Se ha desvelado un secreto a voces: fechado 3 de septiembre de 2017 se ha hecho público el Motu Proprio «Magnum principium», del Papa Bergoglio, justamente en los días en que se celebra el X aniversario de la entrada en vigor de otro Motu Proprio, el Summorum Pontificum, promulgado por Benedicto XVI, con el propósito de permitir la difusión de la forma extraordinaria, para el beneficio de aquellos que aún no lo conocen, por ser demasiado jóvenes como para haber tenido experiencia de ella, o de aquellos que redescubren con gozo la Misa de su juventud.[1]
El nuevo Motu Proprio de Franciscus, resulta ser un documento demoledor, que viene a sepultar lo poco que se avanzó en esta década. Era evidente desde el primer día del presente pontificado, que Summorum Pontificum, quedaría destinada a las catacumbas.
Ya como cardenal Joseph Ratzinger había manifestado la convicción de que la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende en gran parte del hundimiento de la liturgia.
Si en la liturgia –afirma Ratzinger- no aparece ya la comunión de la fe, la unidad universal de la Iglesia y de su historia, el misterio del Cristo viviente, ¿dónde hace acto de presencia la Iglesia en su sustancia espiritual? Entonces la comunidad se celebra sólo a sí misma.
Cuando Berengario negó la transubstanciación, robando el tremendum del sacramento, hubo en el pueblo una conmoción enorme, ya que la Eucaristía es la cumbre de la Fe Católica y la consumación de lo sagrado. En comparación con ella, todos los otros sacramentos, son casi sólo sacramentales, es decir, ceremonias preparatorias. [2]
Toda interpretación del dogma eucarístico debe salvaguardar la Presencia Real de Cristo en el sacramento, y vale o no vale según sea o no sea mantenida dicha realidad.
Así, el Motu Proprio «Magnum principium» corona la anarquía litúrgica que se desenvuelve incesantemente desde la promulgación del Novus Ordo Missæ.
I. Del «Santo Sacrificio de la Misa», a las «misas» «de la iglesia popular» y protestante-carismática.
En 1969, poco después de la promulgación del Novus Ordo Missæ, los Cardenales Ottaviani (en aquel entonces Pro-prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe) y Bacci no dudaban en escribir a Pablo VI: El nuevo Ordo Missae, si se consideran los elementos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen sobreentendidos o implícitos, se aleja de manera impresionante, tanto en el conjunto como en los detalles, de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la XXIIª sesión del Concilio de Trento”.[3] Novus Ordo que venía a consumar una grave fractura que evidencia que ya no quiere seguir expresando la fe de Trento. A esta fe, sin embargo, están vinculadas para siempre las conciencias de los católicos. Por consiguiente, después de promulgado el Novus Ordo, el verdadero católico, de cualquier condición u orden, se encuentra en la trágica necesidad de optar entre cosas opuestas entre sí”. La afirmación de una ruptura doctrinal entre el rito nuevo y el tridentino no podía ser más clara.[4]
La imposición del Sacramento Central de la Fe Católica, la Santísima Eucaristía, adulterada, que durante medio siglo ya, ha penetrado en la mente y en la praxis litúrgica, hasta el punto de que muchos se preguntan, si la misa así «celebrada» es válida o no. Si consideramos el largo período distorsionador, millones han participado de ese tipo de eucaristías adulteradas y no conocen otra celebración eucarística que esa.
Para los promotores de la «nueva misa», ésta quedó reducida a una especie de mitin que consiste en la «celebración de las luchas del pueblo», celebración de «la esperanza repartiendo luchas… pues las luchas de hoy son señales de que el Reino está próximo», luchas «para vencer el sistema que causa la marginalización, que no permite que el pan sea repartido». Visión reduccionista de la Misa que se concretiza en «las luchas de nuestras comunidades, sus conquistas y sus dolores; la vida de nuestros mártires: San Dias da Silva, Don Oscar Romero, etc., las luchas de la liberación de nuestros hermanos latinoamericanos».[5]
El carismatismo «católico» (RCC), hizo también su aporte a la destrucción de la Misa católica desatada desde los primeros años post Vaticano II.
Y no hablemos de las danzas, los mimos, las músicas percusivas, y en suma de toda la emancipación de las normas, raras veces reprobada o reprimida por los obispos.
Debe por tanto reconocerse que la reforma ha transformado una Misa católica inaceptable para los protestantes en una Misa católica aceptable para ellos. Y el juicio de aceptabilidad implica que ha acaecido una variación profunda: de ello son jueces precisamente los únicos que tienen competencia.[6]
Encubriendo un amasijo de indigenismo, nacionalismo religioso y pluralidad religiosa, con el disfraz de inculturación del Evangelio, y el concepto semillas del Verbo, acuñado en el siglo II por San Justino Mártir, pero distorsionado totalmente en el medio siglo pasado, se ha llegado a una exacerbada inculturación de nacionalismos religiosos o de indigenismos desviados, que han venido a lesionar la unidad y armonía de la Verdad católica. [7]En efecto, se verifica hoy una metamorfosis de múltiples cabezas de cultos a los modernos Baal y Astarté. Forma pagana de vivir incompatible con el Dios Verdadero, como nos deja en claro la Sagrada Escritura: (cf. Éxodo 34, 13; Sirácides 48, 1; 1 Reyes 18, 21), y que San Pablo nos advierte subrayando que habrán tiempos en los que la verdadera doctrina será rechazada, despreciada, y los que la sigan perseguidos (cf. Hebreos 13, 9).[8]
II. Destrucción de la moral y de la liturgia
Hay una deliberada y no oculta destrucción doctrinal, que Jorge Mario Bergoglio entremezcla con «signos», y un lenguaje neo-nominalista, de los que los mayores perjudicados son los humildes y sencillos, o «descartados» cómo él dice.
Mientras que Amoris Laetitia, destruye el edificio moral de la Fe Católica, al sostener indisimuladamente, la imposibilidad del hombre de cumplir el mandato divino, como si la Gracia no existiera postulando una evolución de la verdad, que más bien resulta ser una involución de la verdad evangélica, aplicada e interpretada por los obispos malteses, argentinos y belgas como una invitación a los divorciados vueltos a casar -a recibir la Santísima Eucaristía, si «su conciencia así lo manda» aunque se encuentren en pecado mortal- Magnum principium destruye el edificio litúrgico.
La Eucaristía es la piedra angular de la Iglesia Católica, Cuerpo místico de Cristo. Si la Eucaristía fuera desechada o destruida, todo el edificio católico colapsaría. Despojada la Iglesia Católica de la Misa, no sería más que un esqueleto. La historia nos muestra que los que así lo hicieron, llevaron el caos y la destrucción a quienes los siguieron.
Sin duda, la falsificación, la supresión del Santo Sacrificio de la Misa, sería la mayor abominación de la desolación: «Este es el Sacrificio de nuestros altares, que entonces, en esos terribles días, será proscrito, en todas partes prohibido; y, salvo los Sacrificios, que podrán celebrarse en las sombras subterráneas de las catacumbas, quedará interrumpido en todas partes».[9]
III. Iglesia del silencio, martirio espiritual
El pontificado actual, caracterizado por la ambigüedad doctrinal, por la polarización que producen las irritantes homilías pontificas, la polémica suscitada por las declaraciones de Franciscus al ateo Scalfari y a otros; el nombramiento de personajes siniestros en puestos clave de la Curia Romana, como el obispo argentino Sánchez Sorondo, Presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias que se jacta de «jamás celebrar Misa ni rezar el Breviario», el arzobispo argentino Víctor Manuel Fernández, alias «Tucho», inspirador de la catastrófica encíclica «Amoris laetitia», el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y Familia, y, ahora al mando de la Pontificia Academia por la Vida, quien como obispo de Terni-Narni-Amelia había encargado y supervisado personalmente en la Catedral de la Diócesis señalada, la pintura de un «gran mural homoerótico», en la que al margen de las figuras de hombres, mujeres y «transexuados», en el que Nuestro Señor Jesucristo es representado con visibles genitales, y en la que el prelado aparece en una de las redes «eróticas» tomado de un hombre semi-desnudo en tal abominable, impío y blasfemo mural.[10]
La abierta acogida del Obispo de Roma a los encuentros de movimientos sociales en la Santa Sede, como patrocinadora de los Encuentros Mundiales de Movimientos Populares, con asistencia de Evo Morales, Presidente del estado Plurinacional de Bolivia, y del marxista João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.
El nombramiento como asesor del Consejo Pontificio de Justicia y Paz de la Santa Sede, y responsable de dichos encuentros, al declarado marxista leninista argentino Juan Grabois, admirador de Marx, Lenín, Mao, Che Guevara, Fidel Castro y Hugo Chávez, quien desde ese privilegiado sitial eclesial proclama ahora con la aquiescencia pontificia la «revolución».
La despiadada persecución a los Franciscanos de La Inmaculada, y en particular a su Fundador el Padre Stefano María Manelli, la también despiadada defenestración de Monseñor Rogelio Livieres, como obispo de Ciudad del Este, Paraguay, de Su Eminencia el cardenal Raymond Leo Burke, la cesación como obispo de Albenga-Imperia (Italia) de Monseñor Mario Oliveri, así como del arzobispo filipino Monseñor Ramón Cabrera Argüelles, no confirman sino, la singladura de Jorge Mario Bergoglio ya desde el ejercicio de su episcopado como arzobispo de Buenos Aires, como perseguidor de la Tradición.
Si el Prof. Plinio Correa de Oliveira hubiera tenido el don de la visión profética, hubiera visualizado este momento terrible de la historia de la Iglesia de Cristo, en la que si lo que vemos cada día: confusión doctrinal, sacrilegios de los lugares sagrados, sacrilegios de la Eucaristía y de la Misa, no es la «abominación de la desolación» profetizada por el profeta Daniel [11] y predicha por Nuestro Señor, son al menos un presagio de aquella última profanación.
Dejo hablar ahora a Don Plinio Correa de Oliveira:
Los católicos fieles y amantes de la tradición verdadera continuaron concurriendo a las ceremonias religiosas, pero sintiendo en el interior de sus corazones que en muchos templos eran tratados, imponderablemente, como si estuvieran en tierra extranjera (Salmo LXVIII, 9). Sus manos se vieron esposadas por invisibles argollas de hierro espiritual, que les impedían resistir con vigor al desvío que contemplaban. Delante suyo, sólo veían un camino: el del silencio.
Si los historiadores del futuro supieran penetrar en la dramática realidad vivida en esta segunda mitad del siglo XX por los fieles de nuestra Patria, como también de otras naciones de Occidente cristiano, describirán el martirio espiritual de incontables católicos que –nos quema los labios decirlo- fueron víctimas de Pastores instituidos para gobernarlos, alimentarlos con el bien y la verdad, y defenderlos de las asechanzas del enemigo. Dirán que los católicos más capaces de reaccionar contra el avance marxista eran así encarcelados dentro de esta institución que llamamos Iglesia del Silencio. Mientras tanto, los obreros eclesiásticos de la «autodemolición» iban realizando su nefasta tarea de favorecimiento de la revolución social colectivista y de una gigantesca transformación «progresista» en la propia esfera religiosa.
Estos historiadores podrán mostrar cuan terribles fueron los hierros que esposaron, más que las manos, la propia alma de tantos fieles…[12]
La primera de esas argollas está constituida por la confusión que inhibe y desanima. La segunda argolla de hierro que ata las manos del católico que no renegó de la tradición verdadera nace del enorme poder que el clero tiene en una Iglesia jerárquica por institución divina.[13]
«¿Quién será el bienaventurado que entonces sufrirá piadosamente el martirio por Cristo? Pues yo diría que los mártires de esa época estarán por encima de todos los mártires. Porque los mártires de tiempos anteriores sólo han luchado con hombres. Pero quienes vivan en la época del Anticristo saldrán a la lucha con el mismo Satanás en persona».[14]
Germán Mazuelo-Leytón
[1] POZZO, Mons. GUIDO, entrevista a Messainlatino, octubre de 2009.
[2] Cf.: AMERIO, ROMANO, Iota unum.
[3] OTTAVIANI y BACCI, cardenales, Carta de presentación del “Breve Examen crítico del Novus Ordo Missæ”, Corpus Christi 1969.
[4] Cf.: GOMIS, P. JEAN-MICHEL, Misa de siempre o misa de Pablo VI. Un problema de conciencia.
[5] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, La “misa” de la “iglesia popular”. http://infocatolica.com/blog/contracorr.php/1306240502-la-misa-de-la-iglesia-popular
[6] Cf.: AMERIO, ROMANO, Iota Unum.
[7] Cf. IRABURU, P. JOSÉ MARÍA, Guadalupe y el indigenismo teológico desviado.
[8] GERMÁN MAZUELO-LEYTÓN, Dioses falsos y Dios, http://infocatolica.com/blog/contracorr.php/1308050533-dioses-falsos-y-dios
[9] BILLOT S. J., Cardenal.
[10] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, “Han profanado el templo santo de Dios”, https://adelantelafe.com/profanado-templo-santo-dios/
[11] DANIEL 9, 27; 11, 31; 12,11.
[12] CORREA DE OLIVEIRA, Prof. PLINIO, La Iglesia del silencio en Chile.
[13] Cf.: Ibíd.
[14] San CIRILO DE JERUSALÉN.