“He sido la mofa de mi familia desde que, a causa de mis problemas cardíacos, estuve hace unas semanas internado en la clínica. Sufrí uno de mis acostumbrados desajustes al corazón los cuales me hicieron pasar por un millón de insoportables e innecesarios exámenes para descartar cosas peores. Ustedes se estarán preguntando la razón por la cual mi familia que me ama y se preocupa por mí, se ha reído de esta situación que no ha sido para mí nada grata y que cada vez que me ocurre me llena de angustia. Lo cierto es que ellos han hecho mofa, no de mi arritmia ni de mis dolencias, sino de la coincidencia de la fecha. El día de mi evento cardíaco coincidió con el día de la publicación de la famosa exhortación Amoris Laetitia. Decían que la aparición de la exhortación y especialmente de la cuestionada nota 351 me había mandado derecho al hospital por la impresión que me había causado. «Literalmente infartante tu reacción» decía mi hermano menor, el que es, a su vez, mi médico personal, doblado de la risa mientras «intentaba» tomarme un electrocardiograma. Pues bien, la mentada exhortación no me llevó a sentirme mal del corazón porque a la hora que sufrí el evento no la había leído. Creo que ellos se equivocaron en su conclusión acerca de las causas de mi desgracia, pero claro, como me conocen bien y supusieron que una cosa tan nefasta para los católicos podría afectarme incluso físicamente.
Estuve entonces unos días «de vacaciones» en el hospital. Ahora estoy en casa, con una licencia médica aprovechando de escribir, entre otras cosas, este relato que sintetiza lo que he podido recordar de una interesante conversación que tuvimos entre algunos de mis amigos cuando me fueron a visitar al hospital precisamente a propósito de la Amoris. Confieso que aparte de mi familia no recibí visitas salvo la de este par de amigos que presentaré más adelante. Mi círculo de amistades se ha ido reduciendo con los años. Cada día se hace más difícil encontrar personas que comprendan el verdadero significado de la amistad y con las cuales se pueda entablar una conversación inteligente, y recalco la palabra inteligente dado que las futilidades de la vida mundana han pasado a ser el tema central de cualquier diálogo y no existe interés por elevar un poco los temas. Sumado a esto la confusión se ha extremado y ya parece que no nos entendemos o nadie quiere querer entender lo que el otro dice. Y puesto que además yo soy considerado por mis conocidos como un sospechoso tradi con cara de pepinillo en vinagre y olor a fariseo, entonces definitivamente mis antiguos conocidos se ha alejado de mí, no vaya a ser cosa que los vean con semejante dinosaurio que parece vivir en otro mundo y en otra época.
El sábado por la tarde se dejaron caer en mi habitación de la clínica, justo a la misma hora, un joven amigo al que conocí hace poco más de un año y el cual está por casarse. Nos presentaron en una de las iglesias donde se canta la misa tradicional; y otro joven que es mi ayudante de cátedra. En mi habitación desde el mediodía estaba Manuel, mi cuñado como lo recordarán, el cual se había quedado a acompañarme a almorzar mientras mi señora descansaba con mis hijos en casa. Ambos muchachos han sido criados en un catolicismo sui generis que al final no tiene nada que ver con el catolicismo de verdad. Me refiero a aquel que acepta algunas cosas y otras, las que no «le gustan» las desechan. Me he encontrado a lo largo de mi vida con muchos católicos así, incluso sacerdotes, que dicen entre otras estulticias llenas de soberbia, que San Pablo se equivocó y que la Iglesia por seguirlo ha desvirtuado el Evangelio y que ahora, en estos gloriosos tiempos primaverales, esto se ha ido corrigiendo progresivamente. Pero lo que diferencia a mis dos jóvenes amigos es el hecho que ellos se están de a poco dando cuenta que aquello que se les había mostrado como el verdadero catolicismo era más bien una falsificación moderna de mismo, y han comenzado a descubrir la verdad de su fe a través especialmente, de la liturgia. Tal como ocurre cuando se ve la luz, ellos están conscientes de que por un lado no pueden volver atrás, y por otro que el conocer la verdad exige algunas renuncias y un compromiso total, no a medias. Es algo que les está tocando enfrentar y asimilar, y documentos como el recientemente publicado no les ayudan a avanzar en su fe, sino que les hacen dudar y quedar perplejos.
Después de los saludos y consultas acerca de mi estado de salud, el muchacho que está de novio puso el tema en la palestra y aunque yo seguía sin leer por entero la exhortación, algo me había informado a través de otros blogs cuyos autores han tenido la paciencia de leerla. Confieso sólo la he leído en forma fragmentaria. Me basta con unos cuantos párrafos para darme cuenta lo peligrosa que es para la salvación de las almas. El lenguaje ocupado tan ambiguo y lleno de sentimentalismo y de falsa caridad, los autores citados, y los mal citados como a Santo Tomás de Aquino, entre otros asuntos hace que no valga el tiempo ni el esfuerzo mental leerlo en su totalidad.
– Es un texto absolutamente prescindible y al cual no hay que hacerle mucho caso- le dije yo. La verdad es que no tenía ganas de hablar sobre el tema. Para decirlo con franqueza, tenía una pereza mental enorme y no quería profundizar en la materia.
-Pero Mateo es un texto que viene del papa y por ello no creo que sea cosa de decir que es una mera opinión que va a pasar sin pena ni gloria. Este documento está marcando un precedente y dado cómo el mundo entiende las cosas hoy, dado el cómo se transmite e interpreta la información, ya ha comenzado a escucharse que se está dando permiso para que algunas parejas separadas y vueltas a casar comulguen sin abandonar su situación de pecado público. La famosa opinión pública se queda con el titular y dicen “el papa ha autorizado a algunos divorciados y vueltos a casar a comulgar”. Mateo este joven… disculpa olvidé tu nombre – dijo Manuel que deseaba escuchar mi opinión. Yo ya le había dicho que no quería hablar del asunto un rato antes que llegaran las visitas, y como él había quedado con el tema atragantado, se aprovechó de la consulta de mi amigo para hacerme hablar.
– Juan Luis es mi nombre don Manuel.
– Juan Luis está por casarse ¿verdad? Yo creo que merece una aclaración al respecto de alguien que sabe del tema. Para estos dos jóvenes tú eres como una especie de Sócrates, ¿o no muchachos? – Si yo hubiera tenido algo con que darle un garrotazo a Manuel se lo hubiera dado. Detesto cuando intenta hacerse el payaso a costa mía. Pero en vistas a que no me iba a ser posible zafarme de la encerrona acepté el desafío, y les dije lo que pensaba acerca de lo que era mi experiencia sobre el matrimonio y cómo se contrastaba con la opinión, en palabras del cardenal Burke, del papa. Más que céntrame en un análisis filosófico o teológico me fui directamente a la experiencia. No soy un utilitarista ni un positivista, pero quise hablar desde mi vivencia, de lo que he visto y de lo he concluido acerca de la crisis que sufre la institución del matrimonio.
– Lo que más a mí me llamó la atención – dijo mi ayudante, Rafael – es esta dualidad de verdades. Hay una regla objetiva que es verdad, pero existen casos particulares que hay que estudiar y ahí esta regla pasa a ser subjetiva. Esto tiene consecuencias tremendas si se aplica a todos los ámbitos. Al final nos quedamos con que no hay reglas ni verdades universales, todo se hace subjetivo y se relativiza.
Rafael quería llevar la conversación a un plano más filosófico, y claro, es nuestro oficio. Sin embargo, yo, que no le había quitado la mirada de encima a Juan, sabía que él estaba lleno de miedos y de una pavorosa sensación de vértigo no sólo por el contenido de la exhortación, sino por lo que estaba ad portas de hacer. Faltaban unos pocos meses para que se casara, y este paso no le había resultado nada fácil. Ya era un hombre de treinta y tantos, y la decisión de contraer matrimonio la había tomado después de un largo peregrinar y aún tenía mucho temor y sobretodo muchas dudas. Había visto fracasar a muchos de sus amigos que jamás pensó que terminarían separados y recasados y no quería que a él le pasara lo mismo.
– Yo no soy ninguna autoridad, ni exégeta, ni hermeneuta, Manuel, para venir a aclarar lo que el papa dice. Lo único que tengo es el sentido común de un católico y como tal, creo que lo que dice Rafael es muy cierto. Es muy peligroso este juego de la verdad objetiva y la subjetiva. El pecado es pecado y punto, y peor si tu pecado es público porque estás dando un pésimo ejemplo. Objetivamente esas personas que se han vuelto a casar por el civil y que llevan vidas de casados, saben que están mal, que no cuentan con la bendición de Dios y que por lo tanto, no pueden comulgar. Es algo muy simple. El que está en pecado mortal no puede comulgar porque no está en gracia de Dios, y si quiere volver a participar de la vida divina a través de los sacramentos se tienen que confesar y dejar de pecar. Más clara que el agua es la doctrina. Otra cosa es que vayan a misa y recen. Nadie las está echando para fuera de la Iglesia, pero no pueden comulgar si antes no han puesto fin a lo que los mantiene privados de la vida sacramental. Separarse definitivamente o vivir como hermano y hermana, parece sonar como algo terrible y desgarrador, pero es porque tenemos unas muy bajas expectativas del hombre actual incapaz del sacrificio. Parece una utopía para algunos prelados y para los mismos curas que al parecer desde hace tiempo ya venían dando la comunión a quienes sabían que estaban re-casados, o que convivían. Con la exhortación se les está dando un argumento para que justifiquen su decisión aparándose en la famosa nota de la exhortación. Buscar subterfugios de falsa misericordia atenta contra la salvación eterna de sus almas. Qué grave se incentivar al pecado engañando a estas almas. Cada uno tiene sus pecados, pero hacer que otros pequen cometiendo un sacrilegio…no me gustaría estar en su pellejo cuando tengan que darle cuentas a Dios.
– Tu sabes lo que pienso al respecto – intervino Manuel – pero he conocido a mucha gente que por inmadurez o por apuro, porque la chica está embarazada, se ha casado muy joven y que no ha durado nada. Después encuentran a alguien, se casan por el civil y permanecen juntos para siempre. En estos casos…
-¡Ah, la casuística! – suspiré yo.
-Deja que termine por favor, no te adelantes. En esos casos yo pienso que algo se puede hacer. Cuantos chicos de 20 años se han casado apurados y al poco tiempo ya están separados. Es terrible que se la pasen solos por el resto de su vida.
– Sí, te entiendo, y voy a tomar justo este ejemplo que tú me estás dando. Yo también he conocido casos así, y aquí intervienen una serie de circunstancias fatales y en la mayoría de estos casos, como en casi la mayoría de la gente que se casa en los actuales tiempos, el sacramento está viciado: precipitación, apuro, ignorancia, etc, y son nulos. No hicieron el esfuerzo de prepararse espiritualmente para el matrimonio, no tenían tiempo para aquello, y enfocaron todas sus energías en la ceremonia, en la fiesta, en el lugar donde ir de luna de miel. Gran culpa la tienen es esto los mismos curas que los casan, al no prepararlos bien, porque ellos también – no digo todos que todos, pero en su mayoría – no les interesa hacerlo, ni tampoco saben porque tienen una muy mala formación. Entonces, a la primera de cambio, estos jóvenes se separa , y “rehacen” su vida con otra persona. Si bien puede que por fin hayan encontrado a su verdadero amor, sin embargo la situación en la que están sigue siendo de pecado por muy buenas que sean sus intenciones, ya sea que su matrimonio haya sido nulo o no. Si se ponen a convivir con alguien y su matrimonio era válido eso se llama adulterio, si no lo fue entonces eso es fornicación, hay que llamar a las cosas por su nombre. La nulidad lo determinará un tribunal el cual debe ser muy riguroso en esto porque estamos hablando de un sacramento, de algo sagrado. Si sus intenciones son realmente buenas han de saber que no se puede construir nada dándole la espalda a Dios, porque al no estar en gracia le dan la espalda, y por tanto su relación cojea, queda empantanada. El sacramento del matrimonio da las gracias necesarias para construir juntos, para formar la familia y educar a los hijos…hasta para soportarse cuando los dos andan con el genio malo. No se puede burlar la ley de Dios con meros acompañamientos espirituales para que puedan seguir en lo suyo y además comulgar. ¿Para qué quieren comulgar? Yo no sé. Lo peor de todo es ver a la autoridad avalando el sacrilegio, haciendo ver que la doctrina y los mandamientos son algo rígido y pesado de soportar, siendo que son la garantía de nuestra felicidad, del orden, del bien. ¿Por qué no regularizar la situación? ¿Por qué no les importa estar en gracia de Dios si es lo único que debiera preocuparnos de verdad?
Entonces Juan, que estaba pálido y golpeaba nerviosamente el suelo con un pie, por fin se decidió a hablar.
-Yo no quiero terminar así, no quiero terminar separado, con la vida partida en dos. Esto me está volviendo loco porque quiero hacer las cosas bien, como Dios manda. A veces pienso si mejor no pruebo antes a ver como se dan las cosas.
-¿Probar? Te refieres a convivir con tu novia. – le pregunté mientras él me lo afirmó con su cabeza – Quieres hacer la cosas como Dios manda y me sales si mejor es probar primero. No, por ningún motivo. No es lo que Dios quiere ni lo que le agrada. No tienes que tener miedo, no se puede vivir con miedo. El miedo te paraliza, te hace cometer errores. Dios no nos pide imposibles y el matrimonio para toda la vida es posible. Que ahora lo estén haciendo parecer como una cosa que es casi como un acto heroico es porque hemos perdido el rumbo y lo que de verdad importa, que es amar a Dios y merecer el Cielo, está en la práctica casi olvidado.
– Sí porque como ahora todos estamos salvados hagamos lo que hagamos… -dijo Manuel sin poder ocultar su enojo – así que tú y yo Mateo somos unos héroes porque todavía no nos hemos cansado de nuestras mujeres y ellas tampoco se han cansado de nosotros dos. Todo esto me da náuseas. Finalmente los progres lograron meter la cuña y hacer tambalear el edificio.
– Usando sus mejores armas: las verdades a medias. – dijo Rafael.
– Es es exactamente el método mediante el cual los modernistas llevan a cabo su acciones, mezclando verdades con mentiras, creando confusión. Juan – le dije para retomar el tema – ¿Amas a tu novia?
-Por supuesto don Mateo.
– Y supongo que te vas a casar sabiendo que es para toda la vida.
-La amo con todo mi ser, claro que quiero estar con ella hasta la muerte. Hemos vivido cosas muy duras, no nos han faltado los problemas por todos lados, pero nos ha hecho más unidos y más fuertes.
– Entonces quédate tranquilo y construye un hogar sólido, con unas bases muy vigorosas para que cuando vengan los tiempos difíciles la casa resista, y para hacerlo bien a Dios cada día. Que sea Él el que reine en tu hogar. Nosotros con Ángeles hemos entronizado al Sagrado Corazón en casa y cada cierto tiempo renovamos esa entronización, eso nos ha mantenido muy unidos a pesar de los bajones. No es fácil estar con otra persona, cada uno tiene su carácter, sus malos momentos, sus defectos, pero como nos amamos, tenemos la paciencia y la sabiduría suficiente para soportar los embates. Con esta mentalidad hodierna que está empecinada en alcanzar la felicidad aquí y ahora a veces resulta difícil poder ver que esta vida es un paso para la eterna y que vale la pena jugársela por ella renunciando muchas veces a nosotros mismos.
– Perder para ganar como diría Newman, ¿o no Mateo?.
– Cierto Manuel, el amor es una autorenuncia. No es una mera idealización imposible de llevar a cabo. Se puede si se quiere. Se puede si se está dispuesto a renunciar al yo por el bien del otro, del amado y de los hijos. Tal como eles decía hace un rato, parece que hoy tenemos tan mal concepto del hombre que lo vemos como incapaz del sacrificio, incapaz de renunciar a sí mismo por un bien superior porque a la felicidad y a la realización personal se le ha dado un valor absoluto y hay que huir de todo lo que se le oponga. Pareciera que se necesitaran virtudes heroicas para poder estar casado toda la vida.
– Algunas veces se sí necesitan, cuñado, vaya que se necesitan.
-No estoy diciendo que todo sea color de rosa en el matrimonio Manuel. Somos naturaleza caída y por supuesto que necesitamos de las virtudes para seguir adelante y vencer las dificultades. Pero de ahí a ver al matrimonio católico para toda la vida como algo casi digno de virtudes heroicas y al borde de la imposibilidad real es otra cosa.
– ¿Y qué pasa cuando uno de los dos se pone alcohólico, adúltero, o cualquier otra cosa que afecte la relación? – Preguntó el pobre Juan.
– Bueno antes las viejitas que tenían un marido que les era infiel y ellas lo sabían, aguantaban estoicamente refugiadas en su religión en vistas al bien común de la familia, especialmente de los hijos. Muchas seguían ahí, en casa al pie del cañón y varias son santas. T te digo más todavía, algunas con su ejemplo lograron convertir a sus adúlteros maridos. Otras no pudiendo soportar esta situación que se sumaba a otras, como la violencia, los dejaban y se hacían cargo de los hijos y saliendo adelante, solas, siendo fieles a sus promesas matrimoniales. Pero ahora se les mete en la cabeza que tienen que re-hacer sus vidas, buscar un hombre. Detrás de esto yo veo nada más que una satisfacción de tipo sexual, en la mayoría de los casos que conozco es así, y luego cuando llegan a viejas estas mujeres – y hombres también – se quedan solas, arrepentidas por el daño que le causaron en especial a los hijos ya sea por su mal ejemplo o peor aún por su abandono. Les baja la libido y les viene el remordimiento. Puede que esté generalizando, pero es lo que me ha tocado conocer, puede que por ahí haya gente que siguió su camino en solitario, de cara a Dios.
-Se requiere una gran fe y una gran confianza en Dios para poder seguir siendo fiel cuando sabes que tu matrimonio se fue a pique – pensó Juan en voz alta, algo más sereno.
– Así es, y eso hay que pedírselo a Dios. Dios nunca niega los bienes espirituales si se lo pedimos con fe y con confianza. Pensar en que estamos de paso y que tendremos que dar cuenta de nuestras vidas nos ayuda a ordenarnos y a ver las prioridades.
– Ese es el punto, porque el matrimonio católico Mateo está, para estos modernistas, reservados a los héroes. Y piensan lo mismo del celibato sacerdotal.
Justo cuando Manuel terminó la frase entró una enfermera y nos quedó mirando con cara de pocos amigos. Ya antes le había llamado la atención a Manuel por no dejarme descansar. Al ver a todo a este tropel de gente conversándome y haciéndome hablar más de cuenta, les advirtió que les daba tres minutos para despedirse y dejarme dormir. Reconozco que la conversación me tenía muy entretenido, pero también había comenzado a sentirme agotado y se me notaba un poco en el rostro.
-Bueno amigos, para ir cerrando la conversación, pienso que se están diciendo y haciendo cosas que no parecen provenir de quien debiera ir contra mundum. Creo que muchas cosas que se han dicho no sólo en esta exhortación, sino en lo que va corrido de este desastroso pontificado se debe a una pérdida del sentido de la eternidad y de la trascendencia. – dije mientras me acomodaba de lado en la cama, casi a punto de entregarme a los brazos de Morfeo.
– Pérdida de la fe querrás decir, déjate de los eufemismos. Este pontificado es un azote de Dios. Hay algo perverso que me parece horrendo y muy sospechoso. Incentivar el sacrilegio so pretexto de una misericordia y una acogida mal entendida. ¿Con qué autoridad vienen a cambiar lo que Dios ya dejó establecido? ¿Acaso el administrador puede ser más que su Señor? – Manuel suele ser bastante arrebatado y larga sus comentarios y sus opiniones sin más, sin filtro y a veces sin medir las consecuencias.
-Bueno sí, lo que dices es cierto, aunque suena bastante duro. Y vuelvo sobre la misma idea jóvenes: si yo creo que la vida se agota aquí; que he venido a ser feliz en este mundo; y que por último, que si el infierno existe, él está vacío, comienzo a encontrar que la doctrina de Cristo sobre el matrimonio es una carga demasiado pesada y en la práctica son muy pocos los que pueden mantearse unidos por toda la vida. Pero nosotros sabemos que no es así. Nos aferramos a la Cruz de Cristo y hacemos de Él el centro de nuestra vida. Si tu matrimonio se rompe cualquiera que sea la razón, hay que seguir viviendo cristianamente. Vuelvo a repetir lo mismo otra vez: se les ha metido en la cabeza que si te separas tienes que rehacer tu vida, y me van a perdonar pero dada cómo está la gente de erotizada, todo esto se reduce a una pura cuestión sexual. Tal vez haya gente que no, pero lo que he visto es que hay personas que no pueden vivir sin estar satisfaciendo sus apetitos sexuales, y sabemos por boca de nuestro Señor no se puede servir a dos señores. Es el todo o nada, el que no recoge, desparrama. No puedo decir que amo a Dios si no cumplo con lo que Él me pide.
-Don Mateo, nos vamos antes que nos saque la enfermera. Sólo quería comentarle algo. Cuando fui a la parroquia para pedir una hora para casarme, primero me advirtieron que debía hacer el curso. Con mi novia fuimos a todas las charlas, bastante raras y más bien parecían sesiones de autoayuda o de new age. No se nos habló acerca de los fines del matrimonio, ni de la anticoncepción, nada, absolutamente nada de la enseñanza de la Iglesia sobre el tema. Después cuando terminaron las sesiones fui a la secretaría de la parroquia y me dijeron que tenía que pagar una cantidad que equivale a dos veces mi sueldo para poder casarme. Yo no puedo pagar una suma tan grande. Me dio la impresión que me estaban poniendo obstáculos y más obstáculos para casarme. Me pareció sospechosa tanta dilación, como desidia o mala disposición. Yo quiero casarme por la Iglesia y formar una familia como la suya don Mateo y solo recibo negativas.
– ¿Qué vas a hacer entonces Juan? Si quieres le puedo decir a mi hermano cura cuando venga en un par de semanas más que te case en su ermita. ¿Por qué no me lo contaste antes? Te pude haber ayudado.
– No quería molestarlo, y además ya solucioné el problema porque fui a una parroquia de unos padres que dicen también la misa tradicional y me van a casar a fin de año por la tercera parte de lo que me cobraban en mi parroquia y además me van a hacer un buen curso sobre el matrimonio, y lo mejor es que me casaré según el rito tradicional. Voy a allá a menudo porque el vicario se ha convertido en mi confesor.
-Cuanto me alegro, supongo que estamos invitados entonces.
– Desde luego, usted, Rafael y don Manuel.
Se despidieron de mí y yo me quedé solo. Mientras dormía y me despertaba cuando entraba la enfermera, estuve pensando en lo que habíamos hablado y la verdad es que creo que algunos sacerdotes y obispos no le han tomado el peso a lo que se ha dicho. Ignorancia, candidez…no lo sé, creo que dado el criterio de nuestras autoridades eclesiásticas se van a cometer muchos sacrilegios cuando se les dé la comunión a gente que cree que la está haciendo muy bien, pero que objetivamente siguen en pecado público. Y pensé en nuestro Señor, ¡Oh Dios mío! ¿Hay alguien que esté pensando en Ti o sólo nos hemos dedicado a ignorarte y a banalizarte, a pisotear tus derechos? ¡Oh mi Buen Jesús, ten piedad de nosotros y perdona nuestras infidelidades y nuestra tibieza! Ninguna acción escapa de tu mirada y nada quedará sin su castigo y sin su premio.”
Beatrice Atherton