este período después de más de treinta años de sacerdocio es bastante negativa. Es un hecho muy común que más del 95% de los niños que hicieron la Primera Comunión ya no vuelven a pisar la Iglesia por muchos años. La semana posterior a la Primera Comunión suelen venir un 15 o 20% de los chicos, pero dos semanas después prácticamente ya no aparece ninguno.
Si a esto le unimos el hecho más que frecuente de que de todos esos niños, menos del 20 % recibirán la Confirmación y todavía en menor porcentaje los que se casarán por la Iglesia, eso quiere decir que desde que hicieron la Primera Comunión ya no volveré a ver nunca más a esos niños. Se harán jóvenes, pero no se acercarán a la Iglesia. Se harán mayores y no se casarán como Dios manda. Tendrán hijos…., y en estos se repetirá la misma historia si no peor.
Si ese es pues el curso normal de la mayoría de los jóvenes, ¿cómo no extrañarnos de que vivan sin criterios cristianos? Y por si esto fuera poco, a la falta de práctica religiosa suele ir unida una falta bastante grave de fe. Si acaso, tienen una fe “informe”, “muerta”, y que no les librará de la condenación eterna cuando tengan que presentarse ante el Altísimo.
Otros temas importantes relacionados con esta etapa
Si el descuido de los padres en la formación religiosa de sus hijos es grave, no es menos serio el poco cuidado que tienen en la formación de las virtudes humanas más básicas. A saber: a comer de todo, el valor del sacrificio, aprender a ayudar en casa haciendo labores sencillas, el valor de la generosidad, aprender a renunciar a los caprichos, el cuidado de las cosas, no hacer siempre su santísima voluntad, el sentido de la obediencia y el respeto a los padres, y un largo etcétera de virtudes básicas.
Con el fin de no alargarme mucho en este artículo, me limitaré a enunciar algunos apartados que ya han sido estudiados en artículos anteriores e intentaré detenerme algo más en las nuevas ideas.
a.- Es muy importante enseñarles a comer de todo. Hace unos meses una sencilla familia de la parroquia me invitó a su casa a comer. La primera impresión era buena pues los padres me pidieron que bendijera la mesa; pero el resto de la comida todo fueron sorpresas. La comida no era la misma para todos, pues al padre no le gustaba el tomate, a la madre “le sienta mal” el pimiento, y a los hijos, ¡para qué seguir! Si los padres son los primeros en tener “alimentos prohibidos, no por cuestiones médicas, sino sencillamente porque no les gustan, ¿qué será de los hijos? Al final cada uno iba comiendo lo que le apetecía. Acabada la comida me dijo el padre orgulloso: “En esta casa no tiramos comida”, pero lo que no se daba cuenta ese padre es que estaba maleducando a sus hijos; primero con la propia conducta de los padres al comer y luego al darle a sus hijos sólo y exclusivamente lo que a ellos les apetecía.
Ustedes me dirán, si esos padres no han sido capaces de educar a sus hijos en algo tan sencillo como a comer de todo, ¿cómo van a ser luego capaces de educarles en cosas que realmente van a suponer un sacrificio?
b.- Especial cuidado habrá que tener con todo aquello relacionado con las nuevas tecnologías: uso del televisor, tabletas, móviles. De todo ello ya hablamos en el artículo III de esta serie y puede acceder a él si desea una información más completa. Asociado a ello estará el buen uso del tiempo libre.
c.- Es conveniente que los niños puedan expandirse, correr, practicar algún deporte; pero no es bueno que todo el tiempo libre del que disponen lo usen jugando al fútbol con el equipo del colegio, practicando karate o mil otras actividades en las que muchas veces los padres los meten, no tanto por el deseo de que hagan deporte, cuanto por el hecho de que no pueden atenderlos pues tienen que trabajar.
d.- Una actividad que los padres suelen olvidar con mucha frecuencia es la de ayudar a sus hijos a que adquieran hábito de la lectura. Proveerles de libros adecuados para su edad despertará en ellos ese hábito, les enriquecerá el vocabulario y expandirá su imaginación. Con el paso de los años se podrá pasar de los cuentos a los libros de aventuras, y más tarde a la buena literatura, historia, etc.
e.- Controlar a los niños cuando estos son pequeños es relativamente fácil; pero la autoridad no se puede basar nunca en ver quién grita más fuerte. Si los padres se acostumbran al ordeno y mando y a los gritos, los hijos no obedecerán por amor sino por temor. Cuando el temor desaparezca (con la edad) también desaparecerá la autoridad y la obediencia. Este es un error muy común que cometen los padres.
f.- Es bueno que los padres ofrezcan recompensas sencillas cuando los hijos obedecen, pero hay que cuidar que no sean los hijos los que controlen a los padres y los manipulen. Los hijos, si son un poco listos, rápidamente se dan cuenta cómo son sus padres, por lo que no es raro que, cual diablillos, prueben a ver quién es el que realmente manda en casa: “Papá si hago la tarea ¿me compras un…?”. Por otro lado, darles a los niños lo que estos no se merecen por la simple razón de que se callen no es un buen sistema de educación.
g.- Otro error muy frecuente es la de excusar a los hijos fácilmente cuando estos tienen que cumplir con sus responsabilidades y no lo hacen. Es típico que los padres no lleven a los hijos a la iglesia cuando estos están de cumpleaños, carnaval, función del colegio y muchas otras actividades. Y también es típico que los padres excusen a sus hijos ante los profesores cuando no han llevado la tarea por razones muy similares.
h.- Otro punto importante será educar a sus hijos en el control de la voluntad y de la disciplina a la hora de levantarse, hacer la tarea, ayudar en casa y las otras pequeñas actividades que ellos pudieran tener asignadas. Enseñarles a anteponer lo que es realmente importante, es el comienzo para que luego ellos lo sepan hacer por sí mismos más adelante.
i.- Cuídese también del contenido de las enseñanzas en los colegios: las que aparecen en los libros de estudio, y las que los profesores les puedan enseñar por su cuenta. Hace siete u ocho años estaba dando catequesis de Primera Comunión a unos niños; y cuando al hablar del sacramento del matrimonio les decía que era la bendición que Dios hacía sobre un hombre y una mujer que se amaban…, una niña me preguntó: ¿Y si dos hombres se aman por qué no pueden casarse? Como podrán imaginar ese tipo de preguntas no son el resultado de un razonamiento infantil sino la consecuencia de haberlo oído en la TV, o más probablemente, como este fue el caso, de una profesora que era lesbiana.
j.- Préstese también cuidado de los amigos que tienen fuera del colegio. Aunque en esta temprana edad no suelen causar problemas tan serios como cuando los niños tienen ya doce o trece años, malas palabras, reírse de ellos porque van a Misa, el mal ejemplo que puedan ver en otras casas y alguna que otra cosa, pueden afectar negativamente a su formación.
k.- Y un último punto, por no prolongar más esta lista, es lo referente a las correcciones y los castigos. Como nos dice la Biblia, “el padre que no castiga a sus hijos es porque no les quiere” (Prov 13:24). Cuídese que el castigo sea proporcionado al mal causado. Evítese corregir al hijo cuando uno está irritado o nervioso, pues podrá decir o hacer cosas de las que luego se tendrá que arrepentir. No es bueno pasar por alto o no darle importancia cuando los niños hacen algo que no está bien. Si no se les corrigiera se les estaría diciendo que lo que han hecho no está tan mal. Y por supuesto, no se les debe reír la “gracia” cuando han hecho una cosa que no está bien.
Bendita seas madre, si por amor a tus hijos
has renunciado a tu futuro profesional para estar más con ellos.
Bendito seas padre, si por amor a tus hijos
has renunciado a tus amigotes para estar más en casa.
Bendito seáis padres, si vuestros hijos han conocido el amor a Dios
gracias a vuestro buen ejemplo.
Benditos seáis padres, si por vuestro amor a Dios
Él os ha confiado una familia numerosa.
Bendita sea la familia que rezando todos los días juntos
permanece unida y fiel a los mandatos de Dios.
Aunque el tema daría para mucho más, creo que al menos lo dicho puede ser útil para que los padres, si es que fuera necesario, corrijan algunas de las cosas que no estén haciendo correctamente. Como les decía al principio del artículo, los primeros doce años de la vida de los niños son esenciales; no llevar el cuidado necesario en su formación puede causarles una deficiencia, que cuando sean más mayores podría ser muy tarde para corregirla.
Padre Lucas Prados