De la Concepción purísima de nuestra Señora

Para el jueves de la segunda semana de Adviento

PUNTO PRIMERO. Considera cómo habiendo determinado el Verbo Eterno hacerse hombre, y honrar la naturaleza humana, y criar la Santísima Virgen para que fuese Madre suya, labró la tela, como dice san Ambrosio, de que se había de vestir del linaje de Abraham y de David, adornándola, y enriqueciéndola de tantos y tantos santos progenitores llenos de heroicas virtudes, empezando tantos siglos antes a disponer la posada en que había de habitar, y a sazonar la masa de que había de formar su cuerpo; de lo cual debes aprender cuánta disposición es necesaria en el alma para recibir a Dios dignamente, y que ninguna es demasiada para la alteza de tan soberano huésped, y con cuánto tiempo, y cuán de propósito debes disponer para recibirle en tu podre morada, y pide a nuestro Señor su gracia para ello, y que te disponga y haga digno de recibirle, como dispuso digna morada para sí en la Santísima Virgen.

PUNTO II. Considera con qué virtudes previno a san Joaquín y a santa Ana para hacerlos dignos padres de tal hija que fueron, grande santidad y piedad, honestidad y paciencia, afligiéndolos muchos años con nota de esterilidad, oprobio y afrenta de aquel pueblo, curtiendo, como dice san Gerónimo, con estas calamidades y trabajos la piel de que se había de vestir, como se curten las más preciosas con las inclemencias de los tiempos, y aprende a tener paciencia en los trabajos, y aprende a tener paciencia en los trabajos que Dios te enviare, persuadiéndote, que son prendas de su amor con las cuales te quiere labrar y disponer para hacerte mercedes: humíllate en su presencia, y dale gracias por ellas, teniéndolas y estimándolas como mercedes de su divina mano, rindiéndote a su divina voluntad, y pidiéndole que se haga en ti enteramente, así en la tierra como en el cielo.

PUNTO III. Considera cómo en la Concepción de la Purísima Virgen previno la gracia a la culpa, preservándola de toda mancha, pues no era justo que la tuviese la tela de que se había de vestir, ni la casa en que había de morar, ni la que había de ser Madre suya, enriqueciéndola desde luego con tantas y tan heroicas virtudes, que pudiese honrarse de su Madre en la tierra, como de su Padre en el cielo: gózate de su dicha, y dale mil parabienes por su alteza y dignidad; alégrate de tener tal Señora y tal Reina, contempla el gozo de los ángeles, y los parabienes que le dieron en el instante de su Concepción: acompáñalos tú con suma devoción y ofrécete con ellos a su culto y servicio.

PUNTO IV. Considera por una parte la ojeriza que Dios tiene al pecado, pues ni la sombra de él permitió en su Santísima Madre, y mira cuanto debes aborrecerle, y procura con todas tus fuerzas que no caiga en ti su mancha. Y por otra parte contempla las gracias que la Purísima Virgen daría desde luego a su Criador por las mercedes que de su mano recibía, y cómo desde aquel instante hasta el último de su vida no cesó de alabarle y servirle, amarle y reverenciarle, creciendo siempre en santidad, y adelantando el caudal de sus virtudes sin interrupción ni tibieza, caminando de virtud en virtud a la cumbre de la perfección.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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