De los fariseos que piden milagros a Cristo

Para el miércoles segundo de Cuaresma

Llegaron los escribas y fariseos a pedir a pedir a Cristo milagros, y él los respondió y les señaló el de su resurrección, arguyendo su dureza con la penitencia que hicieron los de Nínive en la predicación de Jonás, profeta, con el fervor de la retina Saba que vino del Oriente a oír la Sabiduría del rey Salomón.

PUNTO PRIMERO. Considera cómo no todos los que se llegan a Cristo salen con igual aprovechamiento, porque no van todos con la misma intención ni deseo de su bien; advierte de que gremio eres tú, y mira si esperas milagros como estos para resolverte a Servirle: considera cuánto has en su escuela y cuanto has aprovechado en ella, y pídele gracia para enmendarte y aprovecharte de su Santa doctrina.

PUNTO II. Considera que pidiéndole milagros les dio el de su resurrección en que había de volver al mundo dentro de tres días; advierte que tú también has de resucitar de entre los muertos; pero mira cómo resucitarás, si glorioso como Cristo, o feo como los pecadores que no hicieron penitencia: dispón tu vida para ser su compañero en el cielo.

PUNTO III. Carga la consideración en la sentencia que les dio Cristo, diciendo que los de Nínive habían de condenarlos en el día del juicio, porque aprovechándose de la predicación de Jonás profeta hicieron penitencia, y ellos no la hacían predicándoles Cristo, que era más que Jonás y que todos los profetas. Considera que la misma predicación tienes tú, porque te predican su Evangelio, aunque por diferente boca pero es la misma doctrina que predicó a los antiguos y que te hará el mismo cargo que a ellos y te pondrá en balanzas con los de Nínive, que hicieron áspera penitencia por la predicación de Jonás, y tú no la haces por la del Salvador. Mira no seas condenado como estos en su comparación. Ponte delante la ciudad de Nínive, toda en llanto,  ayuno, silicio y ceniza, y clamando al Señor desde el rey al más vil esclavo, y dándoles cuarenta días de plazo no esperaron a tanto, sino que luego hicieron penitencia; y mira cual la debes hacer tú que no tienes un día seguro, y clama con los del Nínive a Dios, pidiéndole perdón de tus pecados, y ofreciéndole con verdadera contrición hacer con digna penitencia de ellos.

PUNTO IV. Póneles Cristo delante la venida de la reina Saba de tan lejos a oír la Sabiduría de Salomón, y que ellos teniendo tan cerca al que ora más que Salomón no se aprovechaban de su sabiduría y doctrina. Considera que te ha de hacer Cristo el mismo cargo a ti por tu negligencia; mira lo que trabajan y caminan los hombres por alcanzar la Sabiduría humana y las honras y riquezas perecederas, y lo poco que haces tú por alcanzar la Sabiduría del cielo y las honras y riquezas verdaderas: atiende a los muchos predicadores y maestros espirituales que te ha dado el Señor, y que los tienes tan a mano, y siempre que quisieras te puedes aprovechar de su doctrina y no te aprovechas de ella; teme no te ponga en balanzas con los muchos que son santos aprovechándose de ella: mira los que hay en tu ciudad y los que hay en otras muchas que no tienen el pasto de doctrina que tú desprecias, y la cuenta que has de dar de ella a Dios: y pídele su gracia para enmendarle y vivir con tal fervor que ninguno te pase el pie adelante y tú te adelantes a todos en su santo Servicio.

Para el mismo día
Prosigue lo que hizo Cristo después de la cena del Cordero

PUNTO PRIMERO. Dice san Juan que Sabiendo Jesús que llegaba su hora en que había de pasar de este mundo al Padre, hizo con los hombres mayores demostraciones de la fineza de su amor. Considera con san Cirilo, que por eso advierte el Evangelista una y dos veces que lo sabía y conocía que se llegaba su muerte y pasión, porque supiésemos cuan de voluntad padecía por nuestro amor, y que sciens et voens, moría y padecía, no por fuerza ni violencia de sus enemigos, sino por su mera voluntad; pues pudiendo no quiso excusar ninguno de sus tormentos. ¡Oh Señor, y cuanto os debo, pues tan de voluntad padecisteis por mi amor! Dadme vuestra gracia para que yo padezca por el vuestro y no rehusé ningún martirio; dolor u ofensa por vos.

PUNTO II. Pondera que Sabiendo Cristo su hora no dilató el obrar para cuando llegase, sino que prevenidamente obró cosas tan grandes en servicio de Dios y gloria de su Eterno Padre; porque tú que no Sabes la tuya no dilatases tu aprovechamiento para después, sino que desde luego te previnieses con obras de Santidad y penitencia para cuando llegase; mira que la hora es cierta, y el cuándo llegara, muy incierto, y llora el descuido en que vives de tu aprovechamiento, y empieza desde luego a servir a Dios con fervor, y allegar riquezas inmortales para aquella hora  con que eternamente vivas.

PUNTO III. Dice el Evangelista que Sabiendo el Salvador que el Padre puso todas las cosas en su mano, se levantó de la mesa y se arrojó a los pies de sus discípulos, que fue como ponerles todas las cosas debajo de sus pies, para enseñarlos a pisarlas y despreciarlas. Considera la Sabiduría de Cristo por una parte, y por otra mira esta acción y la elección que te da de despreciar todo lo terreno y darte de pie por su amor. Toma el consejo de san Agustín, y deja las riquezas antes que te dejen: haz como dicen, de la necesidad virtud; mira cómo a Cristo no se le pegan a las manos, y dales tú de mano por su amor.

PUNTO V. Considera lo que dice el Evangelista que como el demonio entrase en el corazón de Judas para que vendiese a su Maestro, se levantó Cristo Señor nuestro de la cena con presteza y empezó a obrar tantos misterios: adonde has de ponderar la santidad del Evangelista, que siendo tan grave y notorio el pecado de Judas, le halló excusa, echando la culpa al demonio que le engañó. Aprende a no murmurar de tus hermanos, sino a excusar sus faltas por graves que sean dejándolas con caridad, y contempla otro si el fervor de Cristo que tuvo por caso de menos valer, ser vencido de sus enemigos, y que fuesen ellos más diligentes para darle la muerte, que él para recibirla y darles con ella la vida y así se la ganó a Judas haciéndole tantas mercedes anticipadamente cuando él trataba entregarle a sus enemigos. ¡Oh Señor! ¡Oh divino maestro y quién tuviera un encendido fervor de amor para imitaros! Bendito seáis que tan de veras me amasteis y tan prevenidamente me hicisteis mercedes y a tanta costa vuestra me redimisteis; yo os doy mil gracias por tan grande misericordia y os suplico me deis esfuerzo y fervor para serviros con diligencia hasta dar la vida por vuestro amor.

Padre Alonso de Andrade, S.J

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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