Francisco otorga a los obispos el poder de establecer sus propias normas litúrgicas

El papa Francisco publicó un motu proprio, Magnum Principium, modificando la ley canónica 838, que otorga a las conferencias episcopales un mayor control sobre la traducción de los textos litúrgicos. Esto incluye el poder de realizar las adaptaciones que los obispos consideren apropiadas para sus regiones.

Hasta ahora, el canon 838 (§1) establecía que » La ordenación de la sagrada liturgia depende exclusivamente de la autoridad de la Iglesia, que reside en la Sede Apostólica.» El párrafo §2 decía: «Compete a la Sede Apostólica ordenar la sagrada liturgia de la Iglesia universal,» pero ahora la Sede Apostólica tiene la tarea de «revisar las adaptaciones aprobadas  según la norma del derecho  por la Conferencia Episcopal.» (§2) En otras palabras, el poder de la curia se reduce, de autorizar a aprobar los textos generados por las conferencias episcopales.

El párrafo §4 deja en claro que el Papa ha dado a los obispos el poder de determinar gran parte de la dirección litúrgica de la Iglesia. «Al obispo diocesano en la Iglesia a él confiada corresponde,  dentro de los límites de su competencia, dar normas en materia litúrgica, a las cuales todos están obligados.»

Esto abre la puerta no solo a una mayor libertad en la traducción de textos litúrgicos, sino a la creatividad en la redacción de sus propios textos y normas. Ahora, los obispos de una conferencia episcopal podrían decidir que si los fieles se arrodillan para recibir la comunión, o la reciben en la lengua, o no participan en el saludo de la paz, hay bases para negarle la comunión.

El nuevo motu proprio también reemplaza el Summorum Pontificum de Benedicto XVI, que dispensaba a los sacerdotes de necesitar permiso episcopal para decir la misa tradicional en latín. Ahora, con la nueva regulación, una conferencia episcopal podría decidir que la misa tradicional está prohibida en una determinada diócesis, o en un país, de manera que los católicos tradicionalistas no tendrán la opción de pedir ayuda a Roma. Ahora la ley de la Iglesia es la ley episcopal.

Lo que estamos viendo es otro intento más por alejar el mundo católico de la autoridad centralizada de la Iglesia alcanzando un extraño descontrol. El 17 de octubre de 2015, el mismo Francisco hizo un llamado a una “sana descentralización” del poder de la Iglesia Católica Romana, incluyendo cambios en el papado y una mayor autoridad de los obispos para la toma de decisiones, por lo tanto este último motu proprio es parte de su plan para ejecutar esa descentralización.

Me recuerda los planes subversivos de monseñor Annibale Bugnini—el principal planificador de la liturgia durante el Vaticano II y principal arquitecto de Sacrosanctum Concilium—tal como él transmitió al Gran Maestre de la masonería, Licio Gelli, en una *carta del 2 de julio de 1967: «¡Se ha dado la mayor libertad a la elección entre varias fórmulas, a la creatividad individual, y al caos!»

Bajo el pretexto de hacer la fe más accesible a los laicos, los enemigos de la Iglesia introdujeron en el Vaticano II la lengua vernácula, con el objeto de tornar la Iglesia secular y dividida, en lugar de santa y universal. Parece que ahora Roma avanza a toda marcha con este plan.

Sin embargo, si lo que Francisco aspira es a la santidad, la unidad, y la comunicación clara de Dios al hombre, entonces desechará de inmediato estas trampas modernistas para regresar la misa a su antigua fórmula en el rito tridentino—la fórmula que logró todo aquello durante siglos. Esto es a lo que el papa Benedicto aspiró durante su pontificado activo, ¿por qué no lo haría Francisco?

El 30 de abril de 2011, al hablar sobre la misa tradicional, el papa Benedicto dijo: «Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande.» (Universae Ecclesia)

Lo irónico de toda esta actualización litúrgica es que el latín—lengua que los modernistas desprecian—se utiliza convenientemente como herramienta para alejar a los fieles de su herencia latina. Documentos desleales como el último se publican en latín para hacerlos parecer “religiosos”, ¿pero no es eso farisaico? Los burócratas del Vaticano debieran al menos tener la decencia de publicar su revolución en su propio Esperanto y reservar el latín para las cosas santas de Dios.

*Esta correspondencia fue tomada de Dossie Liturgia Uma Babel Programada, de Andrea Tornielli, que fue publicada en la edición de junio 1992 de 30 Días.

David Martin

(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)

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